Kagome
El sol comenzaba a ocultarse, y cada paso de Kagome la llevaba por un camino incierto. Sin rumbo fijo, se preguntaba por qué estaba en el camino hacia la escuela de Jujutsu. Pero, de alguna manera, terminó frente a la preparatoria Sendai. A primera vista, el lugar podría haber pasado desapercibido, pero a medida que se acercaba, una presencia abrumadora la envolvía. Era un poder tan intenso que casi podía palparse en el aire, un poder que la fascinaba y a la vez la intimidaba. Sin dejarse llevar por el miedo, decidió acercarse. Con cada escalón que subía y cada pasillo que atravesaba, esa energía se hacía más clara, más palpable.
—Hey, chico, ¿estás teniendo problemas? —preguntó Kagome, con un tono casual que contrastaba con la seriedad del momento. Se dirigía a un joven de ojos azules que, sorprendido, la miró con incredulidad. En ese lugar, se suponía que nadie debía entrar.
—¿Qué haces aquí? ¿Quién eres? —preguntó el chico, intentando recuperar la compostura.
Pero antes de que pudiera reaccionar del todo, un detalle inquietante llamó la atención de Kagome: otro chico, encorvado, parecía haberse tragado un dedo.
—¿Ese es el dedo de Sukuna? —dijo Kagome, intentando asimilar lo que sucedía. Su padre le había hablado de las poderosas maldiciones, y el nombre del rey no podía faltar.
—¿Cómo lo conoces? ¿Quién eres? No has respondido —dijo el chico, aún descolocado por la presencia de Kagome y su sorprendente conocimiento.
—Soy Kagome Gojo —respondió ella, tranquila, señalando al chico que seguía mirando al suelo—. Creo que el chico no pudo asimilar el dedo.
—¿Qué? ¿Gojo? —dijo el joven, sorprendido. Su maestro era parte de ese clan.
—Sí, tú eres Zenin, ¿no? Puedes manejar su técnica de sombras —le dijo, segura de sí misma.
—Soy Fushiguro —respondió el chico, con seriedad.
—¿De qu—? En ese instante, algo cambió. Dentro de Yuji, una risa oscura y antigua emergió. No era la risa de un hombre, sino de algo mucho más siniestro. Sukuna, la maldición, despertó en Yuji, y su cuerpo se tensó mientras la oscuridad tomaba el control.
Kagome, sintiendo esa transformación, canalizó su energía. Se hizo evidente que su poder era aplastante, y todos a su alrededor comenzaron a sentirlo.
—Vaya, vaya, ¿de dónde has salido tú? —murmuró Gojo Satoru, quien aparecía como un observador en este teatro del destino. Kagome giró la cabeza para verlo; sabía que era del clan Gojo—. Gojo Satoru —confirmó la chica, sin rodeos.
Mientras tanto, Yuji, aún consciente de la situación, sintió una extraña calma que provenía de Kagome. Su presencia era reconfortante, resonando en lo más profundo de su ser, como si también estuviera luchando contra un destino no elegido.
Sukuna, por su parte, sentía la energía purificadora de Kagome como una amenaza. No era una simple humana ni una hechicera común; sabía que ella tenía el poder de dañarlo. Y el mal siempre reacciona ante lo que puede destruirlo.
—Tú... —Sukuna habló a través de los labios de Yuji, con una sonrisa torcida—. Puedo sentirlo... tu poder es... molesto.
Kagome, decidida, aumentó aún más su energía, haciendo que la oscuridad se retorciera en su presencia. No le importó lo que Sukuna pensara.
Gojo se acercó, con esa sonrisa despreocupada que lo caracterizaba, como si estuviera dando un paseo casual frente a uno de los seres más peligrosos que el mundo conocía.
—¿Entonces eres Sukuna? —dijo, con una mano en el bolsillo y la otra ajustándose la venda en los ojos—. Pensé que serías más... imponente.
—¿Imponente? —respondió Sukuna, desafiando—. Eres demasiado confiado, hechicero. ¿Crees que puedes enfrentarte a mí?
—Lo que pasa es que... soy el más fuerte —dijo Gojo, con un tono que era casi despreocupado. Kagome notó la chispa de confianza en sus palabras; era difícil no creerle. Gojo tenía esa clase de aura que inspiraba confianza.
Harto de las palabras de Gojo, Sukuna lanzó un ataque directo: una ráfaga de energía maldita que se movió a una velocidad vertiginosa. Pero para Gojo, todo ocurría en cámara lenta. Con un simple movimiento de cabeza, esquivó el ataque con elegancia, sin perder la sonrisa. Kagome, de pie a un lado, observaba la escena como si estuviera en un juego, sabiendo cómo terminaría.
—Nada mal —murmuró ella, un toque juguetón en su voz. Gojo era especial, la conocía por su clan.
Gojo no tardó en tomar la ofensiva. Con una velocidad que apenas podía seguirse, apareció frente a Sukuna y le lanzó un golpe en el rostro que lo envió volando varios metros hacia atrás. El impacto resonó como un trueno, pero Gojo se sacudió la mano como si se hubiera cansado de golpear.
Sukuna se levantó rápidamente, con furia en los ojos de Yuji, pero Gojo ya estaba encima de él de nuevo. Cada movimiento de Gojo era preciso, cada golpe reflejaba su inmenso poder, pero nada era excesivo. No se trataba de una pelea violenta, sino de un juego, un recordatorio de quién estaba realmente al mando.
Finalmente, después de varios intercambios donde Sukuna nunca pudo tocarlo, Gojo se detuvo, aún con una sonrisa en los labios.
—Bueno, creo que es suficiente por ahora, ¿no? —miró hacia Kagome, como si todo hubiera sido solo un espectáculo para ella—. Además, aún tenemos que devolver a Yuji.
Sukuna gruñó, frustrado, pero su poder comenzó a desvanecerse. Con un último destello de maldad, Yuji recuperó el control de su cuerpo. Jadeando, miró a Gojo y luego a Kagome, confuso, sin saber qué había sucedido.
Kagome soltó una sonrisa arrogante al ver que Yuji podía mantener bajo control, hasta cierto punto, al rey.
—Ya está —dijo con una calma que parecía natural en ella.
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Mi Mundo- SATORU GOJO- KAGOME HIGURASHI
Fiksi Penggemar- Kagome ha renacido en un nuevo mundo ha pasado por mucho pero su amor la llevará a lograr todo. A su lado el más fuerte, que la protegerá sin miedo a morir porque ella es su mundo