4-Accidente

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KAGOME

—¡Hermano! ¡Volviste! —corrí hacia él, llena de emoción. Por fin había vuelto a casa. —Hermano, ya soy más grande. Quería preguntarte si puedo estudiar fuera de la casa. —Le sonreí con la esperanza de que mi petición lo ablandara. Tengo 10 años, ya soy lo suficientemente madura para cuidarme sola—. Por favor, hermano, quiero salir de este lugar —supliqué con toda la fuerza que me quedaba. Pero su rostro… su rostro no mostró ni una pizca de compasión. Su mirada severa y fría me intimidaba.

—Kagome, creo que te estás equivocando —dijo en un tono que me hizo estremecer—. No vas a salir nunca de aquí. Esta casa es tu prisión y yo soy tu verdugo. —Sus palabras eran como cuchillas afiladas. Mi corazón se encogió. —Nuestros padres murieron aquí, frente a tus ojos, y tu deber es quedarte con ellos. Acompañarlos. —Su tono cambió a uno sádico, cargado de una crueldad que jamás había visto en él.

—H-hermano… —Intenté replicar, pero antes de que pudiera terminar mi frase, sentí el golpe de su mano estrellarse contra mi rostro. El impacto me lanzó al suelo. Dolor. Lágrimas brotaron sin control, y no pude contener los sollozos.

—¡¿Por qué no lo entiendes?! —gritó, su voz era la de alguien que había perdido todo juicio. Se lanzó sobre mí, golpeándome una y otra vez, sin detenerse. Su furia era incontrolable. No era el hermano que yo conocía. ¿Dónde estaba ese hermano amable que siempre me cuidaba?

—¡Joven maestro, por favor! ¡Deténgase! —gritó el mayordomo desde la puerta, desesperado—. La señorita Kagome no tuvo la culpa de lo ocurrido. ¡Por favor! —Su voz era casi un ruego, pero no importaba. Mi hermano no se detenía. No escuchaba.

Sentía mi cuerpo cada vez más pesado. Cada golpe me hacía sentir más pequeña, más débil. ¿Por qué mi hermano me odiaba tanto?

—¡Señor, por favor, deténgase! ¡La señorita Kagome está sangrando! —gritó una de las empleadas de la casa. Podía escuchar el miedo en su voz, la desesperación. Pero mis ojos apenas podían abrirse. El dolor era insoportable. Ya no podía moverme. Mis lágrimas se mezclaban con la sangre en el suelo.

Finalmente, sentí que el peso de su cuerpo desaparecía de encima de mí.

—Llévenla a curar. Aún está viva. —Su voz era gélida, sin emoción alguna. Me abandonó ahí, en el suelo, como si no fuera más que un objeto roto.

Los sirvientes corrieron hacia mí, me levantaron con cuidado y me llevaron a toda prisa. Mi visión se oscurecía. Apenas podía escuchar las voces preocupadas a mi alrededor. Sentí sus manos temblar al tocarme. Después de lo que pareció una eternidad, finalmente, todo se desvaneció.

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Cuando abrí los ojos, sentí el dolor punzante en cada parte de mi cuerpo. Estaba vendada, inmovilizada. Las heridas ardían, y mis lágrimas seguían corriendo en silencio.

—Nana… tengo miedo… —murmuré con la voz quebrada. Mi nana, la única persona que parecía genuinamente preocuparse por mí, estaba a mi lado, llorando conmigo—. Mi hermano… ¿por qué está así? Él no era así antes… por favor, Nana… no quiero estar aquí… quiero irme. —Mi cuerpecito temblaba de miedo. No podía dejar de sollozar.

—Tranquila, Kagome. —La voz de mi nana intentaba ser firme, pero sus propias lágrimas la traicionaban—. Saldrás de aquí, pequeña. No te preocupes, ya no más lágrimas… lo solucionaremos, te lo prometo. Estoy aquí para ti —susurró, acariciando mi frente con ternura.

—Nana… quiero irme, pero... ¿cómo? —pregunté, con la voz temblorosa.

—No te preocupes por eso, mi niña —respondió, decidida—. Esta noche, escaparemos de esta mansión. El chófer te ayudará a salir. —Su tono era firme, como si ya lo hubiera planeado todo.

Mi corazón latía con fuerza. *Podría salir de este lugar. Escapar de este infierno.* Pero el miedo seguía ahí, atrincherado en lo más profundo de mí.

—Bien, Nana… esta noche lo haré.

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Más tarde esa noche…

—Adiós, Nana —susurré, llena de dudas. Estaba asustada, pero no podía seguir aquí. No después de lo que había pasado.

Subí al auto, el corazón en la garganta. El chófer no dijo nada. Arrancó el auto en cuanto estuve dentro. Mientras avanzábamos por la carretera oscura, me dejé caer en el asiento. *¿De verdad estaba escapando?* El miedo y la tristeza se apoderaban de mí. Sentía el peso del silencio a mi alrededor, el rugido del motor y las luces de los autos pasando a nuestro lado.

La oscuridad del camino y el cansancio empezaban a afectarme. Mis ojos se cerraban, cada vez más pesados. Casi podía sentir cómo el sueño me arrastraba.

Y entonces, todo se detuvo.

Un estruendo. El auto salió volando, girando por los aires. Escuché el sonido del metal retorciéndose, vidrios estallando. Mi cuerpo fue lanzado dentro del vehículo, incapaz de defenderme. Rodamos, rodamos, hasta que finalmente todo terminó.

El auto estaba destrozado. En llamas. Podía sentir el calor del fuego, aunque mi cuerpo ya no respondía. Todo era dolor, un dolor tan profundo que ya no podía gritar. Apenas era consciente de mi entorno.

Y luego, la oscuridad me envolvió.

Mi Mundo- SATORU GOJO- KAGOME HIGURASHI  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora