doce

221 43 7
                                    

Jimin 

Esto es un gran error.

Me di cuenta cuando Yoongi abrió la puerta llevando solo un pantalón de pijama y una toalla alrededor del cuello. Su cabello estaba mojado y su piel aún lucía algunas gotitas de agua al azar.

No era tan urgente, al menos no era nada que no pudiera haber esperado hasta mañana. Debí haber esperado hasta mañana por la mañana. Lo sabía. Incluso me lo repetía a mí mismo en la cama mientras daba vueltas en ella hasta el punto que el Sr. Snuggles siseó y me abandonó para dormir en su cama.

Discúlpate y vete, Jimin. Me dije a mí mismo. Pide perdón y vete, ahora añadí mientras me miraba en silencio.

—¿Me estás utilizando? —Me estremecí una vez pronunciadas las palabras, sabiendo muy bien que no me dejaría marchar después de aquello. Era otra cosa que apreciaba de Yoongi.

No solo no me decía cosas feas, sino que tampoco me trataba como si fuera diferente. Cuando quería decirme algo, lo hacía, sin importarle si eso me incomodaba. No me trataba como si fuera una persona frágil o defectuosa. Me trataba como si no tuviera todos mis problemas, sin saber lo mucho que yo valoraba eso.

¿Tal vez debería decírselo? Sacudí la cabeza, intentando que mi mente dejara de divagar.

—¿Utilizando? —preguntó, alzando la toalla que rodeaba su cuello, para secarse más el cabello, y volví a darme cuenta de lo impropio y desconsiderado que había sido.

—No, perdona, puede esperar hasta mañana. —Posiblemente no podría, por lo que me quedaría sentado en un rincón de mi habitación repitiendo la conversación mantenida unas setecientas veces hasta que fuera el momento apropiado para ir a buscar a Yoongi. Durante ese tiempo, se me habrian ocurrido más de mil escenarios, y otras tantas preguntas, y habría tenido unos cuantos ataques de ansiedad con cada una de las oscuras teorías. Sí, iba a ser una noche muy larga.

—No lo creo. —Agarró mi muñeca y tiró de mí hacia su habitación antes de cerrar la puerta tras nosotros—. No puedes venir a mi habitación, acusarme de algo e irte. Si pensabas que podías irte sin más, es que no me conoces muy bien.

—No lo hago —respondí con sinceridad, y pese a lo extrañamente cómodo que me sentía con él y a lo seguro que me hacía sentir, era la pura verdad después de lo que dijo Seho.

—Claro que sí —respondió detrás de mí—. Me conoces mucho más que la mayoría de la gente.

Asentí distraídamente, echando un vistazo a su dormitorio. Era tal y como me gustaba: paredes oscuras junto con muebles escasos y oscuros daban a la habitación la sensación de amplitud que me encantaba y su fragancia, mezclada con un olor masculino que sospechaba que era exclusivamente suyo, impregnaba la habitación haciéndome sentir seguro.

—Me gusta esta habitación.

—Me alegro que lo hagas, aunque podemos hablar de mi dormitorio más tarde.

Me di la vuelta para mirarlo, dejando que mis ojos recorrieran su pecho, observando de nuevo todos sus tatuajes.

—¿Te importaría ponerte una camiseta? Me distraes.

—Puedo decir lo mismo de ti. Después de el bóxer de abuelo, me excita el pijama de franela cubierto de fresas. —Me dedicó una media sonrisa—. Además, eres tú el que ha invadido mi intimidad.

Me sonrojé y negué con la cabeza, sintiendo el móvil pesando en el bolsillo del pijama.

—Nunca debí venir aquí —admití. Cada vez me resultaba más fácil admitir las meteduras de pata que cometía a diario.

Merciless Protector Donde viven las historias. Descúbrelo ahora