3-(Suguro)

238 33 1
                                    

KAGOME

-Claro que sí, señor, ¡sería muy divertido! -Intenté que mi voz sonara alegre, pero mis palabras se apagaron al final-. Aunque... no sé si mi hermano me dejaría venir -dije, sintiendo el peso de la tristeza. Mi hermano siempre me tenía encerrada, como si el mundo fuera demasiado peligroso para mí.

El hombre notó mi pesar y se inclinó un poco, intentando suavizar la situación con una sonrisa cálida.

-No te preocupes, pequeña. Eso lo resolveremos a su debido tiempo. Por ahora, ¿por qué no exploras un poco el lugar? -Su tono era tranquilizador, pero sentí algo más en su mirada, algo que no entendí del todo.

Asentí sin decir nada más y salí a caminar. El lugar era enorme, pero me sentía sola. A cada paso, me envolvía la sensación de vacío que reinaba en los pasillos. Todo estaba en silencio, como si el tiempo se hubiera detenido solo para mí. El calor era sofocante, pero continué explorando.

De repente, tropecé con alguien. El impacto me hizo caer al suelo. Cuando levanté la vista, me encontré con un chico. Parecía mayor, pero lo que más me impactó fue su expresión: una tristeza profunda, un cansancio que pesaba más que el calor sofocante.

-¿Estás bien, pequeña? -me preguntó con una sonrisa forzada. Parecía intentar ser amable, pero era evidente que tenía la mente en otra parte.

-Sí, estoy bien -respondí mientras me levantaba-. Solo estaba explorando porque me lo dijeron... -Lo miré con curiosidad, sintiendo la pesadez en su ser-. ¿Por qué estás triste?

El chico, sorprendido por mi pregunta directa, tardó en responder. Finalmente, con la voz baja y un poco apagada, dijo:

-Son solo... problemas. No te preocupes, pequeña.

Lo observé detenidamente. Había algo en él, un dolor que no podía ocultar, y por alguna razón, sentí la necesidad de consolarlo. Le hice un gesto para que se agachara. Al principio, dudó, pero luego se inclinó a mi nivel. Sin pensarlo dos veces, lo abracé, sintiendo cómo su cuerpo se tensaba ante mi contacto.

-No estés triste -susurré suavemente-. No sé qué problemas tienes, pero puedo sentir tu dolor. No estás solo. No importa cuán grande sea la carga, siempre hay una manera de seguir adelante. -Mientras hablaba, dejé que mi energía fluyera hacia él, sintiendo cómo sus tensiones empezaban a disiparse.

El chico no dijo nada, pero su abrazo se hizo más fuerte, como si se aferrara a las pocas palabras de consuelo que le ofrecí.

-¡Suguru! -una voz distante interrumpió el momento. El chico, Suguru, se tensó de nuevo, pero no me soltó. Quise voltear para ver quién lo llamaba, pero él me sostuvo con firmeza, como si no quisiera que viera lo que venía.

-¿Qué sucede, Satoru? -preguntó Suguru, su tono era frío, como si tratara de proteger algo, como si la llegada de Satoru fuera una amenaza.

---

SUGURU

Odiaba cómo sonaba su nombre en ese momento. *Satoru.* Solo mencionarlo me revolvía el estómago. No quería que se acercara a la niña, no quería que la tocara, no quería que la mirara siquiera. Kagome era... diferente. Algo en ella despertaba en mí una necesidad de protección que no había sentido en mucho tiempo.

-Solo te estaba buscando porque últimamente has estado actuando raro. Pero... ¿quién es la niña? -Satoru miró hacia Kagome con curiosidad, y mis instintos se encendieron. No. No iba a permitir que él la tocara.

-No es de tu incumbencia -respondí, mi tono más duro de lo que pretendía-. Solo estoy cansado, así que vete.

Satoru me observó durante unos segundos, como si estuviera tratando de leerme, pero insistió, porque claro, siempre lo hacía.

-Pareces agotado, Suguru. Déjame llevar a la niña de vuelta. Estoy seguro de que se perdió, ¿verdad?

No. No iba a entregarle a Kagome. Algo en mí gritaba que Satoru no debía acercarse a ella. Su presencia, su energía, todo en él me daba náuseas en ese momento.

-Dije que me encargaré yo. Lárgate, Satoru. No estoy de humor para tus tonterías -le espeté. Mi voz sonaba afilada, más que nunca. El silencio entre nosotros era tenso, pero finalmente, Satoru suspiró y se dio la vuelta, alejándose.

Miré a Kagome y suavicé mi expresión. Lentamente, la bajé al suelo.

-¿Cómo te llamas, pequeña? -le pregunté, mi tono cambiando completamente. Quería que ella sintiera la tranquilidad que su presencia me daba.

-Soy Kagome Eito -respondió tímidamente. Su voz era suave, y de alguna manera, cada palabra que salía de su boca me hacía sentir... diferente. Era como si su mera existencia trajera luz a un rincón oscuro en mi corazón.

-¿Eito? ¿Del grupo Eito? -pregunté, sorprendido-. ¿Qué hace una niña de esa familia aquí? -No podía entenderlo. Los Eito eran poderosos en el mundo humano, sí, pero no tenían nada que ver con el mundo de los hechiceros.

Kagome asintió lentamente, pero vi cómo sus ojos se llenaban de tristeza.

-Mis padres... ya no están. Un monstruo les hizo daño, y la señorita Shoko me trajo aquí -su voz temblaba ligeramente, pero sus palabras eran firmes. Mi corazón se estremeció ante esa confesión. No lo había visto venir.

De repente, escuché la voz de Shoko llamando a Kagome desde la distancia. Me quedé quieto mientras ella corría hacia nosotros.

-¡Kagome! ¡Te he estado buscando! -Shoko tomó su mano sin siquiera mirarme-. Tenemos que irnos.

Y así, sin decir una palabra más, se la llevó. Vi a Kagome alejarse, pero justo antes de que desapareciera, se giró hacia mí y, con una sonrisa inocente, movió su pequeña mano para despedirse. La imité, sonriendo suavemente.

KAGOME

Mientras me alejaba, no pude evitar sentir algo en mi corazón. Ojalá ese señor encuentre la manera de dejar atrás su tristeza... Quiero verlo sonreír de verdad algún día.

Mi Mundo- SATORU GOJO- KAGOME HIGURASHI  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora