Camila, una estudiante de preparatoria, tenía un negocio de tareas ilegales junto a sus amigos. Nunca imaginó que la llegada de un chico transformaría su vida por completo.
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Al llegar a la escuela, Memo, Alex y yo caminábamos juntos. Todos en el colegio hablaban de la fiesta y molestaban a Alex por lo que Mari Fer había dicho.
—No te preocupes, Alex, luego se les olvida —le dije, caminando a su lado.
—No creo, Cami, lo van a recordar por el resto del año —respondió Alex con un tono triste.
—Hablando en serio, Alex, ¿te gusta mi hermano en verdad? —pregunté, sacando esa duda de mi pecho.
—No vayas a empezar tú también, eh, Camila —respondió Alex antes de alejarse, dejándome con la incertidumbre.
—No quería hacerlo sentir mal —comenté a Memo, algo preocupada.
—No te preocupes, solo está pasando por algo duro y por eso está de mal humor —replicó Memo.
Nos encontrábamos en el patio, un poco apartados del bullicio. Nervioso pero emocionado, Memo había decidido sorprenderme con una nota decorada con dibujos de corazones.
"Eres la razón por la que sonrío cada día," decía la nota.
Al dármela, vi cómo se iluminaba mi rostro, llena de sorpresa y alegría.
—¿De verdad piensas eso? —pregunté, sonrojándome.
—Claro. Eres increíble —respondió Memo con una sonrisa.
Busqué algo en mi mochila y saqué un llavero en forma de estrella.
—Y esto es para ti. Representa nuestro amor infinito, como las estrellas —le expliqué.
Memo tomó el llavero, emocionado.
—Es perfecto —dijo, mirándome a los ojos y sosteniendo mi mano—. Te amo.
—Yo también te amo, corazón.
Nos acercamos y nos dimos un corto beso. Justo en ese momento, sonó el timbre y regresamos a nuestro salón.
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La maestra aún no había entregado los trabajos de inglés, lo que tenía a Tenoch muy nervioso, especialmente porque, después de la fiesta, el grupo había comenzado a desmoronarse.
Estábamos en la biblioteca discutiendo sobre los trabajos cuando sonó el timbre y tuvimos que regresar a clase. La maestra anunció que había perdido los trabajos y que debíamos escribirlos de nuevo. Entramos en pánico, pero Memo salvó el día fingiendo un desmayo.
Nos reunimos nuevamente en la biblioteca para hablar sobre los trabajos de inglés.
—Yo digo que hay que cerrar el negocio por un tiempo —sugirió Alex.