||Tiempos de hospital: fragilidad||

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La habitación del hospital estaba iluminada por una luz suave y tenue, creando un ambiente tranquilo, aunque la situación era todo lo contrario. Sara, la esposa de Kakashi, yacía en la cama, con su piel pálida y un tinte de fragilidad que contrastaba con su característico cabello pelirrojo. Sus ojos verdes, normalmente vibrantes, reflejaban el cansancio y la lucha que enfrentaba. A su lado, el goteo del suero marcaba el tiempo, un recordatorio constante de su enfermedad.

Kakashi, con su habitual máscara y su cabello plateado desordenado, se acomodó a su lado en la cama, sintiendo cómo su corazón se apretaba al verla así. La preocupación en su mirada era evidente; sus ojos, normalmente serenos, ahora estaban llenos de una mezcla de amor y angustia. Se inclinó hacia ella, acariciando suavemente su mano.

—Sara, estoy aquí —susurró, su voz suave y reconfortante —. Siempre estaré aquí contigo.

Ella sonrió débilmente, aunque la tristeza en su expresión no podía ocultarse. Su mano temblorosa se aferró a la de él, buscando consuelo en su calidez.

—Kakashi... me preocupa el bebé —dijo, su voz apenas un susurro. La inocencia y pureza que siempre la habían caracterizado se hacían más evidentes en esos momentos de vulnerabilidad.

Kakashi sintió un nudo en el estómago. La idea de perder a su esposa y a su hijo era insoportable. Se acercó un poco más, apoyando su cabeza en la almohada junto a la de ella.

—No pienses en eso —respondió, tratando de mantener la calma —. Vamos a luchar juntos. Eres fuerte, y nuestro pequeño también lo es.

Sara cerró los ojos, dejando que las lágrimas se deslizaran por sus mejillas. Kakashi, sintiéndose impotente, limpió sus lágrimas con el pulgar, deseando poder quitarle todo el dolor.

—Quiero que nuestro hijo conozca a su madre —dijo ella, su voz quebrada —. Quiero que crezca con tu amor y el mío.

Kakashi sintió el peso de sus palabras. Prometió en su corazón que haría todo lo posible para que eso sucediera. Se quedó allí, abrazándola con ternura, deseando que su amor pudiera sanar cada parte de ella.

—Lo haremos, Sara. Te prometo que haré todo lo que esté en mis manos. No estás sola en esto.

El silencio se llenó de un amor profundo y una esperanza tenue, mientras el goteo del suero continuaba, marcando el ritmo de su lucha. En ese momento, rodeados de incertidumbre, se aferraron el uno al otro, encontrando fuerza en su conexión inquebrantable.

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04/10/24

Drabbles de《Kakashi Hatake》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora