Capítulo 6: El Verdadero Rostro de la Oscuridad

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El día amaneció envuelto en una niebla espesa que parecía una extensión del misterio que nos rodeaba. Londres, en su frío y gris esplendor, no ofrecía refugio a aquellos que buscábamos la verdad. No había calor, ni siquiera en la luz que intentaba abrirse paso a través de las nubes plomizas. Cada esquina, cada rincón de la ciudad, parecía una trampa oculta, un enigma esperando ser desvelado.

Había pasado la noche en vela, repasando una y otra vez la fotografía que Lord Grantham me había entregado la tarde anterior. La imagen de Beatrice, tan radiante como la recordaba, me devolvía la mirada. A su lado, estaba un hombre cuya identidad había sacudido todo lo que creía saber sobre este caso. No era un rostro anónimo, sino alguien con quien ya había cruzado caminos: Sir James Howard, un hombre influyente en los círculos políticos de Londres. Su nombre no había aparecido en ninguna de las listas, pero ahora comprendía que estaba en el centro de todo.

—Esto cambia todo —murmuré para mí mismo, mientras dejaba la fotografía sobre el escritorio de mi despacho.

Beatrice y Sir James Howard. Su conexión abría una puerta a un nuevo horizonte de sospechas y secretos, pero también me arrojaba de cabeza a un abismo que, hasta ahora, no había visto. Todo este tiempo había estado persiguiendo sombras, siguiendo rastros que parecían desvanecerse frente a mis ojos, pero ahora... ahora tenía algo tangible. Un nombre, un rostro. Y sobre todo, una nueva motivación para seguir adelante.

El teléfono sobre la mesa sonó, interrumpiendo mis pensamientos. Lo descolgué de inmediato, esperando cualquier novedad.

—Inspector Voss, tenemos algo —la voz de Edward, mi contacto en la policía, sonaba agitada—. Acaba de aparecer un nuevo cuerpo.

El frío recorrió mi espina dorsal como un relámpago. Había temido este momento, pero también lo había anticipado. Sabía que, tarde o temprano, el asesino volvería a actuar.

—¿Dónde? —pregunté, poniéndome de pie de un salto.

—En el barrio de Whitechapel, cerca del mercado. La escena... es peor de lo que hemos visto hasta ahora, inspector. El mensaje que dejó... parece que quiere jugar con nosotros.

Sentí el estómago revolverse. No era la primera vez que el asesino dejaba pistas macabras, pero la idea de que estaba jugando con nosotros me llenaba de una furia apenas contenida. No era un simple asesino en serie; era alguien que disfrutaba del poder que le otorgaba el miedo, alguien que quería ser visto, pero a su manera.

—Voy en camino —respondí, cortando la llamada.

Tomé mi abrigo, cogí la fotografía de Beatrice y Sir James, y la guardé en el bolsillo interior. No podía perderla de vista; su relevancia en todo esto era demasiado grande. Al salir de mi despacho, sentí el peso del caso sobre mis hombros. Ahora más que nunca, estaba claro que los hilos que unían cada una de las piezas se extendían mucho más allá de lo que había imaginado.

El viaje a Whitechapel fue rápido, aunque cada minuto en el carruaje se sentía eterno. La ciudad a nuestro alrededor se movía con la calma habitual de la mañana, pero mi mente estaba lejos de ese bullicio cotidiano. Whitechapel no era ajeno a la violencia; su reputación, aunque manchada por las infames acciones de Jack el Destripador años atrás, aún lo señalaba como un lugar peligroso. Pero esta vez, no era el eco de antiguos crímenes lo que me preocupaba, sino un nuevo asesino que parecía seguir un patrón macabro.

Cuando llegué a la escena del crimen, el aire estaba impregnado de una tensión palpable. Un cordón policial rodeaba el lugar, y varios agentes mantenían a los curiosos a raya. Me abrí paso entre ellos y encontré a Edward, esperándome junto a un carruaje oscuro y oxidado.

Bajo el Velo del SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora