5- Gojo

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Horas después del accidente…

El auto destrozado y envuelto en llamas yacía en medio de la carretera desierta. Pasaron largos minutos, tal vez horas, antes de que alguien se percatara de la tragedia. Las luces de otro vehículo iluminaron la escena. El conductor, perteneciente al clan Gojo, no tenía ninguna intención de detenerse, pero algo lo hizo frenar bruscamente: la presencia de alguien, o algo, en el interior del vehículo destrozado.

Con una mezcla de curiosidad y desinterés, se acercó al auto. Entre los restos de metal y humo, su mirada se posó en una figura pequeña, una niña que apenas respiraba. Su cuerpo estaba cubierto de heridas, pero… había algo extraño en ella. Las heridas, poco a poco, empezaban a cerrarse por sí solas. No era una niña común.

Sin decir una palabra, la levantó con cuidado. La niña, inconsciente, fue llevada al clan Gojo. No tenía un plan, pero la presencia de la pequeña irradiaba una energía que no podía ignorar. ¿Quién era esta niña? Esa pregunta resonaba en su mente mientras la llevaba consigo, un aura tan poderosa como desconocida emanaba de ella.

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Horas más tarde, en el clan Gojo…

Una vez en la seguridad de la residencia del clan, comenzó a trazar un plan. La niña no podía ser simplemente dejada de lado. Si sus heridas se curaban tan rápido, si poseía esa extraña energía, debía tener un propósito mayor. Entonces, una idea surgió: hacerla pasar por su hija perdida.

Era una idea arriesgada, pero sus ojos… sus ojos eran lo suficientemente parecidos a los de la familia como para justificarlo. Los miembros del clan no cuestionarían mucho. El linaje de los Gojo era peculiar, y una niña que encajara visualmente sería fácilmente aceptada. No había tiempo que perder.

Finalmente, la niña despertó. Sus ojos aún reflejaban el desconcierto. Estaba desorientada, su mente era un caos, pero la mirada del hombre que la había encontrado era firme.

—¿Señor, dónde estoy? —preguntó con una voz inocente, los ojos llenos de confusión. Apenas podía recordar el accidente, ni cómo había llegado allí.

El hombre se inclinó hacia ella, su expresión seria, evaluando cada palabra que iba a decir. No podía cometer errores.

—¿Recuerdas lo que pasó? ¿Sabes quién eres? —Su voz era firme, pero sin dejar de ser calculada. La niña debía confiar en él, debía creer en su historia.

—Yo… soy Kagome… eso es lo único que recuerdo. —Su voz era baja, con un toque de tristeza. Parecía buscar en su mente fragmentos perdidos de su identidad, pero no encontraba nada más.

El hombre cambió su tono de inmediato, suavizándolo para parecer más cálido, más paternal.

—Tranquila, mi niña. Yo soy tu padre, y estás a salvo. —Hizo una pausa, permitiendo que las palabras calaran en la pequeña—. Tu nombre es Kagome… Kagome Gojo.

La niña parpadeó, confundida. No recordaba nada de lo que él decía, pero su voz era tan convincente, tan segura… y ella se sentía tan perdida. No tenía a nadie más en quien confiar. Así que asintió lentamente.

—Papá… no lo recuerdo… ¿qué fue lo que pasó? —susurró, llena de dudas, pero dispuesta a creer en él.

El hombre esbozó una pequeña sonrisa, sabiendo que había ganado su confianza.

—Tuviste un accidente de auto, y estuviste desaparecida durante mucho tiempo. Pero lo importante es que por fin estás aquí, con tu familia. —Dio un paso hacia ella, imponiendo su autoridad con suavidad—. Kagome, a partir de ahora serás entrenada. Necesitas ser fuerte, porque bajo el amparo de los Gojo, serás capaz de protegerte de todo peligro.

Sus palabras no eran una simple sugerencia, sino una orden disfrazada de cariño.

—Sí, papá… haré lo que me pidas —respondió la niña, con el corazón aún confuso. Se aferraba a esa nueva identidad como si fuera su única salvación. No sabía quién era realmente, pero al menos tenía una dirección.

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Cinco años después…

Kagome había cambiado. Los años de entrenamiento bajo la tutela del clan Gojo la habían transformado. Ya no era la niña perdida que había sido rescatada entre los escombros. Se había vuelto una guerrera, inquebrantable y fría. Había aprendido a canalizar su poder, un poder que contrastaba directamente con la energía maldita: su mera presencia podía infligir un daño devastador a las maldiciones, haciéndola una pieza clave dentro del clan.

El entrenamiento había sido brutal, pero necesario. Cada lágrima, cada herida había moldeado su carácter. Y aunque en su interior aún guardaba las cicatrices de su infancia, la Kagome de ahora era una persona completamente diferente. Mentalmente inquebrantable, físicamente imparable.

Aquella noche, su "padre" la llamó.

—Kagome —dijo, con el tono autoritario que había utilizado durante todos esos años—, mañana partirás. Debes ser fuerte, más de lo que nunca has sido.

Kagome, con una mirada firme y decidida, simplemente asintió.

—Sí, padre. Todo está listo. Me iré a primera hora. —Sus palabras eran claras, sin titubeos, reflejando la fuerza que había forjado en esos años de entrenamiento. Ya no era una niña indefensa. Ahora era una guerrera.

Se giró hacia él por última vez, su voz sin emociones.

—Adiós, padre.

Mi Mundo- SATORU GOJO- KAGOME HIGURASHI  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora