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Luego del incidente con Diego y Alex, las personas dejaron de comprar tareas, y todos estábamos confundidos hasta que Mariana reveló que Diego era quien impedía que los demás nos compraran. Sin embargo, Memo y Tenoch se encargaron de resolver el problema.

Memo y yo no habíamos hablado sobre el beso porque él me estaba evadiendo, así que ese tema quedó pendiente entre nosotros.

Estábamos en clase de inglés, observando cómo Diego hacía el ridículo con su presentación. Al finalizar, todos nos reímos de él y a causa de eso la maestra nos asignó un escrito.

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—Todos van a querer esa composición —exclamó Tenoch emocionado—. Memo, Mari Fer, este es su momento. Camila, tú sabes algo de inglés, ayúdalos también.

—Pero, ¿esto es sobre la infancia de los demás? No conocemos sus historias —me quejé, aunque la verdad es que no quería quedarme sin ayudar.

—Hay que hacerlo parecer realista, para que la miss no sospeche —propuso Mari Fer.

—Entonces, ¿qué sugieren? —preguntó Tenoch, con esa mirada confiada que siempre tiene.

—Podríamos hacer entrevistas rápidas durante el receso, para que nos cuenten algo de su infancia —sugerí.

Y así pasó el receso, mientras entrevistábamos a las personas sobre su infancia. Algunos nos contaron momentos divertidos, otros, más aburridos. Al final, conseguimos la información que necesitábamos.

—Debemos ir a mi casa a empezar con el trabajo. Ahora no hay nadie, y podemos trabajar tranquilos —dije.

—Por mí no hay problema —respondió Mari Fer, mientras Memo solo asintió.

Llegamos a mi casa, y nos dividimos las tareas. Comenzamos a trabajar en silencio, hasta que Mari Fer mencionó que tenía que irse. En ese momento, me quedé sola con Memo. Fue raro, porque el ambiente entre nosotros ya no era el mismo.

Miré al suelo antes de hablar. —Memo, hay algo que no puedo dejar de pensar desde el beso.

—Yo también he estado dándole vueltas —admitió Memo, nervioso, como si no supiera qué decir.

—No quiero que lo evitemos. Fue un momento importante —le dije, y lo miré a los ojos. Sabía que no quería que esa conversación se quedara sin resolver.

—Lo sé, pero... no sé cómo manejarlo. Me asusta lo que siento —respondió, aún mirando al suelo.

Yo también me sentía asustada, pero había algo en mí que no podía ignorar. Sin pensarlo mucho, dije: —Me gustas, Memo.

Él levantó la mirada, y vi que estaba tan nervioso como yo. —De verdad... Yo... he sentido lo mismo, pero no me he atrevido a decirlo.

Nos miramos fijamente a los ojos, y el tiempo pareció detenerse por un momento. Con un gesto suave, Memo se inclinó ligeramente hacia mí. No pude evitar acercarme un poco más. Nuestros corazones latían al unísono y, finalmente, nuestros labios se encontraron en un beso suave.

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Al día siguiente, llegué un poco tarde a la escuela y encontré a Tenoch preocupado y junto a él Daniela y Alex.

—¿Qué pasó, Tenoch? ¿Te hicieron poste o por qué traes esa cara? —le pregunté, intentando hacer que se relajara.

—Por favor, dime que tú traes los trabajos —imploró.

—Sí, traigo mi parte, pero no la de Mari Fer y Memo. Solo trabajamos juntos un día ya que yo terminé mi parte ese mismo día. No sé si ellos terminaron su trabajo. —le respondí.

— ya es muy tarde y los otros dos no llegan, la campana ya va a tocar y no hemos repartido nada— dijo el con preocupación

—Ahí viene Mari Fer —dijo Daniela, señalándola

Mari Fer dale los trabajos a Tenoch por que si no le va a dar algo— dije viendo a Tenoch que cada vez estaba más nervioso

— perdón pero Memo y yo no los terminamos, fue mi culpa. El siguiente día trabajamos en mi casa y lo distraje — dijo ella avergonzada

A Tenoch se le fue el alma del cuerpo al escuchar la respuesta de Mari Fer.

—Ahora si nos madrean— dije señalando a varios estudiantes que venían enojados por sus trabajos.

Jamás les habíamos fallado, tenemos los trabajos de algunos— le dijo Tenoch a nuestros compañeros que se veían furiosos.

—Como que algunos— dijo Diego

Cuando pensamos que ya nada nos salvaría de los golpes, vimos a Memo a lo lejos y cuando por fin llegó a nuestro lado dijo que traía los trabajos. Rápidamente los repartimos y entramos a clase.




*ੈ‧₊˚*ੈ‧₊˚


Habían pasado unos días estábamos todos reunidos en la biblioteca mientras Tenoch hablaba sobre cómo la maestra no había entregado las tareas y que tal vez sospechaba algo, además de que si nos cachaban su vida sería miserable en comparación con la de nosotros, justo entonces Mariana entró a buscarnos para invitarnos a una fiesta.

—Vamos a pensarlo —comentó Daniela.

—Yo digo que es una trampa —respondió Tenoch, desconfiado.

—A ver, chicos, no sean aguados. Nadie nunca nos invita a fiestas —dije, con una sonrisa, intentando convencerlos.

—Así está mejor, no hay que meternos en situaciones en las que podamos salir mal —replicó Tenoch, con tono serio.

—Hagamos una votación —sugirió Daniela.

Memo fue el último en votar.

—Solo he ido a una fiesta en mi vida, y la verdad fue horrible. Yo no quiero ir —declaró.

. Tomé su mano por debajo de la mesa y lo miré con una mirada suplicante que sabía que él entendía.

Él me miró, pensó por un momento y luego suspiró. —Pero creo que esta fiesta sí podría ir bien, así que tal vez sea buena idea ir.

—Bien, Camila, ¿tú qué opinas? —preguntó Daniela.

—Yo digo que sí, hay que ir —respondí sin pensarlo demasiado, y todos acordarmos asistir, con Pascual, el chofer de Memo, como conductor.

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Estrellas De Esperanza -Nadie Nos Va A Extrañar-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora