7. Buenos días, amor

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A las cuatro y media de la madrugada Fina se despertaba para ponerse a trabajar. Levantó un poco la cabeza para poder ver si Marta continuaba durmiendo y se le iluminó el rostro al ver lo tranquila que descansaba. Su respiración era calmada y una suave sonrisa reposaba en sus labios. Fina se levantó de la cama despacio para no despertarle, se cambió de ropa, se aseguró de tapar bien a Marta para que no pasase frío, dejó un beso en su frente, acarició su rostro y cerró su habitación tras ella por miedo a que su padre pudiera entrar.

A las siete menos cuarto, quince minutos antes de abrir y con todos los productos listos para el día, Fina preparó un café y unos suizos sobre una bandeja para llevarle el desayuno a Marta.

Cuando abrió la puerta de su habitación comprobó que Marta continuaba dormida. Dejó la bandeja sobre la mesita de noche y se sentó en el borde de la cama, acariciando el rostro de Marta hasta que comenzó a moverse ligeramente.

—Buenos días, cariño —dijo Fina todavía acariciándole.

Marta suspiró y enseguida sonrió al notar las caricias de Fina. Pasó sus dedos por sus ojos para adaptarse a la luz de la habitación y se sentó sobre la cama, reposando sobre el cabezal.

—Buenos días, amor.

—Me gusta eso... —dijo Fina prácticamente derritiéndose.

—¿El qué? ¿Amor? —preguntó Marta alzando las cejas y mordiendo su labio inferior.

—Uhum —asintió, acercándose lentamente a sus labios.

—¿Me vas a dar un beso de buenos días, amor? —preguntó acentuando esa última bonita palabra tras comprobar que la sonrisa de Fina se expandía al pronunciarla.

Fina acabó con el pequeño espacio que quedaba entre ellas, sellando sus labios en un dulce beso que hizo gemir a Marta.

—¿Cómo puede ser que estés tan preciosa recién levantada? —preguntó Fina acariciando su nariz con la suya para después admirarla.

—Es tu culpa.

—¿Mía?

—Uhum —asintió—. No puedo estar más feliz ahora mismo, así que supongo que eso se exterioriza.

Fina acarició su rostro y Marta cerró los ojos ante su tacto y suspiró, depositando todo su amor en el dulce beso que se dieron segundos después.

—Tengo que abrir la pastelería —dijo acariciando ahora las manos de Marta.

—Está bien... —aceptó volviendo a besarla.

—Así me lo estás poniendo difícil —dijo Fina riendo y besándola de nuevo—. Desayuna tranquila, ¿vale? Mi padre no creo que se levante hasta dentro de una hora más o menos. Cuando estés lista, bajas a la cocina y te aviso si hay alguien en la tienda para que puedas salir.

—Uhum —asintió perdida en los brillantes ojos de Fina.

—¿Has escuchado algo de lo que he dicho? —dijo alzando una ceja.

—No... —contestó haciéndole reír—. Es broma, sí te he escuchado. Gracias... —susurró acercando la barbilla de Fina para besarla de nuevo.

Fina miró el reloj de la pared que indicaba las 8 en punto— Ahora sí que tengo que abrir. Que aproveche el desayuno —dijo despidiéndose con un beso.

—Gracias, amor.

Fina se giró antes de cerrar la puerta para sonreírle, mientras Marta la observaba desde la cama, rodeada del delicioso olor a café y de unas mariposas que saboreó incluso más que el desayuno.

Pastelería Libertad • AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora