El sonido del disparo retumbó en el callejón, haciéndose eco en las paredes de ladrillo que parecían estrecharse a mi alrededor. Corrí tras la sombra del hombre que había salido tras Beatrice, mi mente llena de preguntas y mis sentidos agudizados por el miedo. El frío de la noche se intensificaba, y la niebla que empezaba a formarse en las calles de Londres no hacía más que añadir una capa de incertidumbre a la situación.
Mis pasos resonaban sobre los adoquines mientras intentaba localizar el origen del disparo. Sabía que cada segundo contaba, que cualquier retraso podía significar la muerte de Beatrice o incluso la mía. Me maldije por no haber previsto esta emboscada, por no haber traído un arma conmigo. En estos momentos, la ciudad ya no se sentía como el refugio de siempre, sino como un laberinto lleno de enemigos invisibles.
Cuando llegué al final del callejón, vi una figura caída a lo lejos, a unos metros del puerto. El aire olía a pólvora, pero la niebla era tan espesa que no podía ver bien quién estaba en el suelo. Sentí un nudo formarse en mi estómago mientras avanzaba con cautela, esperando lo peor.
Al llegar al cuerpo, el temor se hizo realidad. Beatrice yacía en el suelo, su vestido empapado en sangre. A su lado, un pequeño revólver que no parecía suyo. Me arrodillé junto a ella, mis manos temblorosas mientras intentaba detener la hemorragia con mis pañuelos. La herida era profunda, un disparo directo al abdomen. Sus ojos, llenos de terror, se clavaron en los míos.
—Beatrice, resiste. Te sacaré de aquí —le dije, aunque sabía que las probabilidades eran escasas.
Ella intentó hablar, pero las palabras se ahogaban en su garganta. La agarré de la mano, sintiendo la frialdad de su piel, y la desesperación se apoderó de mí. Necesitaba respuestas, y las necesitaba ahora.
—Dime quién es —insistí, inclinándome más cerca de su rostro—. ¿Quién te hizo esto? ¿Qué es lo que sabes?
Beatrice tosió, y con un esfuerzo monumental, logró susurrar algo.
—El... hombre... en las sombras... no es solo uno... son muchos... ellos... ellos nos controlan...
La última palabra se apagó en sus labios, dejando tras de sí un vacío que pesaba sobre mis hombros. Su mano, antes cálida, empezó a enfriarse, y su pecho dejó de moverse. Beatrice había muerto, y con ella, posiblemente, las respuestas que necesitaba.
Sentí una oleada de impotencia, una que me devoraba desde dentro. No había llegado a tiempo, y ahora tenía más preguntas que respuestas. Sabía que estaba frente a algo mucho más grande que un simple asesinato. Beatrice había sido una pieza clave en esta conspiración, y su muerte lo confirmaba.
El sonido de pasos apresurados detrás de mí me hizo levantarme de golpe. No estaba solo. Giré rápidamente para enfrentar a quien se acercaba, esperando que fueran los mismos hombres que nos habían atacado. Pero en lugar de los asesinos, me encontré con un joven desconocido, un rostro que me era vagamente familiar. Llevaba una expresión de urgencia y miedo.
—¡Inspector Voss! —exclamó, casi sin aliento—. ¡Rápido, tiene que venir conmigo!
Lo reconocí de inmediato: era el mismo joven que había venido a mi oficina días antes, diciendo que tenía información importante. Pero ahora, en lugar de ofrecer pistas, parecía ser un nuevo eslabón en esta cadena de intrigas. Algo en su mirada me hizo confiar, al menos lo suficiente para no atacarlo en ese momento.
—¿Qué haces aquí? —pregunté, intentando calmar mi respiración—. ¿Eres parte de esto?
El joven negó rápidamente con la cabeza, su cabello despeinado moviéndose con el gesto.
—No, pero he estado siguiéndolos. Sé quiénes son. No podemos quedarnos aquí; ellos están vigilando. Si no salimos ahora, estaremos muertos en cuestión de minutos.
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Bajo el Velo del Silencio
Misteri / ThrillerEn el oscuro Londres victoriano, el inspector Alastair Voss es un detective solitario que recibe un llamado urgente sobre el asesinato de Lord Abernathy, un aristócrata respetado. A medida que investiga, descubre que su muerte puede estar vinculada...