eight

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Esta mañana me levanté un poco rara, no me sentía lista para el día, lo entendí todo. Me cambié de mala manera y tratando de mantener la compostura salí de la habitación para dirigirme al comedor, agarrar una manzana y sin emitir palabra cruce la puerta de mi casa en camino al colegio. Durante el camino me regañé mentalmente, no debía tratar a mi familia de esa forma, pero no podía controlarlo. Deseaba con todas mis fuerzas que se me pasara para cuando llegara al colegio, no quería molestar ni tratar mal a nadie, menos a él.

Tuvimos la primera clase de bordado y para ser sincera nunca pensé ver esto, 40 estudiantes. Eso no era lo más impresionante, era que Quiñones estaba entre ellos.

-Con lanas delgadas, que queden muy elegantes y bonitas- mi bordado estaba quedando bonito, sabía hacerlo, pero mi mal humor hacía que esto no fuera precisamente lo más placentero en estos momentos y volteara los ojos cada vez que la profesora emitía palabra.

-Señorita Samper, ¿Qué es ese enredo que tiene ahí? - lo que tenía Eva en las manos parecía cualquier cosa menos un bordado.

-Profesora no me llamo señorita Samper, me llamo Eva. Y lo que pasa es que no se como funciona esto- la cara de frustración de mi amiga era una total obra de arte.

- ¿Y no le da vergüenza con sus compañeros? Que siendo la única niña de la clase sea la que menos da pie con bola- que grosera y aparte si comentario todo machista.

-No profe, no me da ni cinco de vergüenza. A la que debería de darle es a usted por no saber cómo enseñar- no me esperaba esa respuesta, creo que nadie porque en cuanto Eva terminó de hablar sonidos de sorpresa llenaron el lugar y si fuera por mí ya hubiera sacado una cámara para guardar la cara de la profesora.

-Señorita Samper tenga usted respeto- la voz de la profesora iba subiendo de tono poco a poco.

-Me llamo Eva y el respeto no se exige, se gana- para el beneficio de Eva el timbre sonó y la profesora no pudo decir nada más pero el coraje se notaba en su cara que parecía tomate.

-Me llamo Eva y el respeto no se exige, se gana- para el beneficio de Eva el timbre sonó y la profesora no pudo decir nada más pero el coraje se notaba en su cara que parecía tomate

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Al salir vi como mi hermano y sus amigos iban al baño, no tenía ganas de hablar con nadie. Me encerré en el salón donde no había absolutamente nadie y reposada en la mesa me quedé dormida.

 Me encerré en el salón donde no había absolutamente nadie y reposada en la mesa me quedé dormida

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¿Todo? -Alvaro CastroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora