Ha pasado casi un mes desde que Venecia y yo escapamos del hospital en Bangkok. Recuerdo lo asustado que me sentía mientras llevaba a mi bebé y subí a ese primer autobús. Pensé que nunca iba a ser capaz de cuidarla solo. Tengo que admitir que ser padre y cuidar de un bebé es un trabajo duro. Hay momentos en que me siento perdido y solo, días en que estoy agotado y quisiera poder tener unas pocas horas lejos de mí mismo, pero eso no es posible en este momento y ser capaz de criar a Venecia hace que valga la pena. Me faltan unos pocos días para mi decimoctavo cumpleaños y estoy seguro de que nuestra vida será mucho más fácil cuando suceda eso. Para empezar, puedo dejar de mentir acerca de mi nombre, de mi historia. Voy a ser capaz de conseguir un trabajo y encontrar una guardería y usar mi nombre real. Nadie será capaz de alejarme de Venecia una vez que suceda. Me encontré con una clínica gratuita donde tuve la oportunidad de llevar a mi hija para que tenga sus primeras vacunas. Adherirse a un presupuesto no ha sido muy difícil. Las utilidades del apartamento se incluyen en el alquiler, tengo cable básico que consta de unos veinte canales, y por ahora eso es suficiente para mí. Dado que todavía estoy amamantando y nunca he sido de comer mucho, solo he tenido que ir a la tienda un par de veces.
El día después de que me mudé, el marido de Vee dejó un columpio para bebés, una sillita alta, un corralito y un cochecito simple para Venecia. Sinceramente, no lo podía creer, pero explicó que los artículos estuvieron sin usar y recogiendo polvo en el sótano. En realidad me dio las gracias por quitárselo de las manos. Estoy casi seguro de que solo trataba de hacerme sentir mejor por tener que aceptar la limosna, pero estoy agradecido. Estas son las cosas en las que no pensé cuando me fui, llevando a Venecia y prácticamente desapareciendo en la nada, y aunque aún tengo la mayor parte de mi dinero, sé que no va a durar para siempre. Necesito encontrar mi rumbo y cuidar de Venecia, al mismo tiempo.
El año pasado en esta época la vida era muy diferente, la decisión más importante era elegir a qué universidades iba a aplicar. Mi sueño siempre ha sido ir a la Universidad de Bangkok y vivir en la ciudad, por fin libre para vivir y experimentar todo lo que la vida tenía para ofrecerme. Nunca me imaginé que iba a terminar embarazado y solo, sin mi familia o cualquiera de mis amigos a los que inclinarme en busca de apoyo. Trato de no ponerme triste cuando pienso en los sueños y las metas que me propuse, intento ver el lado bueno, pero sufrí bastantes injusticias en la vida y no puedo evitar, a veces, sentir lástima por mí.
El grito chirriante de Venecia me saca de mi ensoñación, por lo que me levanto del sofá en el que he estado descansando la mayor parte de la tarde y me dirijo hacia el corralito. La alzo en mis brazos y la mezo suavemente hacia atrás y adelante. Le di de comer hace menos de una hora y su pañal está seco. Sigo meciéndola durante un rato sin suerte. Sus gritos empeoran progresivamente y en poco tiempo estoy muy preocupado de que haya algo malo en ella. Intento darle de comer de nuevo, pero no quiere. Busco mi teléfono, pensando por una fracción de segundo que puedo llamar a mi mamá y preguntarle qué hacer. Si alguien sabría lo que debo hacer, sería ella, pero luego me doy cuenta de que no puedo hacer eso. No quiere tener nada que ver con mi hija y por eso me vi obligado a tomar el asunto en mis manos. La verdad de mi vida es que no hay nadie a quien pueda llamar para pedir consejos en un momento como este, y por lo general eso me entristecería, pero en este momento, en todo lo que puedo centrarme es en Venecia. Rápidamente llamo a un taxi, empaco su bolsa de pañales y la abrigo. Cuando llega el conductor, le instruyo para que nos lleve al hospital más cercano.
Nos registro en la sala de emergencia, diciéndole a la chica de la recepción que estaba tan nervioso que olvidé mi identificación. Sé lo suficiente sobre la ley para saber que un hospital no puede negarse a dar tratamiento de emergencia así que me siento confiada con mi excusa.
Estamos sentados en la sala de espera por lo que parece una eternidad. Venecia sigue llorando y mis nervios están exaltados. Apenas mantengo la compostura.
Las puertas de la sala de emergencia se abren y un par de paramédicos llevan a un joven en una camilla. Se ve como si hubiera sido golpeado gravemente. Lo dirigen a la parte trasera de inmediato, lo que solo sirve para frustrarme más por mi larga espera. Me acerco a la recepción de nuevo y le pregunto a la recepcionista—: ¿Puedes decirme cuánto tiempo más hay que esperar hasta que nos atiendan, por favor? Hemos estado aquí por más de una hora.
—Hay pacientes antes de ti. Solo tendrás que esperar —me contesta en breve.
Voy a hablar, pero antes de que pueda hacerlo, plasma una sonrisa falsa en su cara y pestañea. —Oh, hola Oficial Sumettikul —dice—. ¿Cómo estás?
Vuelvo la cabeza hacia donde se dirige su comentario y estoy bastante seguro de que mi corazón se detiene momentáneamente y no sé si es causado por el miedo o una emoción completamente diferente. Un oficial de policía camina en nuestra dirección y, en estos días trato de evitarlos a toda costa, pero un vistazo a este policía en particular y mis pies se atascan firmemente en su lugar. Puedo oír vagamente a Venecia llorando mientras lo miro. Sé que los hombres son lo último en lo que debería estar pensando, pero sus penetrantes ojos negros me atraen. Parece medir aproximadamente un metro ochenta, con un cutis blanco y el pelo con un corte al estilo militar. Sus labios carnosos son muy sexys y cuando me mira fijamente, se necesita toda la fuerza que tengo para mirar hacia otro lado.
—Hola, Mayoree. ¿Hace unos minutos trajeron a una víctima de asalto?
No creía que fuera posible que su sonrisa se hiciera más falsa pero lo hizo.
—Por supuesto —dice ella, inclinándose hacia delante para darle una gran vista de sus tetas y le toca el brazo en un intento descaradamente obvio para acercarse a él—. Ya se lo llevaron. Está en la cama número diez.
—Gracias. —Se aleja de ella y de repente está en mi espacio—. ¿Está bien? — cuestiona, señalando a Venecia.
Su reconocimiento me pone nervioso como emocionado. Es hermoso, sexy y parece amable pero sigue siendo un policía y técnicamente sigo siendo un fugitivo. Por mucho que me encantaría tener una conversación con el oficial Sumettikul, si salgo de esta situación lo antes posible, es lo mejor para Venecia y para mí. —No para de llorar y me preocupa, pero hemos estado aquí mucho tiempo y todavía no la han visto.
Me da un asentimiento lento y se vuelve hacia la falsa Mayoree. —¿No hay nada que puedas hacer para que la vean? Pobrecita, se ve muy mal y estoy seguro de que el resto de las personas en la sala de espera estarían agradecidas de tener un descanso de un bebé llorando. —Me mira—. Sin ánimo de ofender —dice con una leve sonrisa.
—No lo ha hecho —respondo.
Los dos nos volvemos a enfrentar a la falsa Mayoree. Luce como si se hubiese tragado una píldora amarga, pero retoma rápidamente esa sonrisa que claramente solo reserva para el Oficial Sumettikul. —Bueno, ya que lo pides tan amablemente, estoy segura de que puedo hacer una excepción con esta lindura. —Se acerca al contenedor de los archivos de pacientes, mueve el mío al frente y luego le da un guiño.
Él le da una sonrisa igualmente falsa y en ese momento me doy cuenta de que ve más allá de su rutina empalagosamente dulce.
—Te lo agradezco mucho. —
Acaricia la espalda de Venecia y luego me mira—. Voy a pasar a verte un poco más tarde ¿de acuerdo? —pregunta, y rápidamente se aleja. A pesar de que sonaba más como una declaración que cualquier otra cosa. ¿Quiere vernos a Venecia y a mí? Pero ¿por qué? ¿Por qué le importaría si la ve un médico o no? ¿Si ella está bien o no? No nos conoce, no tiene lazos emocionales con nosotros y ni siquiera sabe nuestros nombres así que, ¿por qué debería preocuparse por nuestro bienestar?
***
El sonido de la cortina de privacidad al abrirse me sobresalta. Me vuelvo para ver al Oficial Sumettikul allí de pie. Me mira un momento y me da una sonrisa tímida.
—Hola, ¿cómo está? —cuestiona en voz baja.
Miro a Venecia, durmiendo en la cama del hospital y sonrío. —Está bien. Estamos esperando los papeles del alta. El médico dice que es probable que solo sean gases —respondo. Levanto la mirada y nuestras miradas se encuentran.
—Bien, eso es bueno —dice con un guiño.
—Sí —digo con una sonrisa ligera, encogiéndome de hombros—. Supongo que debería haberlo sabido ¿no?
También se encoge de hombros. —No lo sé. Eres un papa primerizo, así que creo que es comprensible.
—Supongo —le digo, dándole la espalda.
—Oye —dice en voz alta. Hay una fuerza en su voz, una voluntad a la que no puedo evitar responder.
Me giro, dándole toda mi atención de nuevo. —Hiciste lo correcto. Ella no se comportaba con normalidad y te aseguraste de que la revisaran. Eso no te hace estúpido o ingenuo, sino una buen padre.
—No tiene que decir eso. Ni siquiera me conoce.
—En mi línea de trabajo, veo un montón de cosas. Conozco la diferencia entre el bien y el mal, y te prometo que, solo con lo que he visto esta noche, sé que estás haciendo un buen trabajo.
Suspiro, aceptando sus palabras, dejando que me inunden y se asienten. Tiene razón, puedo ser joven e inseguro, pero estoy haciendo mi mejor esfuerzo y soy un buena padre. —Gracias. Aprecio que lo diga.
—De nada. —Se adentra más en la habitación y se encuentra a los pies de la cama, mirando a Venecia. Abre la boca para hablar, pero luego vacila, tal vez pensando si debe decir o preguntar lo que sea que quiere decir y luego lo suelta—: ¿Dónde está el papá? —pregunta, sin apartar los ojos de Venecia.
Estoy en silencio durante un momento porque no quiero hablar de esto, ni con él, ni con nadie. Hablar de ello no cambiará los hechos, ni va a reescribir la historia. —No está cerca, soy solo yo.
—Ya veo —dice con una inclinación de cabeza.
—Pero estamos bien. Lo estamos haciendo bien por nuestra cuenta —le contesto rápidamente, sonando demasiado a la defensiva.
Cruza los brazos sobre el pecho, un movimiento que estoy seguro de que usa para intimidar a la gente. Lo hace ver como un policía rudo que no se anda con tonterías y me aterroriza. —¿Cómo te llamas?
—Jake.
Inclina la cabeza hacia un lado y sus ojos me perforan. —¿Cuántos años tienes, Jake?
—Tengo dieciocho años. Los cumplí recientemente, pero como le acabo de decir hace un momento, estamos bien.
—¿Estás trabajando?
—No. —Me pateo mentalmente por ser sincero. ¿Qué diablos me pasa?
Tengo que tener más cuidado con la información que divulgo, especialmente a él.
—¿Qué haces para conseguir dinero?
—En estos momentos, uso mis ahorros. Estoy buscando un trabajo, pero sin una niñera, es un poco difícil. —Mi corazón se acelera de nuevo y me aferro a la barandilla de la cama, porque creo que podría desmayarme si no tengo cuidado. Sabía que era una mala idea decirle algo a este hombre. Un hombre que es un policía—. Mire, no llame a los servicios de protección al menor, por favor. —Estoy prácticamente rogándole—. Sé que soy joven, ¿de acuerdo? Lo entiendo. Y lo ideal sería tener una familia increíble a mi lado, que me ayude a cuidarla, pero las cosas no funcionaron de esa forma para mí. Mi familia no quiere tener nada que ver con nosotros, así que tuve que madurar y hacer lo que pude. Usted mismo lo dijo, soy un buen padre. Voy a estar bien, me aseguraré de que esté bien, y que me condenen antes de dejar que usted o cualquier otra persona me aleje de ella.
Me mira un momento, probablemente procesando mi arrebato, pero no dice nada. Se ve inseguro de sí mismo, lo cual es muy diferente al comportamiento que mostró antes. Saca una libreta y empieza a escribir algo. Cuando termina, rasga el papel del bloc de notas y me lo entrega. —Tengo un amigo que es dueño de una guardería. Puede ayudarte y tal vez darte un trabajo. No te puedo prometer nada, pero este es su número. Dile que yo te dije que llamaras.
—Oh. Gracias. Yo... lo siento, es que pensé...
—Entiendo, pero tienes que relajarte, ¿de acuerdo? Nadie puede alejarte de Venecia si no es abusada o descuidada y claramente no es así. —Lleva la mano detrás de él y saca una tarjeta de su bolsillo trasero y me la da. Nuestros dedos se rozan y mi cuerpo se calienta al tocarlo—. Esta es mi tarjeta. Llámame de día o de noche si necesitas algo, Jake, ¿de acuerdo?
Asiento en respuesta, incapaz de decirle una palabra más. Me da una ligera sonrisa, y tan rápido como apareció, se va. Sin embargo, deja detrás un poco de esperanza de que, tal vez, aquí pueda hacer una vida para nosotros.
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Te Protegere (biblebuild) (ADAPTADO) (Por Becha)(FINALIZADO)
FanfictionElla es mía. Ese fue el primer pensamiento que vino a mi mente cuando tomé a mi bebé en brazos a los diecisiete. No me importaba que mis padres ya hubieran prometido dársela a una familia adinerada. Que me estuvieran forzando a entregarla. Ella era...