Anahera Malyshev.
Gritos, más gritos y unos sollozos en el pasillo llaman mi atención, me levanto de la silla un poco reacia, camino en silencio dirigiendo me a ver quién solloza de esa manera. Pegada a la pared me encuentro a la pequeña niña de anoche.
—Princesa —se asusta cuando escucha mi voz, estiró mis brazos otra vez para recibirla.
Corre hacia mi y sigue llorando más fuerte que antes, muchísimo, me rompe el alma ver su carita de angel bañada en lágrimas, sus ojitos inchados. La cargo y me dirijo de nuevo a la sala sentado en el mismo sillón donde me desperté.
—Me duele —me sorprendo al escuchar su voz y que tocará su brazo.
Le quitó el suéter que trae dejando ver una blusa, sus brazos tiene moretones de todos los tamaños, siento el picor en mis ojos y mi garganta se cierra. Soy incapaz de decir algo tranquila.
—Pronto dejara de hacerlo —la abrazo más contra mi, dejo un beso en su cabello y dejo que las lágrimas salgan de mis ojos.
La voz de Ethan llena la sala, no se ha ido. No respondo, mi voz está rota, me siento vacía y hace mucho que no lo hacía, no respondo a sus preguntas solo lo miro dejando que las lágrimas fluyan como un rio por mis mejillas.
—¡Ya te dije que no. Annie, tu hija no se quedará conmigo!
—por favor, Draven. Te lo suplico, no se que más hacer, se la llevará. No sé que le pueda pasar.
—Dije que no Annie.
De eso se siguen escuchando más gritos, la nena está llorando otra vez, trato de calmarla. No me gusta el color morado que tiene sus brazos. Maldito el que se haya atrevido a tocarla, ni en el averno pagara todo lo que le ha hecho.
Él sale colérico de aquella habitación, mira a la niña en mi regazo ya más clamada, está hipando, y yo sigo llorando, no se cuando sucedio pero me recordó a mi infancia. Me levanto para pararme frente a él.
—Por favor, yo la cuido —farfullo muy bajito, mi voz es casi inexistente en este momento—. Lo prometo.
—No —esa respuesta ya la he escuchado demasiadas veces, la niña es arrebatada de mis brazos. Dejando un vacío en mi pecho más profundo.
La nena se va con su madre, quien aún suplica, son sacadas a la fuerza de la casa. Estoy furiosa y realmente dolida por su decisión, se que realmente no soy nada de él, pero la fibra sensible en mi cuerpo que creía Rita para siempre se ha hecho añicos está vez, él intenta tocarme. No quiero su contacto, me alejo lo más que puedo de él.
Los dejo a los dos hay parados viendo cómo me muero otra vez, Ethan mira mal a Draven, se que no soy quien para decidir en esta casa y no tengo el poder de nada aquí. Decido encerrarme en la habitación, su habitación que es mi prisión.
Subo las escaleras lo más rápido que puedo, corro a la habitación cuando piso el inicio del pasillo, le pongo seguro a la puerta sintiendo el toque en ella, me dejó llegar hasta la cama como alma en pena su voz se escucha lejana me surmerjo en mi miseria, Laina. Si estuvieras aquí sería diferente.
—Anahera, abreme.
—¡Vete, no sabes cuánto te odio! —grito lo más fuerte que puedo lastimando mi garganta, no quiero verlo.
Está vez jodió esto para siempre, no Quero ver su rostro ni cuando valla a tomar agua, o si quiera a recibir la barra de chocolate. Y creo que ese trato se acabó, ya no hay más barra de chocolate, no más merienda nocturna ni su compañía en los almuerzos.
Dejo que mis lágrimas llenen la almohada, me ahogo cuando se me tapa la nariz por toda la mocosidad producida por llorar.
La puerta es tocada más suave está vez, y la voz dulce de Susi se escucha. Corro a abrirle, tratando de no caerme en el intento.
—Anahi —pronuncia entrando rápido, cierro la puerta cuando termina de pasar.
—Deja me lavo la cara Susi —cierro con seguro y me dirijo al baño.
Me quedo en el suelo viendo a la nada, sin llorar, sin sentir. Me limpio la cara con mis manos, pasan diez minutos, luego quince y después pierdo la noción del tiempo, mi mundo parece odiarme ahora.
Su voz se escucha en la habitación y luego unos golpes en la puerta del baño, me levanto rápido y coloco el seguro.
—Cuando decidas que es tiempo de hablar, dile a Susana que me llame o tal vez dile a Ethan.
Después de eso hay silencio, solo se escuchan sus paso y el sonido de la puerta cerrándose, unos pasos más suaves se escuchan y una voz más se escucha en la habitación.
—Señorita Anahi —pego mi oído a la puerta.
—¿Sí?
—¿Puede salir?
Me levanto mirando mi figura en el espejo, mi pelo está revuelto, mis ojos hinchados casi ni se nota que tengo ojos, me lavo la cara lo más rápido que puedo.
Cuando abro la puerta, hay está ella, no sé su nombre, pero eso no impide que le tenga cariño, sus ojitos se ven con alguna ilusión risueña, sonrío y la abrazo. Draven pudo retractarse de esto pero ya no hay vuelta atrás en poner un límite.
—Él señor dijo que eres mi mami y que el es mi papá —es lo primero que dice cuando la suelto—. También me entrego unos papeles, para ti.
Extrañada, la acompaño cuando me dirige a la cama, esta a sido arreglada por Susana, la comida esta en la mesita de noche. La nena me tiende los papeles, la coloco junto a mi en la cama, empiezo a leer uno tras otro sin creerlo. Son papeles de adopción, tienen mi nombre y mi firma, luego está Draven quien también firmo, el siguiente papel a ese es como se le es otorgado nuestros apellidos a la nena y por último una carta de él, esa la jedo aun lado finjiendo que no existe aunque me tienta leer su contenido no lo hago.
—¿Has almorzado? —pregunto estúpidamente.
—No, él señor me trajo aquí hace un ratito.
—Bien pues vamos a comer —la acomodo en la cama para luego poner frente a nosotras mi almuerzo.
—Mamá —su susurro no pasa desapercibido, la miro esperando a que siga hablando—. Hay un señor raro, dice que es mi tío.
Me río por eso, Ethan es como un niño, y de lo poco que se de él le encanta hacer payasadas.
—Sí, lo conocerás bien después, por ahora come.
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En la misma habitación que el Diablo
De Todo-Cuidado, no es mala persona. Pero no sabe amar -fue esa su advertencia pero me deje llevar por el color tan raro de sus ojos. Cada palabra que decía la guardaba en una bóveda. No fue la única advertencia que me dieron pero igual caí por el. Ahora...