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Las últimas semanas con Chiara habían sido un tira y afloja constante. A pesar de los momentos en los que parecía que nos acercábamos, siempre había algo que nos hacía retroceder, ya fueran las bromas de las chicas o las constantes pullas que nos lanzábamos. No me molestaba del todo, incluso me divertía ver cómo la situación avanzaba a su propio ritmo. Hasta que hoy las cosas tomaron un giro inesperado.

Estábamos en pleno entrenamiento, y todo iba como siempre. El equipo se movía con fluidez, preparando tácticas para el partido del fin de semana. A mitad del calentamiento, noté que Chiara me lanzaba miradas furtivas desde el otro lado del campo, pero no le di demasiada importancia. Sin embargo, su actitud cambió después de la pausa.

––Oye, Vio, ¿has quedado con alguien hoy después del entrenamiento? –me preguntó Jana mientras nos dirigíamos a los vestuarios.

––No, ¿por qué lo dices? –respondí, desconcertada.

––Nada, solo que vi a una chica esperando fuera. Pensé que a lo mejor era alguien para ti –comentó encogiéndose de hombros.

––¿Una chica? –mi curiosidad se despertó–. ¿Quién es?

––No lo sé. No la reconocí –dijo antes de entrar en el vestuario.

Lo dejé pasar, pensando que quizás sería alguna fan o alguien buscando una foto con el equipo. Pero cuando salí del vestuario tras cambiarme, ahí estaba **Chiara**, esperando en la puerta, con los brazos cruzados y una expresión de pocos amigos.

––¿Qué te pasa? –le pregunté directamente, al notar su actitud.

––Nada, solo que parece que tienes visitas –respondió con un tono seco, sin mirarme a los ojos.

––¿De qué hablas? –le insistí, aún sin entender su cambio de humor.

––Una chica estaba preguntando por ti antes. Parecía muy interesada en encontrarte –dijo, y esta vez me lanzó una mirada que mezclaba irritación con algo que no lograba identificar.

––¿Y qué con eso? Probablemente sea alguien del club o una fan, no es nada raro –le contesté, sin darle demasiada importancia.

––Claro, porque todas tus "fans" preguntan por ti de esa manera, ¿no? –dijo Chiara con sarcasmo, y fue entonces cuando me di cuenta de que lo que estaba sintiendo no era solo molestia, sino algo más cercano a los celos.

––¿Celosa, Chiara? –pregunté, alzando una ceja y cruzándome de brazos.

––No digas tonterías –se apresuró a responder, pero su tono la traicionaba. Sus mejillas estaban un poco sonrojadas, lo que confirmaba lo que yo ya sospechaba.

––Es eso, ¿verdad? Estás celosa porque piensas que tengo a alguien más esperándome –dije, dándome cuenta de lo absurdo que sonaba.

––¿Celosa yo? No seas ridícula –replicó rápidamente, pero su mirada seguía esquiva.

––Chiara, de verdad, no hay nadie –dije intentando calmar la situación–. No sé quién preguntó por mí, pero si tanto te molesta, te lo puedo explicar.

––No necesito que me expliques nada –dijo con frialdad, pero esta vez sus ojos finalmente encontraron los míos–. Es solo que... da igual. Olvídalo.

Sabía que Chiara era orgullosa, pero también que detrás de esa fachada siempre había más de lo que mostraba. No era solo que estuviera molesta por alguna chica que pudiera haber preguntado por mí; esto iba más allá. Sin embargo, su terquedad me sacaba de quicio.

––Mira, si no quieres hablar de esto, perfecto –dije, dando un paso hacia ella–, pero deja de comportarte como si fuera mi culpa que alguien quiera hablar conmigo. No he hecho nada.

––No se trata de eso, Violeta –suspiró finalmente–. Es solo que... no me gusta no saber dónde estoy parada contigo. Un día estamos bien y al otro no sé si te importa un carajo lo que pase entre nosotras.

Su sinceridad me pilló por sorpresa. No me esperaba que Chiara soltara algo así, y menos de manera tan directa.

––Chiara, no... –empecé a decir, pero ella me interrumpió.

––Da igual –dijo, alejándose un poco–. Mejor dejo de darle vueltas. Seguro que es cosa mía.

Y sin decir más, se fue hacia la puerta del club. Me quedé allí, con las palabras atrapadas en la garganta, viendo cómo se alejaba. No sabía qué pensar de todo esto. ¿De verdad estábamos llegando a un punto en el que los malentendidos y los celos empezaban a mezclarse con lo que sentíamos?

Solo sabía que, aunque no lo dijera en voz alta, me importaba más de lo que quería admitir. Y tenía que hacer algo al respecto antes de que las cosas se descontrolaran más.

Entre Balones y Melodías || KIVI-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora