9. La cita (parte 2)

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Las tablas de madera crujían bajo pasos apresurados, respiraciones agitadas y besos que anhelaban no terminar nunca. Las pieles de ambas eran recorridas por manos suaves que ansiaban tanto a la otra que ardían ante el contacto y se erizaban cuando se alejaban, como si el cuerpo estuviera tratando de estirarse para tocarse de nuevo.

Casi teletransportadas por la pasión que les envolvía, llegaron a las escaleras que llevaban al dormitorio. Debían separarse si no querían tropezar, pero en cuanto Marta subió el primer escalón, Fina le giró por la cintura, le dio un beso alzándose sobre sus talones y después giró de nuevo su cintura, esta vez para tomarla en brazos.

—¡Fina! —gritó Marta riendo y agarrándose a su cuello.

Marta no ayudó demasiado en el trayecto hacia el dormitorio, ya que fue depositando besos sobre su cuello, haciendo que a Fina le temblaran las piernas y tardara un poco más en subir los escalones.

Una vez arriba y con Marta ya en el suelo, Fina le devolvió todos los besos en el cuello que la otra le había regalado, haciendo que Marta cerrase los ojos, despertando así los demás sentidos y embriagándose de su cítrico perfume.

La mano de Marta comenzó a recorrer los botones del vestido de Fina, hasta que se detuvo en uno de ellos.

—Marta, ¿estás bien? —susurró apartando uno de sus rizos.

—Sí, es solo que estoy nerviosa.

—Amor —dijo acariciando sus mejillas con ambas manos—, te entiendo perfectamente y de verdad que no hace falta que hagamos nada más si no quieres. Si yo con estar a tu lado soy la persona más feliz del mundo —terminó rozando su nariz con la de ella, haciendo que Marta riese.

—Estoy segura de lo que quiero.

—¿Y qué quieres?

—A ti.

—¿A mí? —susurró con sonrisa pícara.

Marta asintió y retomó el camino de botones, esta vez desabrochándolos a su paso, revelando así la piel y el sostén de Fina.

—Si en algún momento quieres parar, solo tienes que decirlo, ¿vale? —se aseguró de decir Fina antes de que perdiera completamente la cabeza por Marta.

—Vale —afirmó prácticamente sobre sus labios.

A partir de este momento, las paredes de aquella cabaña presenciaron una danza de pasos descoordinados, manos tristes si no sentían a la otra y labios y lenguas que no necesitaban de palabras para expresar lo mucho que se necesitaban.

Marta sujetó la cintura de Fina, acercándola todo lo posible hacia ella, mientras que Fina colocaba los brazos sobre sus hombros y una mano en su nuca para profundizar un beso que se derretía entre gemidos.

Con destreza, Fina se deshizo del cárdigan de Marta, dejando sus espectaculares brazos al descubierto y no pudo resistirse a recorrerlos tanto con sus ojos, como con sus dedos, hasta llegar a sus manos, las cuales besó mirándole fijamente a los ojos, haciendo que Marta suspirase y volviese a juntar sus labios, saboreando cada segundo.

Fina quería que fuese Marta quien tuviese la iniciativa de desnudarse, porque aunque sabía que quería esto tanto como ella, esta era su primera vez y quería ir a su ritmo. Lo que no esperaba era que el ritmo de Marta fuese a ser tan rápido, ardiente y desesperado.

Tras una mirada de aprobación de Fina, Marta desabrochó su cinturón con una mano, mientras la otra se aseguraba de dejar sin aliento a Fina al hundir todos sus dedos en su trasero.

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⏰ Última actualización: Oct 06 ⏰

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