ocho

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Jimin 

Yoongi actuaba de forma extraña desde lo ocurrido en su club, y no estaba seguro, si era por lo que había presenciado o por lo que había hecho. Había causado estragos abriendo la bocaza cuando me había dicho que me quedara allí en la oscuridad, y normalmente lo hacía, pero por alguna razón, quería demostrarle que era útil, que todo lo que sabía no eran inconvenientes sino ventajas. No esperaba que provocara una pelea en toda regla y que luego desapareciera durante horas.

Había estado muy callado cuando me recogió en el pub. Al principio pensé que estaba enfadado porque me había ido de su despacho, pero me dijo que no. ¿Estaba diciendo la verdad? No pude ver ningún signo del engaño habitual en su rostro, pero una vez más, ahora que sabía lo que yo podía hacer, ¿simplemente tendría más cuidado?

Había pensado que solo era mi ansiedad y el TEA jugando con mi mente, como tantas otras veces, pero llevaba tres días evitándome a propósito y habían desaparecido todas sus preguntas inquisitivas.

Sinceramente, contra todo pronóstico, echaba de menos a Yoongi, y eso me inquietaba porque nunca antes había echado verdaderamente de menos a nadie, y también porque no estaba seguro, si era a él a quien echaba de menos o cómo me miraba. ¿Debería disculparme por mi intervención en el club? No creí haber hecho nada malo, pero podía ser una de esas veces en las que había leído erróneamente a la gente de la sala.

Antes de ir a buscarlo, me paré frente al espejo comprobando que mi aspecto era presentable. No se me daban bien los enfrentamientos; los odiaba, y siempre perdía la concentración en mitad de ellos, ya que la ansiedad de los mismos siempre sacaba lo peor de mí, pero no podía seguir especulando, cada vez empeorándolo un poco más.

—¡Adelante! —exclamé cuando alguien llamó a la puerta, deteniendo mi desordenado monólogo interior.

Yoongi abrió la puerta, y me sorprendió tanto encontrarlo allí que de repente olvidé mi filtro.

—¿Por qué me castigas? ¿Estás enfadado conmigo?

Enarcó una ceja, echando la cabeza hacia atrás.

—¿Enfadado? —Dio un paso hacia dentro y cerró la puerta tras de sí—. ¿Por qué iba a estar enfadado?

Me encogí de hombros y me volví hacia el espejo mientras me pasaba una mano por el flequillo ondulado.

—¿Cómo te estoy castigando?

Volví a mirarlo.

—Me has estado evitando. Hace días que no hablamos.

Dio un par de pasos más hacia mi habitación, sonriendo alegremente ahora, despistándome. ¿Por qué le haría eso gracia?

—¿Así que no verme es un castigo? —Sus ojos se arrugaron en las comisuras mientras su sonrisa se ampliaba—. Me complace saberlo.

Oh, por eso sonreía, lo tomaba como un cumplido. Ladeé la cabeza, analizándolo como me había enseñado mi terapeuta. Supongo que era un cumplido; eran pocas las personas cuya compañía disfrutaba o buscaba. Eso hizo que volviera a pensar en Seho, que había sido uno de los primeros hombres en inspirarme ese sentimiento, aunque no con tanta intensidad.

—¿Por qué no me ha llamado Seho? ¿Se encuentra bien?

El buen humor de Yoongi pareció esfumarse de inmediato.

—¿Por qué? ¿Tanto lo echas de menos? Sabes que no se esfuerza tanto por volver contigo.

Hice una mueca y su rostro se suavizó.

—Jimin. —Soltó un suspiro cansado—. ¿Por qué...? —Se detuvo y sacudió la cabeza—. ¿Tanto lo echas de menos?

—Es mi amigo.

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