Capítulo Uno

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Daphne

—¡A mi me gusta andar de pelo suelto! ¡Me gusta todo lo que sea misterio!

—¡Ya cállate, JJ! —gritó Isabella desde la oficina— ¡Bájale el volumen a esa música infernal!

JJ soltó un chillido ofendido.

—¡Gloria Trevi no es música infernal! ¡Es un canto celestial! ¡Es una diva! ¡Es la chispa que nos iluminará y nos hará bailar en tutús algún día! —vociferó con dramatismo.

Isabella salió de la oficina, observando a JJ con su mirada más afilada que un cuchillo.

—Esto es un bar, no la ducha de tu departamento. Baja el volumen o te despido —dijo antes de cerrar la puerta de un portazo, a lo que JJ rodó los ojos divertido, para después bajar considerablemente el volumen de la música.

—No se de que se queja, ni siquiera hay clientes —murmuró apoyando su mentón en la barra con desgana.

Le lancé una mirada fugaz antes de volver a centrar mi atención al vaso que estaba limpiando.

—Quizás lo que le irrita es que estés cantando "Pelo Suelto" mientras luces una cabeza rapada —dije sin poder contener una sonrisa socarrona.

JJ sacó la lengua hacia mi de forma infantil, sacándome una risa que sonó más a un bufido.

—Daphne, te quedas a cargo —dijo Isabella saliendo de su oficina— Iré con Paulina a cenar.

—¿Problemas con su esposo de nuevo?

Ella asintió mientras se retocaba el labial rojo.

—Mantengan a los clientes contentos y sin quejas.

—Pero si sólo está el "borrachito" —bromeó JJ en voz baja, parpadeando lentamente como si estuviera bajo un hechizo de sueño, pero antes de que cayera en los brazos de Morfeo, Isabella chasqueó sus dedos frente a él como una maga despertando a su asistente, antes de comenzar a caminar despreocupadamente hacia la salida.

—Será muy borracho, pero mientras pague los tragos, todo bien. Nos vemos mañana —dijo la mujer antes de salir por la puerta del bar.

JJ observó al único cliente del lugar, el cual estaba completamente ebrio en una de las mesas del fondo.

—Apuesto a que su mujer lo volvió a dejar.

Le dediqué una mirada cómplice mientras apoyaba mis antebrazos sobre la barra.

—Lo dejó por ser un pirata del ron —bromeó JJ.

—Qué misterio más embriagador —le seguí el juego, mientras levantaba ligeramente la comisura derecha de mi boca.

Ambos exhalamos un suspiro teatral, cargado de aburrimiento.

El día había estado bastante tranquilo, a pesar de que ya era la una y media de la madrugada, hora en la cual, el lugar acostumbraba a estar abarrotado hasta casi reventar, a pesar de ser un lugar muy exclusivo.

—¡Molina! —llamé al hombre con voz de sargento, quien levantó su cabeza como si despertara de un sueño profundo— ¡O consume o se va!

El hombre rodó los ojos con dramatismo, para después levantarse temblorosamente de su asiento y caminar hacia la barra.

Al llegar, nos entregó un billete que duplicaba el valor de su cuenta.

—Quédense con el cambio —susurró, antes de caminar hacia la entrada del bar.

Cuando al fin se fue, JJ y yo nos quedamos sumidos en un silencio cómodo.



—Es hora de irnos —le susurré al chico que tenía al lado, cuyos ojos luchaban contra el peso del sueño— Casi nadie vino, dudo que alguien venga en diez minutos.

Él me lanzó una mirada somnolienta y luego dirigió su vista hacia el reloj

—¿Las tres cincuenta?

—Si, me sorprende que no haya venido nadie.

JJ suspiro con cansancio mientras se levantaba de su asiento.

Con movimientos mecánicos y sin entusiasmo, ambos recogimos nuestras pertenencias de la mesa que estaba detrás de nosotros.



—Te veo en la noche —murmuré al chico, mientras giraba la llave en la cerradura con un eco metálico que rompía el silencio. Su respuesta fue un asentimiento distante, casi perdido en sus propios pensamientos.

Al asegurarme de que la puerta estaba completamente cerrada, camine por la banqueta de camino a mi departamento.

Al llegar, aventé mi mochila al pequeño sillón que había en el centro de la sala.

Recorrí el pasillo hasta la habitación.

Abrí la puerta, y solo al entrar me aventé en la cama, sin molestarme en ponerme la pijama.

Intenté mantenerme despierta lo más que pude, pero el sueño me ganó, haciendo que caiga profundamente dormida.

Sangre y EspinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora