cuatro

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Jimin 

Me di vuelta en la cama, mirando al techo oscuro, incapaz de dormir. Esta cama no era la adecuada... bueno, no, era increíblemente cómoda, pero no era la mía. Era demasiado grande, y el blando colchón no me sostenía como lo hacía el duro colchón que tenía antes. Levanté la vista y me quedé mirando la puerta cerrada. La cama también estaba mal colocada. No me gustaba tener los pies mirando hacia la puerta.

Suspiré y volví a girarme, envolviéndome en las sábanas suaves, pero no como las mías. Las mías eran de franela que había sido lavada suficientes veces para que tuviera la suavidad que me gustaba en la piel, y estas eran de una especie de elegante algodón y no tenían el mismo tacto.

Había intentado no dejarme abrumar por la situación, concentrándome en una tarea cada vez, tratando de ignorar el panoramageneral y la aterradora conclusión de estar a punto de adentrarme en lo desconocido.

No podía dejar morir a Mingyu, o Seho, como resultó llamarse. ¿Cómo iba a hacerlo si podía ayudar a salvarle la vida?

Pero ahora estaba en el corazón de lo desconocido y no podía ignorarlo. Estaba a merced de un desconocido, en una gigantesca mansión de estilo jacobino con sus ladrillos rojos, sus columnas y pilastras, sus arcadas de medio punto y su tejado plano con parapetos calados. Me sentí como si acabara de entrar en una de mis series de televisión y formar parte de una academia sobrenatural.

Y, además, no sabía muy bien por qué, pero confié en Yoongi cuando dijo que no me haría daño. Había algo en sus ojos, en la forma en que me miraba, que era tan desconocido, diferente de todos los demás, y me hizo confiar en él, aunque lógicamente supiera que no debía.

“Te veo”. El corazón me dio un vuelco y apoyé la mano en mi pecho.
Cuando me dijo esas palabras, clavando sus ojos en los míos y mostrando la verdad de las mismas, mi corazón palpitó. Eso era algo que solo había experimentado antes en momentos de mucho estrés o mucha actividad física, pero cuando él las dijo, no me sentí estresado ni ansioso.

Cuando sostuve su mirada, me sentí absorbido por ella, y fue tan inesperado porque, a pesar de su parecido, nunca me había sentido hipnotizado por los ojos de Seho como lo estaba por los de Yoongi. Eran de un azul, casi turquesa, que me recordaba al lago Louise en pleno verano, con un círculo de color dorado caramelo alrededor de cada pupila casi irradiando como si hubiera salido el sol brillando sobre el lago.

Te veo... En ese momento, mi estómago experimentó un vuelco y una parte de mí esperaba que se tratara de un virus estomacal y no de nuevos y confusos sentimientos brotando a la vida. Ya me costaba mucho lidiar con los sentimientos que reconocía. No tenía por qué experimentar nada nuevo, y menos cuando estaba desorientado y con un hombre como él.

Sacudí la cabeza y me senté en la cama.
Él es el villano, Jimin; es el hombre de la pistola quien amenazó la vida de todos. Es el hombre que te secuestró, me repetí.

No llevaba bien lo de estar fuera de casa, lejos de mi rutina, y me había enterado, muy a mi pesar, que el límite, eran cinco días. ¿Podría Seho hacer lo que su hermano quisiera que hiciera en ese tiempo?

¿Podría volver a casa?

La idea de quedarme atrapado aquí permanentemente hacía que el ataque de pánico volviera a aflorar. Respiré hondo y miré hacia la puerta. Dijo que podía ir a cualquier parte de la casa, pero no me sentía muy cómodo vagando por este lugar oscuro, sin un alma despierta.

Miré el reloj y volví a suspirar; eran casi las dos de la madrugada y tenía que dormir. La falta de sueño siempre me hacía más sensible y desencadenaba mis síntomas con más facilidad.

Merciless Protector Donde viven las historias. Descúbrelo ahora