Capítulo nueve: Los ojos de un psicópata sobre mi cuerpo desnudo.

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Despertó en mí un nuevo miedo y antes de meterme en la ducha comprobé que no hubiera cámaras por ninguna parte. Miré en la luz del espejo, los cuadros decorativos, las esquinas... incluso en la alcachofa, nadie podía asegurarme que Bruno no fuera un psicópata que grababa a las mujeres desnudas.

Cuando estuve tranquila, me desnudé y dejé la ropa apilada en la taza. La idea de ducharme estuvo acertada hasta que me di cuenta de que no podía abrir ninguno de los botes que había en la ducha. Salí descalza y miré en el mueble del lavabo por si dentro había pastillas de jabón, no encontré nada parecido, pero si vi unas cuantas cosas que me llamaron la atención.

Bruno había dicho que encontraría cosas que usábamos las mujeres, no tenía claro que tipo de mujer entraba en su baño, pero desde luego que una como yo. Todo estaba perfectamente colocado, en las etiquetas había nombres raros y sobre todo productos que no sabía ni que existían.

En la primera balda estaban los exfoliantes, había para los pies, para el cuerpo, para la cara, incluso para los labios, comencé a reírme yo sola. En la parte de abajo podías encontrar las cremas que al igual que los exfoliantes había para cualquier parte del cuerpo. Y no solo eso, también había productos para la regla y pastillas destinadas a los dolores menstruales.

Volví a meterme en la ducha y cogí un jabón de apretar, como no tenía mucha movilidad en las manos, se me cayó al suelo, el bote se abrió y manche el plato. Si con esto no había tenido suficiente, quise agarrar la alcachofa para limpiarlo y al abrir el grifo me quemé el muslo, solté un grito y me golpeé con la mampara.

Me tomé mi tiempo para relajarme y adaptar la temperatura del agua a mi gusto. Una vez familiarizada con la ducha fui a mojarme los hombros... La puerta se abrió con brusquedad y el picaporte golpeó la pared, me cubrí asustada el pecho y levanté la mirada.

-¿Estás bien? – apareció Bruno deslizando la mampara, grité por el susto y le mojé toda la cara con la alcachofa –. Doy por hecho que eso significa un sí – se apartó el agua de los ojos.

-¡Pero qué coño haces! – solté el mango de la ducha y le empujé hacia afuera, me entró vergüenza e intenté cubrir como pude mi cuerpo–. Serás pervertido, ¿cómo te atreves a entrar sin permiso? ¡Sin vergüenza!

-Solo quería saber si estabas bien – seguía de pie con la mirada puesta en mis ojos –. Escuché un ruido y luego creí oírte chillar, pensaba que te habías caído o algo.

-¿Y por eso tienes que entrar al baño como un animal? – Bruno debió percatarse de la situación en la que nos encontrábamos y deslizó la mirada poco a poco hacia abajo –. ¡Tápate la cara! Ni se te ocurra mirarme Bruno – se fijó en mis pechos y trago saliva –. ¡Cierra los ojos ahora mismo!

Entré en pánico, me di la vuelta y cogí los champús que estaban colocados en las baldas, se los fui tirando de uno en uno hasta que por fin salió del baño.

-Espera... – intentó establecer una conversación conmigo –. Te vas a hacer daño Mía – se escondió detrás de la puerta, aunque no la cerró del todo –. Lo siento, sé que no ha estado bien que entrara sin tu permiso, pero... ¡Deja de tirarme cosas!

-¡Eres un cerdo asqueroso! – sentí un nudo en la garganta y me entraron ganas de llorar, tenía el corazón acelerado y el cuerpo frío –. Te gusta ver a las mujeres desnudas, ¿verdad? Maldito depravado...

-No hace falta que me insultes, te repito que solo quería comprobar que estuvieras bien – parecía que la situación se estaba tranquilizando, ya no intento entrar en el baño y se mantuvo al otro lado de la puerta –. Respira profundamente y termina de ducharte, yo voy a bajar a la cocina y haremos como si esto no hubiera pasado, ¿te parece?

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⏰ Última actualización: Oct 09 ⏰

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