Capítulo 8

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El frío era implacable, atravesando las paredes de roca de la pequeña cueva en la que Luke y Brandon se refugiaban. A medida que la noche avanzaba, el viento comenzó a soplar con mayor intensidad, arrastrando el hielo en sus corrientes. Luke apretó la mandíbula, frotando sus manos contra los brazos heridos para intentar mantener algo de calor, pero no servía de mucho. Brandon, a su lado, temblaba involuntariamente, con los dientes castañeando. El vendaje alrededor de su pierna aún aguantaba, pero la palidez de su piel evidenciaba el agotamiento.

—N-no podemos quedarnos así mucho más tiempo —murmuró Luke entre dientes—.

Brandon no respondió. Tenía los ojos cerrados, su pecho subía y bajaba con dificultad mientras trataba de regular su respiración. Sentía el frío penetrar hasta sus huesos, casi como si la propia vida estuviera escapando de su cuerpo. Apenas tenía fuerzas para mantenerse consciente.

Luke lo observó por un momento, luchando contra su propio dolor. No podían darse el lujo de enfermar o debilitarse más de lo que ya estaban. La única prioridad ahora era sobrevivir. Pero, ¿cómo podían hacerlo en ese frío glacial?

—Brandon  —llamó Luke, dándole un suave golpe en el hombro para sacarlo de su letargo— Escúchame. Tenemos que hacer algo. Si no lo hacemos, no vamos a lograrlo.

Brandon abrió los ojos, pero apenas lo miró, como si la conciencia le llegara a trompicones. Luke tragó saliva. Sabía que tenía que tomar una decisión rápida. En ese entorno hostil, cada segundo contaba, y quedarse inmóvil era una sentencia de muerte.

—Tienes que acercarte más —dijo Luke en voz baja, casi como si no quisiera pronunciar esas palabras—. El frío está empeorando... Si no lo hacemos, no saldremos vivos de aquí.

Brandon parpadeó, como si intentara procesar lo que Luke le estaba sugiriendo. Finalmente, sin decir nada, asintió. No había tiempo para pensarlo dos veces. Era una cuestión de vida o muerte.

Luke se acomodó más cerca, y con movimientos lentos, pasó un brazo por detrás de los hombros de Brandon, atrayéndolo hacia su propio cuerpo. El contacto al principio fue incómodo, más por la situación que por otra cosa. Brandon, sorprendido por el calor del cuerpo de Luke, cerró los ojos y dejó escapar un suspiro tembloroso mientras se acurrucaba más, buscando refugio en el calor que ambos podían compartir.

El abrazo era firme, pero nada en ese momento tenía un doble sentido. Los dos sabían que en medio de aquel frío mortal, la única forma de sobrevivir era aferrarse el uno al otro. La respiración de Luke se estabilizó, aunque su cuerpo seguía tenso. Brandon, por otro lado, trataba de ignorar la cercanía, enfocándose solo en el calor que ahora irradiaba de Luke y lo mantenía consciente.

El viento seguía azotando fuera, pero la cueva comenzaba a parecer un refugio seguro, aunque precario. El silencio entre ellos era solo interrumpido por el susurro del viento y el sonido de sus respiraciones, pesadas y controladas.

—Vamos a salir de aquí, lo prometo —dijo Luke en un susurro, más para convencerse a sí mismo que para tranquilizar a Brandon—.

Brandon no respondió, pero asintió débilmente contra el pecho de Luke. En ese momento, no había espacio para pensar en nada más que en el siguiente aliento, en el próximo latido del corazón. Lo único que importaba era mantener el calor, seguir aferrados el uno al otro mientras la noche pasaba lentamente.

Los minutos se convirtieron en horas, y aunque el frío persistía, el calor que compartían logró estabilizar sus cuerpos. A pesar del dolor, a pesar del miedo, ambos se aferraban a esa pequeña chispa de esperanza de que, de alguna manera, lograrían sobrevivir a esa noche.

Entre balas y susurrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora