Capítulo 3: Murmullos

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El sonido del cristal roto aún resonaba en mi mente mientras me quedaba de pie, mirando el cajón vacío donde debería haber estado la carta. Sabía que lo que había ocurrido no era una simple coincidencia; alguien había estado vigilando, esperando el momento perfecto para irrumpir y llevarse ese documento. Y lo peor de todo era que no tenía idea de cuántos ojos más podrían estar sobre mí en este mismo momento.

Con el corazón aún acelerado, intenté repasar los últimos minutos, buscando alguna pista que me indicara cómo habían llegado tan rápido hasta mi oficina. ¿Me habían seguido desde la mansión de Lord Abernathy? O peor aún, ¿alguien de mi entorno estaba manipulando los hilos?

Mis pensamientos se interrumpieron con la entrada inesperada de la señora Hawthorne, la vecina del piso inferior. Una mujer mayor, con un carácter fuerte pero de buenos modales, no podía evitar intervenir en cualquier cosa que perturbara la calma de su rutina.

"¡Inspector Voss! ¿Qué ha pasado? ¡Dios mío, está todo hecho un desastre!" Su voz era tan estridente como siempre.

"Tranquila, señora Hawthorne. Solo ha sido un pequeño incidente, nada de qué preocuparse."

Ella me observó con incredulidad, examinando el destrozo a su alrededor, y frunció el ceño. "No me venga con esas, joven. Vi a alguien salir corriendo de aquí, un hombre encapuchado. ¿Está seguro de que no le robaron algo?"

La miré de reojo y asentí. "Sí, me temo que sí. Algo importante." Mis palabras se sentían vacías, como si solo sirvieran para reafirmar mi impotencia en aquel momento.

Ella murmuró algo más, una advertencia sobre la creciente inseguridad de Londres, y desapareció por el pasillo, dejándome solo con mis pensamientos y la certeza de que la carta robada contenía mucho más de lo que había imaginado.

A la mañana siguiente, me encontraba caminando por las calles de Londres, buscando una dirección que había encontrado en los registros de Lord Abernathy: la última residencia conocida de Beatrice. El cielo estaba cubierto de nubes grises, presagio de la tormenta que se avecinaba, y el bullicio de la ciudad contrastaba con el silencio pesado que sentía dentro de mí.

La dirección me condujo a una pequeña casa de ladrillo en una calle poco transitada. Las ventanas estaban cerradas y la puerta parecía haber soportado años de abandono. Toqué suavemente, esperando respuestas, pero sobre todo, esperando encontrar a la mujer que mencionaba el diario. Tenía el presentimiento de que Beatrice no solo era una pieza clave, sino quizás la única que podía desbloquear el corazón de este misterio.

Pasaron unos momentos antes de que una mujer de mediana edad, con el rostro marcado por las dificultades, abriera la puerta. No era la figura juvenil y apasionada que describía Lord Abernathy en su diario, pero algo en sus ojos sugería un pasado compartido con el hombre que ahora investigaba.

"¿Qué desea?" preguntó con voz vacilante.

"Soy el inspector Voss. Estoy investigando la muerte de Lord Abernathy. ¿Puedo hablar con usted?"

Su expresión cambió al instante. El miedo se apoderó de sus ojos, como si el simple hecho de mencionar ese nombre la sumergiera en un pánico visceral. Abrió la puerta solo un poco más y susurró: "No puedo hablar aquí... no es seguro." Sus ojos escanearon la calle, temblorosos. "Vuelva por la tarde, y le contaré todo lo que sé."

La puerta se cerró antes de que pudiera contestar.

Me quedé en el umbral, sintiendo cómo la red de intriga se apretaba cada vez más a mi alrededor. Quienquiera que estuviera detrás del asesinato de Lord Abernathy, no solo estaba interesado en mantener ocultos los secretos de la víctima. Ahora estaba claro que Beatrice también temía por su vida, y tal vez había razones más profundas que el simple miedo a ser implicada.

Pasé el resto del día reflexionando sobre lo ocurrido. El robo de la carta, la reticencia de Beatrice a hablar... Cada pieza del rompecabezas me llevaba a pensar que no estaba investigando un simple asesinato, sino algo mucho más profundo y oscuro. Mientras caminaba por los muelles de Londres, con la brisa fría del río Támesis golpeando mi rostro, recordé el diario de Abernathy. Aquel enemigo sin rostro, esas amenazas... nada de esto tenía sentido. No podía sacudirme la sensación de que me faltaban piezas claves, pero al mismo tiempo, me acercaba a algo más grande de lo que podía anticipar.

Cuando el sol comenzó a descender sobre la ciudad, volví a la casa de Beatrice. Esta vez, ella abrió la puerta con rapidez, como si me hubiese estado esperando. Me hizo pasar sin pronunciar palabra, cerrando la puerta con cuidado tras de mí. El interior de su hogar era sobrio, carente de las comodidades que uno podría esperar de alguien que supuestamente había compartido una relación con un hombre tan influyente como Abernathy.

Nos sentamos en una pequeña mesa. La luz de una lámpara parpadeante apenas iluminaba su rostro. Por un instante, todo se mantuvo en silencio, pero entonces comenzó a hablar, su voz rota por el peso de los años.

"Cuando conocí a Lord Abernathy, no era como ahora. Era joven, ambicioso... pero también estaba marcado por algo que nunca quiso contarme. Algo oscuro que lo perseguía, incluso en sus momentos de mayor felicidad."

Sentí que estábamos al borde de algo importante. "¿A qué se refiere? ¿Qué era lo que lo atormentaba?"

Beatrice cerró los ojos, como si intentara reunir fuerzas para hablar de aquello que tanto la aterraba. "Recibía cartas. Amenazas. Decía que había cometido un error en su juventud, algo de lo que nunca podría escapar. Me decía que, tarde o temprano, ese error le costaría la vida."

Saqué la carta que Samuel había encontrado antes de morir, la misma que habían robado de mi oficina. Aunque ya no tenía el documento, la imagen de sus palabras aún estaba clara en mi mente. "¿Sabes algo sobre esto?" pregunté, describiendo el contenido de la misiva.

Los ojos de Beatrice se abrieron como platos. "Esas palabras... eran de él. De la persona que juró destruir a Abernathy."

Antes de que pudiera preguntarle más, la puerta de la casa se abrió con violencia. Dos hombres entraron rápidamente, sus rostros ocultos por sombras y abrigos oscuros. Uno de ellos llevaba una pistola. Mi instinto me gritó que esos hombres no eran simples intrusos.

"Beatrice," susurré mientras me levantaba de la silla, "tenemos que salir de aquí."

Ella me miró con desesperación, pero antes de que pudiera moverse, uno de los hombres levantó el arma y apuntó directamente hacia ella.

"No te muevas," ordenó el segundo hombre, cuya voz era fría y calculadora. "No queremos hacer esto más difícil de lo que ya es."

El sudor frío corrió por mi espalda mientras me mantenía en pie, sopesando mis opciones. Estaba desarmado, pero no pensaba dejar que Beatrice muriera allí. Sabía que estos hombres estaban vinculados al asesinato de Abernathy, que eran parte de la red de secretos y amenazas que había estado persiguiéndonos desde el inicio.

"¿Qué quieren?" pregunté, intentando ganar tiempo.

El hombre que sostenía el arma se rió con una mueca siniestra. "Queremos lo que tú tienes, inspector. Queremos los secretos que estás buscando. Sabemos que Abernathy te dejó algo importante, y venimos a reclamarlo."

Beatrice se estremeció, pero de repente, su rostro cambió. Una chispa de determinación apareció en sus ojos, y antes de que pudiera detenerla, corrió hacia una pequeña puerta en el fondo de la habitación. Los hombres reaccionaron de inmediato, pero en el caos del momento, logré abalanzarme sobre uno de ellos, empujándolo contra la pared con toda la fuerza que pude reunir.

El sonido de la pelea se mezcló con gritos y el estruendo de muebles cayendo. Beatrice había desaparecido por la puerta trasera, pero los hombres seguían luchando por su objetivo. Sentí el peso de sus golpes, pero seguí luchando, impulsado por la urgencia de proteger las respuestas que tanto buscábamos.

Finalmente, en un último esfuerzo, logré derribar a uno de ellos, pero el otro ya estaba corriendo detrás de Beatrice. Me puse de pie, con el cuerpo adolorido y la respiración agitada, y los seguí, jurando que no los dejaría escapar.

Justo cuando salí por la puerta trasera, escuché un disparo.

Bajo el Velo del SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora