Nikolai
—¿Droga?
Mikhail asintió.
—No es muy común pero, un poco y te mata —dijo revisando unos papeles distraídamente que después me tendió.
Comencé a leerlos pero los dejé de lado, tantos términos médicos me provocaban dolor de cabeza.
—¿Crees que fue él quien se drogo? —preguntó Rosa a mi lado, viéndose bastante pequeña a comparación de mis casi dos metros de altura.
—No, es difícil conseguirla. De seguro debió de haber sido alguien más.
Levantó el brazo del cadáver del sujeto, donde nos señaló un lugar en concreto, y la mujer y yo tuvimos que entrecerrar los ojos para alcanzar a ver el pequeño punto en el brazo del tal Molina.
—Lo drogaron para matarlo —dijo Mikhail bajando el brazo— pero esto no es obra de los Andreyev, ellos no hacen eso, debió de ser alguien más.
Suspire. Esto no me gustaba ni un poco.
—Tal vez cambiaron de táctica.
—No lo creo —susurró Rosa— Los Andreyev llevan décadas con el mismo mecanismo. Jamás lo cambiarían tan repentinamente para matar a un sujeto que se la vive borracho porque su mujer lo dejo.
—Eres lista —Mikhail le guiño un ojo a la chica, lo que me hizo fruncir el ceño— tranquilo, perro —dijo riendo.
Rodé los ojos.
Esta si me la pagas.
—Este lugar no es seguro para ti.
—¿Disculpa?
Rosa levantó su mirada hacia mi, frunciendo el ceño.
—Están hiriendo a las personas a tu alrededor, se que son mis enemigos, y si se enteran que trabajas para mi, vendrán a por ti.
—Que lo intenten —dijo molesta, antes de levantarse de la silla.
Estábamos en la sala de espera del hospital, pues Mikhail tenía asuntos pendientes aquí, y quiso que viniéramos con él.
La chica se fue por el pasillo, por el cual resonaron el fuerte sonido de sus pisadas.
Después de unos cinco minutos, Mikhail salió furioso de la habitación donde estaba.
—¿Que pasó? —el negó con la cabeza, antes de darle un fuerte golpe en la pared, dañando un poco la pintura blanca de esta.
—Maldito doctor. Dijo que tengo que seguir tomando esos medicamentos.
Rodé los ojos.
—Eres un dramático —dije poniéndome de pie, antes de arreglarme el saco— vamos.
Comenzamos a caminar hacia al pasillo buscando a la chica, pero no la veíamos por ninguna parte.
Giramos del otro lado y nada.
Ambos nos miramos y sacamos las armas, listos para atacar, pues tanto silencio nunca significa algo bueno.
Pero no fue necesario.
La chica miraba atentamente una habitación del hospital.
Era una puerta completamente blanca como las demás, lo único que cambiaba era el número.
16.
—Si los pacientes los ven con armas en la mano se van a asustar. Guárdenlas —dijo firmemente sin mirarnos.
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Sangre y Espinas
Mystery / ThrillerDentro de las paredes de un elegante bar de Siloane, dos mundos colisionan. Daphne Monroe, la bartender inexpresiva y de pocas palabras, esconde un pasado turbio y un corazón endurecido por la vida. El bar es su refugio, donde mezcla tragos y escuch...