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Drago Manudora estaba al borde de la desesperación.
Pasaron días desde que encontró la profecía sobre Starlight, y cada momento sin información lo hacía sentir como si se le escapara el control.
Su fortaleza, normalmente un bastión de poder, se sentía más bien como una prisión, llena de ecos de su creciente furia.
── ¿Cómo puede ser que no tenga idea de quiénes son? ── murmuró para sí mismo, recorriendo la sala con los ojos fijos en el mapa desgastado que había extendido sobre la mesa.
La falta de avances en su búsqueda lo inquietaba. Sabía que el tiempo no estaba de su lado.
Si la profecía era cierta, no solo debía encontrar a Starlight, sino también deshacerse de cualquier amenaza que pudiera surgir de su conexión con ese misterioso “jinete”.
Su mano golpeó la mesa, derribando un par de jarras de cerámica.
Los ecos resonaron, creando un silencio incómodo entre sus seguidores, que temerosos, se miraban entre sí, sin atreverse a interrumpir su tormento interno.
── ¡Esto es inaceptable! ── gritó Drago, su voz reverberando en las paredes de piedra. La frustración lo consumía.
Se imaginaba a ese jinete, montando su dragón con una sonrisa desafiante, como si tuviera el mundo a sus pies. Drago se esforzaba por imaginar su rostro, pero se sentía impotente.
Finalmente, cuando la angustia se tornó insoportable, la puerta de su fortaleza se abrió de golpe.
Eret, el traidor que había prometido traerle dragones, entró con el semblante preocupado.
── Señor, tengo que hablar con usted ── dijo Eret, la voz temblorosa.
Drago lo miró con desdén.
── ¿Dónde están los dragones que prometiste?
Eret tragó saliva, claramente nervioso.
── Lo siento, no pude traer más. Hay...complicaciones.
La furia de Drago aumentó, pero antes de que pudiera estallar, Eret continuó.
── Un jinete con una furia nocturna se llevó a los dragones, junto con una chica.
Drago sintió que el aire se le escapaba.
Un jinete. La conexión era innegable. Sus instintos lo alertaban; esta era la señal que había estado esperando.
── ¿Cómo te atreves a fallarme así? ── gritó Drago, pero su mente se había desviado. La mención de la “chica” le dio un giro a sus pensamientos.
── No sé quién es, solo sé que...
── Entonces, ¿qué sabes de este jinete? ── interrumpió Drago, acercándose amenazadoramente.
