Clara despertó esa mañana sintiéndose diferente, como si el peso que había estado cargando por tanto tiempo se hubiera aligerado. Había algo en el aire, una especie de electricidad, como si algo estuviera a punto de suceder. Mientras preparaba su café matutino, revisó de nuevo las notificaciones de su perfil de fotografía. Las imágenes que había subido continuaban recibiendo comentarios, y algunos fotógrafos incluso le habían enviado mensajes de apoyo y colaboración.
Se sintió abrumada por la respuesta, pero en el mejor de los sentidos. No podía dejar de pensar en cómo, solo unos días atrás, su vida parecía estancada, atrapada en la monotonía de abrir y cerrar el café. Ahora, de repente, se sentía conectada con el mundo de nuevo, como si una puerta que creía cerrada se hubiera abierto de par en par.Después de terminar su café, decidió salir con su cámara otra vez. El cielo estaba despejado, y el viento suave traía consigo el aroma de los pinos cercanos. Sin planearlo demasiado, comenzó a caminar hacia las afueras del pueblo, donde recordaba haber tomado algunas de sus fotos favoritas años atrás. En su mente, esos lugares estaban cargados de recuerdos, y sentía que necesitaba reencontrarse con ellos.***Llegó a una colina desde la cual se podía ver todo Santa Marina. El paisaje, aunque familiar, parecía más vibrante de lo que recordaba. El pueblo, con sus tejados rojos y sus calles serpenteantes, se veía pequeño desde esa distancia, pero estaba lleno de vida. Clara levantó la cámara y empezó a disparar, buscando capturar no solo lo que veía, sino lo que sentía en ese momento.Después de un rato, se sentó en la hierba, permitiéndose un momento de descanso. A lo lejos, escuchó el ruido de un coche acercándose. Levantó la vista y vio que era **Martín**, el fotógrafo que había conocido en la cena de Sofía. La sorpresa la hizo sonreír. Él estacionó el coche y bajó, saludándola con una mano.—¿Te molesta si me uno? —preguntó, sosteniendo su propia cámara.Clara negó con la cabeza, aún sonriendo.—Por supuesto que no. Es un buen lugar para fotografiar.Martín se sentó junto a ella, y por unos minutos, ambos disfrutaron del silencio, cada uno inmerso en sus pensamientos. Fue él quien rompió el silencio.—¿Cómo va todo desde la última vez que hablamos?Clara suspiró, aunque esta vez no fue un suspiro de tristeza o confusión.—Bastante mejor, en realidad. He estado tomando fotos otra vez, y subí algunas a una plataforma. Para mi sorpresa, a la gente le han gustado.Martín la miró con una sonrisa cálida.—Eso es genial. Me alegra escuchar que volviste a hacerlo. ¿Y qué vas a hacer ahora?La pregunta la tomó por sorpresa. No había pensado en lo que vendría después. Había estado tan centrada en retomar la fotografía que no había considerado el futuro a largo plazo.—No lo sé. No he pensado en ello —admitió, mirando el horizonte.Martín asintió.—Eso es normal. Pero ahora que has dado el primer paso, es importante pensar en lo que realmente quieres. ¿Te ves haciendo esto a tiempo completo?La idea la asustaba y la emocionaba a partes iguales. Había algo aterrador en dejar atrás la seguridad del café, pero también había una emoción latente en la posibilidad de dedicarse a algo que realmente la llenaba.—No estoy segura... supongo que lo que más me asusta es el fracaso. ¿Y si no soy lo suficientemente buena? ¿Y si todo esto es solo una ilusión pasajera?Martín la miró con seriedad.—El miedo siempre estará ahí. Pero lo importante es no dejar que te paralice. Todos los fotógrafos, todos los artistas, enfrentan ese mismo miedo. Lo único que marca la diferencia es seguir adelante a pesar de él.Sus palabras calaron hondo en Clara. Sabía que él tenía razón. Había pasado demasiado tiempo dejando que el miedo dirigiera su vida, y eso la había llevado a un lugar donde no quería estar. Si quería cambiar, si realmente quería vivir de una manera diferente, tenía que enfrentarse a ese miedo.—Lo intentaré —dijo, más para sí misma que para Martín.***De vuelta en el pueblo, Clara entró en el café y fue recibida por **don Manuel**, el hombre mayor que solía visitarla casi todos los días para su café de la tarde. Hoy parecía más animado de lo normal.—¡Clara! —la llamó desde su mesa habitual—. Hoy tienes un brillo diferente. ¿Qué ha cambiado?Clara sonrió mientras le servía su café.—No lo sé, don Manuel. Tal vez solo estoy empezando a ver las cosas de manera distinta.El anciano la miró con sus ojos sabios y asintió lentamente.—Eso es bueno, hija. La vida es demasiado corta para vivirla en sombras. Tienes que perseguir lo que te hace brillar.Clara se quedó pensando en esas palabras mientras volvía al mostrador. Parecía que todos a su alrededor estaban dándole las mismas señales, como si el universo conspirara para empujarla en una nueva dirección. Y quizá, solo quizá, estaba lista para seguir ese camino.***Esa noche, después de cerrar el café, Clara se quedó en la pequeña oficina, revisando nuevamente las fotos que había tomado ese día. Las imágenes eran simples: el pueblo desde la distancia, los colores del cielo al atardecer, las sombras proyectadas por los árboles. Pero había algo en ellas, algo que Clara no había visto en mucho tiempo: una chispa de vida, de emoción. Sentía que, de alguna manera, estaba capturando no solo el paisaje, sino su propia transformación.Decidió subir esas nuevas fotos a su perfil, sintiéndose cada vez más cómoda con la idea de compartir su trabajo. No esperaba mucho, solo quería seguir conectando con esa parte de ella que había mantenido oculta por tanto tiempo. Y, para su sorpresa, poco después de publicarlas, recibió un mensaje de una galería local. Estaban interesados en su trabajo y querían saber si estaría dispuesta a participar en una exposición colectiva.Clara se quedó sin palabras, leyendo el mensaje una y otra vez. Era exactamente lo que Martín le había dicho: si te lanzas, no sabes qué puertas pueden abrirse.Tomó su teléfono y le envió un mensaje a Javier:—"Me han invitado a una exposición. No sé qué hacer."Minutos después, su teléfono sonó con una respuesta de Javier:—"Hazlo. No lo dudes."Clara miró la pantalla, y con una sonrisa en los labios, respondió:—"Tienes razón. Lo haré."Esa noche, se fue a la cama con una sensación de emoción y vértigo. Sabía que el camino que había elegido no sería fácil, pero por primera vez en mucho tiempo, estaba dispuesta a enfrentarlo.---**Fin del Capítulo 6**En este capítulo, Clara sigue avanzando en su viaje personal y artístico. La oportunidad de participar en una exposición colectiva le muestra que el mundo está lleno de posibilidades, siempre y cuando esté dispuesta a dar el salto. Aunque el miedo sigue presente, está decidida a no dejar que la detenga.
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Bajo el cielo de abril
RomanceLa historia sigue a Clara, una joven que vive en una pequeña ciudad costera, atrapada entre el deseo de una vida tranquila y la pasión por los viajes que nunca ha realizado. Su mundo da un giro inesperado cuando conoce a Javier, un fotógrafo itinera...