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La mañana siguiente al beso con Chiara fue un torbellino de emociones. Mientras el sol se filtraba por la ventana de mi habitación, me desperté sintiéndome más confundida que nunca. Recordaba cada instante de aquella noche, el sabor de sus labios, el roce de su cuerpo contra el mío. Era un recuerdo embriagador, y el deseo seguía latiendo en mi interior como un fuego que no se apagaba.

Después de prepararme, decidí ir a entrenar. Necesitaba distraerme y liberar la tensión acumulada. El camino al campo parecía interminable, y mi mente solo podía pensar en Chiara. ¿Qué significaba aquel beso? ¿Qué pasaría cuando la viera nuevamente?

Al llegar al vestuario, el ambiente era animado. Mis compañeras charlaban y reían, ajenas a mi agitación interna. Intenté sumergirme en la rutina del día, pero cada vez que escuchaba la risa de Chiara o la veía sonreír, mi corazón se aceleraba. Esa química entre nosotras era innegable, y aunque temía lo que podría suceder, también sentía una irresistible atracción hacia ella.

Durante el entrenamiento, nos dividimos en equipos para un partido amistoso. Cuando la pelota rodaba, cada pase, cada choque, cada mirada se sentía cargada de electricidad. Pero fue cuando Chiara se acercó a mí, sus ojos centelleando con un desafío, que la tensión llegó a su punto más alto.

––¿Listas para perder? –preguntó, con una sonrisa provocativa.

No pude evitar reírme, pero mi mente ya estaba en otro lugar. La competitividad se mezclaba con la atracción, y en cada jugada, la adrenalina corría por mis venas.

El partido terminó, y aunque habíamos ganado, la verdadera victoria se sentía en el aire entre Chiara y yo. Cuando el silbato sonó, me acerqué a ella, aún con el corazón latiendo fuertemente.

––No creas que te dejaré ganar la próxima vez, pelinegra –dije, guiñándole un ojo.

––¿Oh, de verdad? –replicó, acercándose más. –Tal vez tengas que esforzarte un poco más.

En un impulso, la tomé de la muñeca y la llevé a un rincón más apartado del campo, lejos de las miradas curiosas de nuestras compañeras. Mis labios se encontraron con los suyos una vez más, esta vez más intensamente, sin la preocupación de que alguien nos interrumpiera.

Chiara se dejó llevar, sus manos encontraron mi cintura, y sentí su cuerpo presionarse contra el mío. La calidez de su piel me hizo temblar, y el deseo creció desmesuradamente.

––Violeta... –susurró entre besos, su aliento cálido y seductor. –¿Qué estamos haciendo?

––No lo sé, pero no quiero que se detenga –respondí, sintiendo cómo la pasión me envolvía.

La química era innegable. Las manos de Chiara exploraban mi espalda, mientras que las mías se deslizaban por su cuello y su pelo. Cada roce, cada caricia encendía una chispa que me hacía querer más. Nos besamos con una urgencia insaciable, como si el mundo se hubiera detenido a nuestro alrededor.

Sin embargo, la realidad nos golpeó cuando oímos risas y gritos de nuestras compañeras que se acercaban. Nos separamos de inmediato, aunque la necesidad de estar juntas aún latía en el aire.

––Esto... esto no puede seguir así –dijo Chiara, mirando a su alrededor, visiblemente nerviosa.

––¿Por qué no? –pregunté, sintiéndome audaz. –Nadie tiene por qué enterarse.

––No es solo eso, Violeta. Esto es complicado. –Chiara se pasó una mano por el cabello, su mirada se tornó más seria. –No quiero que esto afecte nuestra relación o el equipo.

La tensión regresó, pero no podía negar la chispa que había encendido entre nosotras.

––¿Y si hacemos esto a escondidas? –sugerí, sintiendo que la emoción de lo prohibido podría ser justo lo que necesitábamos.

Ella dudó, pero vi el destello de deseo en sus ojos.

––Quizá... pero no quiero que se convierta en un secreto que nos pese.

No respondí, ya que el ruido de las chicas que volvían se hizo más fuerte. Mientras nos retirábamos al vestuario, el sentimiento de que algo estaba cambiando entre nosotras era innegable.

Esa noche, mientras me preparaba para dormir, no podía dejar de pensar en Chiara. Las imágenes de nuestros besos y las caricias llenaban mi mente, y una mezcla de excitación y ansiedad me mantenía despierta.

Sin embargo, el deseo se transformó en una necesidad que iba más allá de lo físico. Quería descubrir quién era realmente Chiara, y no solo la cantante famosa, sino la persona detrás de esa imagen pública.

Cuando finalmente me dejé llevar por el sueño, su rostro aparecía en cada rincón de mi mente, y una cosa se hizo evidente: este viaje entre nosotras apenas comenzaba.

Esa noche, mientras me adentraba en el mundo de los sueños, sabía que estaba a punto de embarcarme en un camino lleno de pasión, secretos y, sin duda, un poco de drama.

Entre Balones y Melodías || KIVI-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora