llegaron todos

199 20 0
                                    

¡El lago!, gritó Lee Jordan, señalando hacia él. ¡Mirad el lago!

Desde su posición en lo alto de la ladera, desde la que se divisaban los terrenos del colegio, tenían una buena perspectiva de la lisa superficie negra del agua. Y en aquellos momentos esta superficie no era lisa en absoluto. Algo se agitaba bajo el centro del lago. Aparecieron grandes burbujas, y luego se formaron unas olas que iban a morir a las embarradas orillas. Por último surgió en medio del lago un remolino, como si al fondo le hubieran quitado un tapón gigante...

Del centro del remolino comenzó a salir muy despacio lo que parecía un asta negra, y luego Harry vio las jarcias...

¡Es un mástil!, exclamó.

Lenta, majestuosamente, el barco fue surgiendo del agua, brillando a la luz de la luna. Producía una extraña impresión de cadáver, como si fuera un barco hundido y resucitado, y las pálidas luces que relucían en las portillas daban la impresión de ojos fantasmales. Finalmente, con un sonoro chapoteo, el barco emergió en su totalidad, balanceándose en las aguas turbulentas, y comenzó a surcar el lago hacia tierra. Un momento después oyeron la caída de un ancla arrojada al bajío y el sordo ruido de una tabla tendida hasta la orilla.

A la luz de las portillas del barco, vieron las siluetas de la gente que desembarcaba. Todos ellos, según le pareció a Harry, tenían la constitución de Crabbe y Goyle... pero luego, cuando se aproximaron más, subiendo por la explanada hacia la luz que provenía del vestíbulo, vio que su corpulencia se debía en realidad a que todos llevaban puestas unas capas de algún tipo de piel muy tupida. El que iba delante llevaba una piel de distinto tipo: lisa y plateada como su cabello.

¡Dumbledore!, gritó efusivamente mientras subía la ladera. ¿Cómo estás, mi viejo compañero, cómo estás?

¡Estupendamente, gracias, profesor Karkarov!, respondió Dumbledore.

Karkarov tenía una voz pastosa y afectada. Cuando llegó a una zona bien iluminada, vieron que era alto y delgado como Dumbledore, pero llevaba corto el blanco cabello, y la perilla (que terminaba en un pequeño rizo) no ocultaba del todo el mentón poco pronunciado. Al llegar ante Dumbledore, le estrechó la mano.

El viejo Hogwarts, dijo, levantando la vista hacia el castillo y sonriendo. Tenía los dientes bastante amarillos, y Harry observó que la sonrisa no incluía los ojos, que mantenían su expresión de astucia y frialdad. Es estupendo estar aquí, es estupendo... Viktor, ve para allá, al calor... ¿No te importa, Dumbledore? Es que Viktor tiene un leve resfriado...

Karkarov indicó por señas a uno de sus estudiantes que se adelantara. Cuando el muchacho pasó, Harry vio su nariz, prominente y curva, y las espesas cejas negras. Para reconocer aquel perfil no necesitaba el golpe que Ron le dio en el brazo, ni tampoco que le murmurara al oído.

¡Harry...! ¡Es Krum!

¡No me lo puedo creer!, exclamó Ron asombrado cuando los alumnos de Hogwarts, formados en fila, volvían a subir la escalinata tras la comitiva de Durmstrang. ¡Krum, Harry! ¡Es Viktor Krum!

¡Ron, por Dios, no es más que un jugador de quidditch!, dijo Hermione.

¿Nada más que un jugador de quidditch? repitió Ron, mirándola como si no pudiera dar crédito a sus oídos. ¡Es uno de los mejores buscadores del mundo, Hermione! ¡Nunca me hubiera imaginado que aún fuera al colegio!

Cuando volvían a cruzar el vestíbulo con el resto de los estudiantes de Hogwarts, de camino al Gran Comedor, Harry vio a Lee Jordan dando saltos en vertical para poder distinguir la nuca de Krum. Unas chicas de sexto revolvían en sus bolsillos mientras caminaban.

¡Ah, es increíble, no llevo ni una simple pluma! ¿Crees que accedería a firmarme un autógrafo en el sombrero con mi lápiz de labios?

¡Pero bueno!, bufó Hermione muy altanera al adelantar a las chicas, que habían empezado a pelearse por el lápiz de labios.

Voy a intentar conseguir su autógrafo dijo Ron. No llevarás una pluma, ¿verdad, Harry?

Las dejé todas en la mochila, contestó.

Se dirigieron a la mesa de Gryffindor. Ron puso mucho interés en sentarse orientado hacia la puerta de entrada, porque Krum y sus compañeros de Durmstrang seguían amontonados junto a ella sin saber dónde sentarse. Los alumnos de Beauxbatons se habían puesto en la mesa de Ravenclaw y observaban el Gran Comedor con expresión crítica. Tres de ellos se sujetaban aún bufandas o chales en torno a la cabeza.

No hace tanto frío, dijo Hermione, molesta. ¿Por qué no han traído capa?

¡Aquí! ¡Ven a sentarte aquí!, decía Ron entre dientes. ¡Aquí! Hermione, hazte a un lado para hacerle sitio...

¿Qué?

Demasiado tarde, se lamentó Ron con amargura.

Viktor Krum y sus compañeros de Durmstrang se habían colocado en la mesa de Slytherin. Harry vio que Malfoy, Crabbe y Goyle parecían muy ufanos por este hecho. En el instante en que miró, Malfoy se inclinaba un poco para dirigirse a Krum.

Sí, muy bien, hazle la pelota, Malfoy, dijo Ron de forma mordaz. Apuesto algo a que Krum no tarda en calarte... Seguro que tiene montones de gente lisonjeándolo todo el día... ¿Dónde creéis que dormirán? Podríamos hacerle sitio en nuestro dormitorio, Harry... No me importaría dejarle mi cama yo puedo dormir en una plegable.

Hermione exhaló un sonoro resoplido.

Parece que están mucho más contentos que los de Beauxbatons, comentó Harry.

Los alumnos de Durmstrang se quitaban las pesadas pieles y miraban con expresión de interés el negro techo lleno de estrellas.

Dos de ellos cogían los platos y las copas de oro y los examinaban, aparentemente muy impresionados.

En el fondo, en la mesa de los profesores, Filch, el conserje, estaba añadiendo sillas. Como la ocasión lo merecía, llevaba puesto su frac viejo y enmohecido. Harry se sorprendió de verlo añadir cuatro sillas, dos a cada lado de Dumbledore.

Pero sólo hay dos profesores más, se extrañó Harry. ¿Por qué Filch pone cuatro sillas? ¿Quién más va a venir?

¿Eh?, dijo Ron un poco ido. Seguía observando a Krum con avidez.

Habiendo entrado todos los alumnos en el Gran Comedor y una vez sentados a las mesas de sus respectivas casas, empezaron a entrar en fila los profesores, que se encaminaron a la mesa del fondo y ocuparon sus asientos.

Los últimos en la fila eran el profesor Dumbledore, el profesor Karkarov y Madame Maxime. Al ver aparecer a su directora, los alumnos de Beauxbatons se pusieron inmediatamente en pie. Algunos de los de Hogwarts se rieron. El grupo de Beauxbatons no pareció avergonzarse en absoluto, y no volvió a ocupar sus asientos hasta que Madame Maxime se hubo sentado a la izquierda de Dumbledore.

Éste, sin embargo, permaneció en pie, y el silencio cayó sobre el Gran Comedor.

Buenas noches, damas, caballeros, fantasmas y, muy especialmente, buenas noches a nuestros huéspedes, dijo Dumbledore, dirigiendo una sonrisa a los estudiantes extranjeros. Es para mi un placer daros la bienvenida a Hogwarts. Deseo que vuestra estancia aquí os resulte al mismo tiempo confortable y placentera, y confío en que así sea.

Una de las chicas de Beauxbatons, que seguía aferrando la bufanda con que se envolvía la cabeza, profirió lo que inconfundiblemente era una risa despectiva.

¡Nadie te obliga a quedarte!, susurró una estudiante, irritada con ella.

El Torneo quedará oficialmente abierto al final del banquete, explicó Dumbledore. ¡Ahora os invito a todos a comer, a beber y a disfrutar como si estuvierais en vuestra casa!.

Les quiero decir que estoy abierta a ideas, por lo cual cualquier idea que tengan sobre la historia, escriba la en los comentarios y yo los leeré y tomaré en cuenta.

Los Nuevos LordsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora