El silencio de la madrugada era opresivo. La carta que sostenía en mis manos vibraba en mi mente como un eco sombrío. La advertencia de la Viuda Negra no era una simple amenaza: era una declaración de poder, una prueba de que, sin importar lo cerca que estuviera de la verdad, ella siempre estaba un paso adelante. Sabía quién era, y eso significaba que mi vida, y la de Edward, pendía de un hilo.
Edward me miraba desde su lugar junto a la puerta, su rostro una mezcla de preocupación y determinación.
—¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó, rompiendo el incómodo silencio.
Sabía que, a pesar de su juventud, Edward comprendía la gravedad de la situación. Su implicación en este caso no solo había sido casual; ahora estaba atrapado en la misma red de mentiras, amenazas y violencia que había envuelto a Lord Abernathy y a los demás. Y aunque su rostro mostraba nerviosismo, había algo en sus ojos que me decía que no se echaría atrás.
Suspiré y me acerqué a la ventana. Afuera, Londres parecía una ciudad dormida, pero sabía que bajo esa aparente calma, algo se estaba moviendo. Las sombras de la noche ocultaban a aquellos que nos acechaban.
—Tenemos que movernos con más rapidez —le respondí—. La carta confirma que estamos en la mira, pero también que nos están observando. No tenemos mucho tiempo antes de que tomen medidas más drásticas.
—¿Más drásticas? —Edward frunció el ceño—. ¿Qué más podrían hacer?
—Matarme —dije con simpleza, manteniendo mi mirada fija en la calle—. A ambos.
Edward tragó saliva. Sabía que no le gustaba oír esas palabras, pero era una realidad a la que ambos debíamos enfrentarnos. El riesgo había estado allí desde el principio; la diferencia ahora era que la Viuda Negra había dejado de lado los juegos de sombras y había revelado sus cartas.
—Primero necesitamos investigar más a fondo el club. La Viuda Negra nos ha dejado claro que nos acercamos a algo peligroso, pero no podemos detenernos ahora. Sabemos que está conectada con esa red de poder, y que sus aliados son hombres de influencia. Si desmantelamos esa estructura, la sacaremos a la luz.
Edward asintió lentamente, pero su preocupación no disminuyó.
—¿Y cómo vamos a hacer eso? No podemos entrar al club otra vez sin que nos atrapen. Y además, si la Viuda Negra está tan bien protegida...
—Justamente por eso necesitamos ayuda externa —lo interrumpí—. No podemos hacer esto solos.
Sabía a quién debía acudir. Había una persona que, aunque no fuera completamente de mi confianza, tenía contactos en los bajos fondos de Londres y sabía cómo moverse entre las sombras sin ser detectada. Su nombre era Henry Wallace, un hombre que había trabajado para la policía años atrás, antes de ser expulsado por sus métodos poco ortodoxos. A pesar de sus fallas, su conocimiento del submundo criminal era invaluable.
—Voy a contactar a alguien —dije, sacando una hoja en blanco y comenzando a escribir—. Necesitamos más información sobre el Club de la Rosa Negra y sobre la Viuda Negra. Si alguien puede encontrar algo que nosotros no podemos, es Henry Wallace.
Edward me observó escribir el mensaje en silencio. Cuando terminé, doblé la hoja y la guardé en el bolsillo de mi abrigo.
—Ve a descansar, Edward. Mañana nos espera un día largo —dije.
Sabía que él protestaría, pero yo necesitaba tiempo a solas para pensar, para trazar el próximo paso. Después de algunos segundos de duda, Edward asintió con resignación y se retiró a su habitación. El silencio volvió a llenarse de tensión una vez más, pero no me detuve a contemplar demasiado. Tomé mi sombrero y salí, buscando el aire frío de la noche para despejar mi mente.
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Bajo el Velo del Silencio
Mystery / ThrillerEn el oscuro Londres victoriano, el inspector Alastair Voss es un detective solitario que recibe un llamado urgente sobre el asesinato de Lord Abernathy, un aristócrata respetado. A medida que investiga, descubre que su muerte puede estar vinculada...