-Pero por lo mucho que me atraen -el entusiasmo bañaba la voz del príncipe.
-¿Te atraen?
-El rojo esta prohibido en Refugio Último, una norma sin sentido de mi abuelo. La primera vez que la vi, quede prendado de su mirada, de su intensidad. Siento como si pudiera leer mi alma.
-Créeme que puede -bufó Kahalad.
-¿Tú también lo sientes? -Ivran ignoró el sarcasmo de la voz del mestizo-. Y su habilidad, es una mujer fuerte, valiente, leal y con unos ojos que me quitan el aliento. Me pongo muy nervioso cuando estoy a su lado.
-¿Pretendes llevártela a tu palacio?
-Nunca -respondió horrorizado, lo que me hizo pegar más la oreja-. No podría quitarle su libertad. He visto su sonrisa cuando salta, lo libre que se ve en el aire, sus ojos brillando como el fuego de la esperanza. Lo que siento es una admiración absoluta.
-¿Por una criminal?
-Por una mujer que sabe sobrevivir.
Ivran me estaba defendiendo, Ivran había comprendido la parte más importante de mi ser, Ivran había valorado eso que todo el mundo miraba horrorizado.
Mi corazón se aceleró, de una forma que logró llenar mi pecho, mi cuerpo, mi alma. Fui feliz, sus palabras me hacían feliz. Quise correr tras ellos cuando Kahalad propuso trasladar la charla a la cubierta. No lo hice, me privé de seguir mis emociones y preferí conservar este pedazo de realidad en mi mente. Era mi nuevo salvavidas, ya que la estabilidad de Garo no iba a durar mucho más. Me aferraría a esos sentimientos, a lo que me había hecho sentir ser reconocida por alguien. Era hermoso. Y tan adictivo que quería repetir lo más pronto posible.
Volví a mi habitación y guardé el maletín. El lugar estaba sumido en un silencio estático.
-¿Te he despertado? -lancé la pregunta al aire, a penas un murmullo por miedo a estar equivocada. Que Sato no roncara solo podía significar dos cosas: estaba despierto o estaba tan dormido que tardaríamos media hora en despertarlo con zarandeos al día siguiente.
-Sí -respondió antes de darme la espalda. Primera opción.
-Lo siento -dije quitándome las botas y metiéndome en la cama.
La traición pasó a un aplastante segundo plano en mi mente en cuanto mi cabeza rozó la fina almohada. Las palabras de Ivran Dinastía me llenaron de una calidez agradable que me sumió en un sueño profundo.
Me costó mucho levantarme, pero quería aprovechar que casi todos dormían para asearme tranquila. Me metí en un cuartito con un cubo de agua que había llenado y calentado. Era poca agua, pero me regañarían su usaba más de la estrictamente necesaria.
Mojé mi esponja y froté mi cuerpo, viendo como el agua ennegrecía con cada contacto. No era lo mismo que un baño, pero era algo.
Lo malo de ser de la élite dentro de la inmundicia era que te acostumbrabas a lujos, cuando tu trabajo solía transcurrir entre privaciones. Todas mis misiones eran en Cavana, me gustaba así, por lo que no estaba acostumbrada a estar fuera de mi cuarto, lejos de mi tina.
Gimoteé disgustada.
Cuando consideré que mi piel estaba limpia y había recuperado un olor decente, me sequé y me vestí con una capa algo más pesada, capaz de esconder mis pantalones y camiseta ajustados, y mi cinta de cuero, que rodeaba mi abdomen y alojaba mis cuchillos. Enganché la funda para mis botes en la parte trasera de mi cinturón y mis dedos fríos rozaron la parte baja de mi espalda. Las camisetas comenzaban a irme algo cortas, debía ir de compras. Si volvía con vida y entera, desde luego Garo me pagaría lo suficiente para renovar mi armario entero.

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Tres Hilos
FantasiArkadia ha estado siempre sola, casi sola si contamos con sus encuentros con Sato. Apartada de su propio pueblo por su apariencia y viéndose obligada a refugiarse entre las peores compañías, a convertirse en ellas. Siendo mercenaria se vio envuelta...