Episodio 9- Jardín infinito

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- Chrona-

Había algo profundamente reconfortante en volar. El viento en mi rostro, la sensación del mundo extendiéndose debajo de mí, pequeño e insignificante. A lomos de mi terkel (un Terkel es similar a un Hipogrifo aunque mucho más grande, fuerte y veloz), todo parecía bajo control. Esa sensación de dominio era parte de por qué siempre había preferido las alturas a las intrigas del clan.

Mi nombre es Chrona, y como una de los líderes del Clan del Sol, mi vida ha estado dedicada a la protección y a mantener el equilibrio entre las naciones. No suelo aceptar misiones que me aparten de la política interna, pero esta vez fue distinto. Escoltar a Roland y su familia era mi misión, algo llamó mi atención en este encargo.

No pude evitar sentir una leve incomodidad en el pecho. ¿Por qué el consejo se había mostrado tan insistente en enviar a nuestros mejores hombres para esta misión? Roland era poderoso, y su familia, aunque pequeña, no era indefensa. Algo más se ocultaba detrás de sus palabras, algo que se rehusaron a compartir conmigo, esos viejos del consejo siempre mantienen una apariencia de misterio y urgencia, cosa que no me gustaba para nada, sin embargo, por ser una misión dada por nuestro Rey Guardian no pude negarme - pues es alguien a quién le debo todo mi respeto-

De vez en cuando, miraba a los soldados que me acompañaban, un puñado de los mejores hombres del clan. Cabalgábamos sobre los terkeles, criaturas majestuosas que eran tan poderosas como hermosas. Sus alas eran lo suficientemente grandes para bloquear el sol si volaban bajo, y sus cuerpos robustos podían atravesar los cielos durante días sin necesidad de descansar. A mi terkel, Fenris, lo había entrenado desde que era un polluelo. Ninguna otra montura me transmitía la seguridad que él me daba.

El aire fresco me recordaba por qué prefería las misiones al aire libre. Lejos de los corredores oscuros del clan y de las luchas de poder, aquí era libre. Libre para actuar. Libre para decidir.

Pero esa paz no duraría. El cielo cambio repentinamente. Una luz dorada, brillante y cegadora, se levantó hacia las nubes desde la dirección en la que viajábamos. Era como si un segundo sol se alzara sobre nosotros. Me cubrí los ojos por instinto, intentando enfocar mi vista, pero todo lo que pude sentir fue... opresión. Se sentía cómo si el aire se volviera más pesado, como si una fuerza invisible quisiera aplastarnos. Mi pecho se comprimió de inmediato, dificultando la respiración.

Era como si una mano invisible hubiera caído sobre mi pecho, empujándome hacia el suelo. Mis pulmones se contrajeron, y la calma habitual que siento al volar se desmoronó en un instante. Sentí a Fenris bajo mi cuerpo temblar, incómodo, sus alas tambaleándose en el aire.- ¡Alto!- grité, pero apenas podía oír mi propia voz por el rugido de la luz que resonaba en mi cabeza. Fenris tambaleó en el aire, sus alas perdieron el ritmo por un momento. Alrededor de mí, los soldados también se detenían, sus rostros tensos mientras luchaban por mantenerse firmes.

No era solo una luz. Lo sentí en el fondo de mi ser: una fuerza descomunal, imponente, que emanaba de ese resplandor dorado. Era como si el aire mismo estuviera tratando de aplastarnos bajo su peso. Jamás había sentido algo así.

Sequé el sudor de mi frente con el dorso de la mano y miré al horizonte, incapaz de apartar la vista de esa luz que parecía crecer con cada segundo que pasaba. ¡Mantengan la distancia! -ordene-. Lo último que quería era volar directamente hacia lo que fuera que estaba ocurriendo.

Mientras Fenris intentaba estabilizarse, mi mente trabajaba a toda velocidad. Roland y su familia estaban en esa dirección. Esa luz... ese poder... algo me decía que estaba relacionado con ellos, y que si no actuábamos pronto, las cosas podrían volverse mucho más peligrosas de lo que imaginábamos.

-Momentos antes desde la perspectiva de Arneil-

Era un día como cualquier otro. Joseph entrenaba bajo la luz del atardecer, concentrado, mientras Roland lo observaba de cerca. Podía notar cómo su energía fluía con naturalidad, como si el poder fuera una extensión de su propio ser. Pero algo no se sentía bien...

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