un día normal...

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no veía nada en absoluto...
De manera que así habían muerto sus padres... exactamente igual que esa araña.

¿También habían resultado sus cuerpos intactos, sin herida ni marca visible alguna? ¿Habían visto el resplandor de luz verde y oído el torrente de muerte acercándose velozmente, antes de que la vida les fuera arrancada?

Harry se había imaginado la muerte de sus padres una y otra vez durante los últimos tres años, desde que se había enterado de que los habían asesinado, desde que había averiguado lo sucedido aquella noche: que Colagusano los había traicionado revelando su paradero a Voldemort, el cual los había ido a buscar a la casa de campo; que cuando llego Dumbledore había matado en primer lugar a su padre que James Potter había intentado enfrentarse a él, mientras le gritaba a su omega que agarrara a Harry y echara a correr... y que Dumbledore había ido luego hacia Regulus Potter y le había ordenado hacerse a un lado para matar a Harry que el le había rogado que lo matara a el y no al niño, y se había negado a dejar de servir de escudo a su hijo... y que de aquella manera Voldemort lo había matado a el también, antes de dirigir la varita contra Harry...

Harry estaba al tanto de aquellos detalles porque había oído las voces de sus padres al enfrentarse con los dementores el curso anterior. Porque ésa era la terrible arma de los dementores: obligar a su víctima a revivir los peores recuerdos de su vida, y ahogarla, impotente, en su propia desesperación...

Moody había vuelto a hablar; desde la distancia, según le parecía a Harry. Haciendo un gran esfuerzo, volvió al presente y escuchó lo que decía el profesor.

Avada Kedavra es una maldición que sólo puede llevar a cabo un mago muy poderoso. Podríais sacar las varitas mágicas todos vosotros y apuntarme con ellas y decir las palabras, y dudo que entre todos consiguierais siquiera hacerme sangrar la nariz. Pero eso no importa, porque no os voy a enseñar a llevar a cabo esa maldición.

Ahora bien, si no existe una contramaldición para Avada Kedavra, ¿por qué os la he mostrado? Pues porque tenéis que saber. Tenéis que conocer lo peor. Ninguno de vosotros querrá hallarse en una situación en que tenga que enfrentarse a ella. ¡ALERTA PERMANENTE!
gritó, y toda la clase volvió a sobresaltarse.

Veamos... esas tres maldiciones, Avada Kedavra, cruciatus e imperius, son conocidas como las maldiciones imperdonables. El uso de cualquiera de ellas contra un ser humano está castigado con cadena perpetua en Azkaban. Quiero preveniros, quiero enseñaros a combatirlas. Tenéis que prepararos, tenéis que armaros contra ellas; pero, por encima de todo, debéis practicar la alerta permanente e incesante. Sacad las plumas y copiad lo siguiente...

Se pasaron lo que quedaba de clase tomando apuntes sobre cada una de las maldiciones imperdonables. Nadie habló hasta que sonó la campana; pero, cuando Moody dio por terminada la lección y ellos hubieron salido del aula, todos empezaron a hablar inconteniblemente. La mayoría comentaba cosas sobre las maldiciones en un tono de respeto y temor.

¿Visteis cómo se retorcía?

Y cuando la mató... ¡simplemente así!
Hablaban sobre la clase, pensó Harry, como si hubiera sido un espectáculo teatral, pero para él no había resultado divertida. Y, a juzgar por las apariencias, tampoco para Neville.

Dense prisa, les dijo muy tensa a Harry y Ron.

¿No vuelves a la condenada biblioteca? preguntó Ron.

Si, replicó Hermione, apresurando se a irse, cuando se fue harry recordó que el no fue el único que la paso mal en clase  Neville.

Neville se hallaba de pie, solo en mitad del pasillo, dirigiendo al muro de piedra que tenía delante la misma mirada horrorizada con que había seguido a Moody durante la demostración de la maldición cruciatus.

Neville... ,lo llamó Harry con suavidad.
Neville la miró.

Ah, hola , respondió con una voz mucho más aguda de lo usual. Qué clase tan interesante, ¿verdad? Me pregunto qué habrá para cenar, porque... porque me muero de hambre, ¿Ustedes no?

Neville, ¿estás bien?, le preguntó Ron.

Sí, sí, claro, estoy bien, farfulló Neville atropelladamente, con la voz demasiado aguda. Una cena muy interesante... clase, quiero decir... ¿Qué habrá para cenar?

Ron le dirigió a Harry una mirada asustada.

Neville, ¿qué...?

Oyeron tras ellos un retumbar sordo y seco, y al volverse vieron que el profesor Moody avanzaba hacia allí cojeando. Los cuatro se quedaron en silencio, mirándolo con aprensión, pero cuando Moody habló lo hizo con un gruñido mucho más suave que el que le habían oído hasta aquel momento.

No te preocupes, hijo, le dijo a Neville. ¿Por qué no me acompañas a mi despacho? Ven... tomaremos una taza de té.

Neville pareció tranquilizarse más ante la perspectiva de tomarse un té con Moody.  Pero ni se movió ni habló.

Neville sabía algo que el no...

Moody dirigió hacia Harry su ojo mágico.

Tú estás bien, ¿no, Potter?

Sí, contestó Harry en tono casi desafiante.

El ojo azul de Moody vibró levemente en su cuenca al escudriñar a Harry. Luego dijo

Tienen que saber. Puede parecer duro, pero tenéis que saber. No sirve de nada hacer como que... bueno... Vamos, Longbottom, tengo algunos libros que podrían interesarte.

Neville miró a sus amigos en forma de despedida, ninguno dijo nada, y no tuvo más remedio que irse con Moody, que le había puesto en el hombro una de sus nudosas manos.

Pero ¿qué pasaba?, preguntó Ron observando a Neville y Moody doblar la esquina.

No lo sé, repuso Harry, pensativa.

¡Vaya clase!, ¿eh?, comentó Ron, mientras emprendían el camino hacia el Gran Comedor. Fred y George tenían razón. Este Moody sabe de qué va la cosa, ¿a que sí? Cuando hizo la maldición Avada Kedavra, ¿te fijaste en cómo murió la araña, cómo estiró la pata?

Ron enmudeció de pronto ante la mirada de Harry, y no volvió a decir nada hasta que llegaron al Gran Comedor, cuando se atrevió a comentar que sería mejor que empezaran aquella misma noche con el trabajo para la profesora Trelawney, porque les llevaría unas cuantas horas.

Nadie participó en la conversación de Harry y Ron durante la cena, lo cuál era bastante raro.

Harry y Ron fueron hacia la torre de Gryffindor, y Harry, que no había pensado en otra cosa durante toda la cena, volvió al tema de las maldiciones imperdonables.

¿No se meterán en un aprieto Moody y Dumbledore si el Ministerio se entera de que hemos visto las maldiciones?, preguntó, cuando se acercaban a la Señora Gorda.

Ojalá diga que si..., pensó harry.

Sí, seguramente, contestó Ron. Pero Dumbledore siempre ha hecho las cosas a su manera, ¿no?, y me parece que Moody se ha estado metiendo en problemas desde hace años. Primero ataca y luego pregunta... Fíjate en lo de los contenedores de basura.

Tonterías...

La Señora Gorda se hizo a un lado para dejarles paso, y ellos entraron en la sala común de Gryffindor, que estaba muy animada y llena de gente.

Entonces, ¿nos ponemos con lo de Adivinación? propuso Harry.

Deberíamos, respondió Ron refunfuñando.

Fueron por los libros y los mapas al dormitorio, y encontraron a Neville allí solo, sentado en la cama, leyendo. Parecía mucho más tranquilo que al final de la clase de Moody, aunque todavía no estuviera del todo normal. Tenía los ojos enrojecidos.

¿Estás bien, Neville?, le preguntó Harry.

Sí, sí, respondió Neville, estoy bien, gracias. Estoy leyendo este libro que me ha dejado el profesor Moody...

Levantó el libro para que lo vieran. Se titulaba Las plantas acuáticas mágicas del Mediterráneo y sus propiedades.

Parece que la profesora Sprout le ha dicho al profesor Moody que soy muy bueno en Herbología, dijo Neville. Había una tenue nota de orgullo en su voz que Harry no había percibido nunca. Pensó que me gustaría este libro.

Decirle a Neville lo que la profesora Sprout opinaba de él, pensó Harry, había sido una manera muy hábil de animarlo, porque muy raramente oía decir que fuera bueno en algo. Era un gesto del estilo de los del profesor Lupin.

Harry y Ron cogieron sus ejemplares de Disipar las nieblas del futuro y volvieron con ellos a la sala común, encontraron una mesa libre y se pusieron a trabajar en las predicciones para el mes siguiente. Al cabo de una hora habían hecho muy pocos progresos, aunque la mesa estaba abarrotada de trozos de pergamino llenos de cuentas y símbolos, y Harry tenía la cabeza tan neblinosa como si se le hubiera metido dentro todo el humo procedente de la chimenea de la profesora Trelawney.

No tengo ni idea de qué significa todo
esto, declaró, observando una larga lista de cálculos.

¿Sabes qué?, dijo Ron, que tenía el pelo de punta a causa de todas las veces que se había pasado los dedos por él llevado por la desesperación. Creo que tendríamos que usar el método alternativo de Adivinación.

¿Qué quieres decir? ¿Que nos lo inventemos?

Claro, contestó Ron, que barrió de la mesa el batiburrillo de cuentas y apuntes, mojó la pluma en tinta y comenzó a escribir. El próximo lunes, dijo, mientras escribía, es probable que me acatarre debido a la negativa influencia de la conjunción de Marte y Júpiter.Levantó la vista hacia Harry. Ya la conoces: pon unas cuantas desgracias y le gustará.

Harry se rió un poco por las locuras de su amigo y por el bien de sus notas decidió no copiarle la idea.

Bueno eso es todo por ahora les dejé el capítulo que se suponía debía subir el domingo pasado, espero que lo disfruten y hasta en próximo domingo.

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