El hechizo de Lupenco

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Soy un bebé de 17 años que nunca pudo jugar;

nunca pude gozar del abrazo afectivo de mi padre,

quien pareciera irse junto al pajarito que me acusaba.

Un hechicero era el que transformaba a las lindas azucenas en demonios,

a la inmensidad del mar en la sed del pueblo,

y cuya mente no estaba dispuesta a abrirse,

pues la mente abierta es una mente dañada.

El brujo decía llamarse Lupenco.

"¡Lupenco! ¡Lupenco!" exclamé.

"¡Por favor, déjame saltar alegre en los pastizales del jardín de barro limpio!

Mañana prometo ser adulto;

si, mañana, o tal vez el próximo año,

o tal vez en una década,

pero por ahora, con lo rápido que va el tiempo,

fallecido y volando como ángel en un cielo amarillo,

te pido que me permitas seguir siendo un niño

disfrutando de hacer castillos en la playa arenosa del tiempo perdido."

Me enjauló como perro en una prisión de células maduras,

y me mostró que el jardín en el que vivía era puro abono y deshechos de murciélagos diurnos.

Desde entonces me costó admirar el mundo como era;

miraba la supuesta tierra con muecas de náuseas,

y me pregunté si el ser humano realmente fue hecho con polvo,

o si, en realidad, el hombre también está hecho de la diarrea de algún otro ser cósmico.

Lupenco, además, encogió las 2 medias lunas que se besan hasta ser una sola,

para que me bailen en el gran prostíbulo de los anocheceres.

Yo, como bebé inocente y soñador,

no sentía nada por esa pareja de lesbianas astrales y seductoras,

pero luego sentí el goce en sus mamas de luciérnagas,

y en sus piernas de mares abiertos.

Fue entonces que hice el amor con ambas lunas bellas y delgadas,

desde esa noche, recurrí al vicio banal de acostarme siempre con ellas.

Me convirtió en un adulto varonil y de bigotes descuidados,

casi en un ratón antropomorfo,

y todo lo que no quería saber, lo sé.

Sé que la tierra en la que brincaba felizmente eran heces;

sé que el mundo es quien gira en torno al resplandeciente sol,

y sé que las medias lunas son las rameras más desleales,

quienes me persiguen a la vez que persiguen a otros hombres.

Ángel de SodomaWhere stories live. Discover now