La mañana siguiente amaneció más cálida, pero Clara seguía sintiendo la brisa fría que había quedado de la tarde anterior. El encuentro con Javier no había dejado de rondarle la cabeza, como si una semilla inquieta hubiera sido plantada en su interior. Intentó sacárselo de la mente mientras abría el café, pero la imagen de sus ojos curiosos y sus palabras seguían presentes.
—No es nada, Clara, concéntrate —se dijo en voz baja, acomodando las sillas y revisando la cafetera. El murmullo de la radio en el fondo la acompañaba, y el aroma a café recién hecho comenzaba a llenar el lugar.
El día transcurrió sin novedades. Los habituales del pueblo llegaron a sus horas de siempre: los pescadores al mediodía, algunos turistas perdidos al caer la tarde. Pero Clara sabía que estaba esperando algo más, aunque no quisiera admitirlo.
Cerca del final de la tarde, cuando la luz dorada del sol comenzaba a iluminar las calles, la campanilla de la puerta sonó nuevamente. Clara levantó la mirada de su libro y, para su sorpresa, no era Javier quien entraba esta vez. Era Sofía, su amiga de la infancia, con una sonrisa brillante y la energía despreocupada de siempre.
—¡Clara! ¡Hace días que no te veo! —exclamó Sofía, lanzándose sobre ella para darle un abrazo.
Clara sonrió mientras correspondía el gesto, pero su mente aún seguía distraída.
—Sí, he estado ocupada con el café y... bueno, ya sabes, la rutina.
Sofía se sentó frente a ella, dejándose caer en la silla como si fuera la dueña del lugar.
—¿La rutina? Vamos, Clara, ¡tienes que salir de aquí! No puedes pasarte la vida sirviendo café a los mismos cinco pescadores.
Clara suspiró, una mezcla de resignación y una pequeña chispa de irritación.
—Lo sé, lo sé. Pero las cosas no son tan fáciles como parecen. Además, aquí es donde estoy segura, donde me siento cómoda.
Sofía la miró con ojos llenos de compasión y determinación.
—Eso es lo que siempre dices. Pero dime, ¿cuándo fue la última vez que hiciste algo que realmente quisieras hacer? ¿Algo para ti?
La pregunta quedó en el aire por un momento, como si el tiempo se hubiera detenido. Clara bajó la mirada y jugueteó con la servilleta en la mesa.
—No lo sé... Hace mucho.
Sofía se inclinó hacia ella, apoyando los codos en la mesa.
—¿Recuerdas cuando querías ser fotógrafa? Tenías ese pequeño álbum lleno de fotos de las olas, las rocas, hasta los gatos callejeros. ¿Qué pasó con todo eso?
Clara sonrió con nostalgia al recordar aquellos días. Cuando era adolescente, soñaba con recorrer el mundo, con capturar momentos únicos a través de su lente. Pero los años pasaron, las responsabilidades llegaron y la pasión fue apagándose poco a poco.
—La vida pasó —respondió, encogiéndose de hombros—. Ya sabes cómo es.
Sofía la miró con una mezcla de frustración y ternura.
—La vida siempre va a pasar, Clara. Pero eso no significa que tengas que quedarte estancada. Aún puedes hacer lo que quieras.
Clara iba a responder cuando, de repente, la campanilla de la puerta sonó nuevamente. Esta vez, sí era Javier. Entró con la misma chaqueta gastada, su cámara colgando del cuello y una sonrisa ligera. Al verlo, Clara sintió un pequeño nudo en el estómago, algo que no esperaba.
—¿Interrumpo algo? —preguntó él, al notar la presencia de Sofía.
—Para nada —respondió Sofía antes de que Clara pudiera decir algo—. Yo ya me iba. Solo vine a recordarle a mi amiga que no olvide que tiene una vida por vivir.
Clara le lanzó una mirada de advertencia a Sofía, pero su amiga solo sonrió de manera pícara y se levantó de la silla.
—Nos vemos luego —dijo Sofía, dándole un guiño antes de salir del café, dejando a Clara sola con Javier.
El silencio que quedó después de la partida de Sofía era incómodo, pero Javier no parecía afectado. Se acercó al mostrador con su habitual aire relajado.
—¿Café para llevar? —preguntó Clara, tratando de mantener la conversación ligera.
—Claro, pero hoy para tomar aquí, si no te molesta —respondió él, sentándose en la misma mesa junto a la ventana que había ocupado el día anterior.
Clara preparó el café, sintiendo el peso de las palabras de Sofía sobre sus hombros. ¿De verdad estaba viviendo la vida que quería? Javier parecía observarla de manera más profunda hoy, como si pudiera ver más allá de su fachada.
Cuando le entregó el café, Javier la miró a los ojos y dijo, sin preámbulo:
—Me pregunto qué es lo que realmente quieres hacer, Clara. Pareces estar atrapada aquí, pero no en el buen sentido.
Clara sintió que el aire se le escapaba por un segundo. ¿Era tan evidente?
—¿A qué te refieres? —preguntó, tomando asiento frente a él por primera vez desde que lo conocía.
—Ayer dijiste que la rutina te había hecho olvidar tus sueños. Yo lo entiendo —respondió Javier, tomando un sorbo de café—. A veces uno se queda en un lugar porque es lo que parece más fácil, más seguro. Pero me cuesta creer que alguien como tú quiera estar siempre aquí.
Clara bajó la vista, sintiendo que una parte de ella estaba siendo desenmascarada.
—Es complicado —dijo finalmente, con la voz más baja de lo que pretendía.
—Todo lo es —respondió Javier con suavidad—. Pero nunca es tarde para cambiar. Yo también estuve atrapado alguna vez, pero decidí que no iba a quedarme ahí.
Clara lo miró, intrigada.
—¿Cómo lo hiciste?
Javier sonrió, como si supiera que esa pregunta iba a llegar.
—Me fui. Dejé todo atrás y me dediqué a viajar, a fotografiar el mundo. No fue fácil al principio, pero poco a poco me di cuenta de que, aunque el cambio da miedo, a veces es lo único que nos puede salvar.
Clara escuchó sus palabras con atención. Nunca había conocido a alguien que hablara con tanta claridad sobre la vida y el cambio. Parecía tan seguro de lo que decía, como si hubiese encontrado una verdad que ella aún no lograba alcanzar.
—No sé si tengo el valor para hacer eso —admitió Clara, sintiendo el peso de sus propios miedos.
Javier la miró con seriedad, pero también con una especie de compasión que la desarmó.
—El valor no es algo que tengas o no tengas. Es algo que construyes, paso a paso.
Clara se quedó en silencio, pensando en lo que él acababa de decir. Quizás, solo quizás, había algo de verdad en sus palabras. Tal vez era momento de empezar a construir ese valor.
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Bajo el cielo de abril
RomanceLa historia sigue a Clara, una joven que vive en una pequeña ciudad costera, atrapada entre el deseo de una vida tranquila y la pasión por los viajes que nunca ha realizado. Su mundo da un giro inesperado cuando conoce a Javier, un fotógrafo itinera...