El invierno había llegado sin aviso, trayendo consigo un frío implacable que se sentía en cada rincón del campamento. La nieve cubría el terreno de entrenamiento, y los soldados intentaban mantenerse calientes bajo sus abrigos mientras realizaban sus tareas cotidianas. El aliento de cada uno salía en bocanadas visibles en el aire gélido, y el ánimo general se había vuelto más pesado.Brandon, sin embargo, no dejaba que el frío fuera su única preocupación. En los días recientes, había intentado leer su Biblia con más frecuencia, buscando algún tipo de consuelo o claridad en medio del caos. La guerra estaba en el horizonte, y con ella, el miedo inevitable de no salir con vida. Cada día que pasaba, las posibilidades de morir parecían más reales, y aunque su fe le decía que debía confiar en un plan divino, su humanidad lo llenaba de dudas. ¿Y si no regreso?, se preguntaba en silencio mientras observaba las páginas del libro sagrado. ¿Y si todo lo que estoy haciendo no es suficiente para sobrevivir a lo que viene?
El campamento estaba más silencioso de lo habitual, apenas interrumpido por el eco lejano de explosiones en la línea del frente. El ruido de la guerra se sentía más cercano, y eso mantenía a los soldados en un estado constante de alerta.
Luke, por su parte, sentía el frío calar hasta sus huesos, pero su mente estaba muy lejos del presente. Mary seguía siendo su mayor preocupación.
La única fe que mantenía era la que tenía en su hija, la razón por la que seguía adelante. Y si algo lo empujaba a sobrevivir a la guerra, era la necesidad de volver a verla.El sargento Jackson estaba más rígido que nunca, caminando entre los hombres mientras estos realizaban sus ejercicios bajo la nieve. Su rostro era impenetrable, y sus órdenes eran cortantes como siempre.
—¡Hoy no hay excusas, soldados! —gritaba—. ¡El frío no es una razón para aflojar! Si no pueden soportar esto, ¿cómo piensan sobrevivir cuando el enemigo esté justo frente a ustedes?
Los hombres respondían con esfuerzo, aunque cada movimiento se veía obstaculizado por el clima. Los ejercicios de combate seguían, y aunque el entrenamiento era brutal, no se comparaba con el terror de lo que estaba por venir.
Luke y Brandon, de nuevo, se encontraban trabajando en parejas durante el ejercicio. Ninguno de los dos había dicho mucho al otro desde el incidente del día anterior, y ambos parecían evitar la incomodidad que esa cercanía les había causado. Pero el trabajo en equipo era inevitable, y sin darse cuenta, comenzaron a coordinarse con más fluidez.
Cuando el día terminó, el frío seguía calando, y el cansancio físico había dejado a los soldados en silencio. Luke caminaba solo por el campamento, intentando despejar su mente. Sin embargo, algo lo distrajo mientras caminaba: una pequeña rosa había brotado cerca del borde de la valla que rodeaba el campamento, una visión completamente fuera de lugar en ese entorno tan inhóspito.
Luke se inclinó, la arrancó con cuidado y, sin pensarlo mucho, fue a buscar a Brandon. Lo encontró sentado solo, claramente perdido en sus propios pensamientos.
—Hey, Brandon —dijo Luke, extendiéndole la rosa—. Es raro encontrar algo así aquí. Pensé que te gustaría tenerla.
Brandon levantó la vista, sorprendido, y tomó la flor sin saber muy bien qué decir. Luke continuó:
—Por increíble que parezca, aquí no todo es blanco y negro. Quiero que la tengas, para que veas cómo, incluso en un lugar tan hostil, puede brotar algo hermoso.
Brandon miró la rosa y luego a Luke, sin poder evitar sonreír levemente.
—Gracias —murmuró.
Luke le dio una palmada en el hombro y, sin decir más, se alejó hacia su tienda, dejando a Brandon con la rosa en la mano, y con una extraña sensación de calidez que no había sentido en mucho tiempo.
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Entre balas y susurros
Romance"A veces pienso en lo que éramos antes de todo esto, antes de que el sonido de los disparos y el olor a pólvora definieran nuestros días. Tengo una hija pequeña esperándome en casa, ¿sabes? Siempre pensé que el honor significaba protegerla a ella y...