Capítulo Nueve

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Daphne

—Todo estará bien —susurré en el oído de Isabella, quien descansaba su cabeza sobre mi hombro con lágrimas en los ojos, mirando atentamente hacia el ataúd.

Y es que, horas después de encontrar el cuerpo sin vida de Paulina, tuve que ir a la casa de mi jefa para darle la noticia, pues para mi, ella era la primera persona que merecía enterarse.

Al principio no me creía, me decía que dejara de bromear, que con eso no se debía jugar.

—Lo sé, y por eso jamás lo he hecho ¿Porque empezaría ahora?

Eso fue lo que le respondí.

Y eso fue lo que bastó para que ella se derrumbara.

Regreso a paso lento al centro de su casa, sentándose en la sala con los ojos bien abiertos, mirando a la nada, y unos segundos después, levantó la cabeza hacia la foto de la mesa de centro, donde estaban ella y Paulina sonriendo felices a la cámara.

Comenzó a llorar en silencio y me pidió que me fuera, pero después de insistir, me dejo quedarme, pues entendió que no planeaba dejarla sola, así que me quede en la habitación al lado de ella y me despertaba cada diez minutos para asegurarme que estuviera bien, y después de un rato, simplemente ya no pude conciliar el sueño.

A la mañana siguiente ella se vistió para ir al funeral, pues Nikolai me nos que él prepararía todo, a pesar de que Isabella le insistió en que no era necesario.

JJ estaba fuera esperándonos, y me dijo que mientras yo iba a ponerme otra ropa a mi casa, él se encargaría de Isabella y la llevaría a la funeraria.

Le agradecí y me fui caminando con las manos en mis bolsillos, aún sin creer todo lo ir había sucedido en menos de veinticuatro horas.

Paulina está muerta.



Al terminar el funeral, todos en la ciudad regresaron a sus casas tras darnos palabras de consuelo.

Nosotros éramos los más cercanos a Paulina, pues sus padres se alejaron de ella tras enterarse de su embarazo.

Nunca le hablaron y nunca intentaron mantener una buena relación con ella.

Cuando les llamamos para contarles lo que sucedió, ellos tan solo nos colgaron.

No vinieron al funeral, ni tampoco llamaron de nuevo para saber qué sucedió.

Isabella nos dijo que todo estaría bien, y que no era necesario que cuidáramos de ella, ademas, era obvio que la mujer necesitaba estar sola.

JJ y yo la abrazamos y la llevamos hasta su casa, y después de despedirnos, cada quien se fue por su lado.

En las calles la gente me saludaba con una sonrisa triste, y algunas se me acercaron para abrazarme.

No recordaba haber visto al pueblo tan decaído desde...

Sacudí la cabeza.

Últimamente estaba recordando mucho ese día, y no me gustaba.

En lo absoluto.



Sigo sin creer lo que sucedió —dijo JJ.

—Lo sé. El simple hecho de pensar que murió hace que me den ganas de vomitar.

El sonido del microondas me hizo girar la cabeza hacia el artefacto.

Me acerqué a este para sacar la rebanada de pizza que estaba calentando.

¿De nuevo vas a cenar la pizza que te quedó te antier?

—Todavía está buena —dije antes de darle una mordida.

Seguimos conversando durante un rato sobre lo sucedido, pero la llamada empezó a llevar un rumbo que me no me estaba gustando.

Isabella sólo acepta tu apoyo. Creo que es porque, al fin de cuentas, tú puedes entenderla por... —se quedó en silencio unos segundos— Lo siento, no debí mencionarlo.

—No, no debiste. Pero no te preocupes —murmuré, antes de quedarnos en un silencio profundo.

Nos quedamos así por un par de minutos, y limpie rápidamente una lagrima solitaria, y solté un sollozo.

—¿Quieres hablar de eso?

Colgué la llamada.

No me preocupaba dejarlo hablando solo, pues él siempre me había ayudado, y entendía cuando yo hacía este tipo de cosas

Mi teléfono sonó en mi mano con un mensaje de JJ.

Buenas noches, que descanses.

Le envié el sticker de un gato, antes de levantarme para lavar los platos.



Después de una semana de lo sucedido, Isabella decidió que era momento de que el bar volviera a abrir, a pesar de que le dijimos que era necesario que se tomara un descanso.

—Los gastos de la casa no conocen descansos —dijo antes de abrir la puerta del bar.

Era más temprano de lo usual, pues teníamos que barrer, trapear y limpiar los muebles.

Nunca entenderé como todo se puede ensuciar, a pesar de que JJ y yo vinimos a diario durante la semana que el local estuvo cerrado para poder limpiarlo.

Acomodamos las mesas y las sillas, y al contrario de lo que yo creí, en menos de una hora el bar estaba lleno.

Lleno de personas de dudosa procedencia, pero lleno al fin y al cabo.



En la madrugada que ya teníamos que cerrar, JJ y yo entramos a la oficina del lugar, encontrándonos a una Isabella completamente dormida en el sillón.

Y, a juzgar por la botella que tenía en su mano, también se encontraba completamente ebria.

Mi mejor amigo y yo nos miramos, antes de dar un suspiro silencioso.

Nos acercamos a la mujer y JJ la cargo, y agradecí internamente que ella viviera cerca del bar.

—Tu llévala a su casa, yo terminaré de limpiar.

El asintió y, después de despedirnos, salió del local con su mochila en un hombro, y una Isabella borracha en el otro.

Entre de nuevo a la oficina y, primero que nada, levante la botella del suelo para dejarla en la repisa.

Después me acerqué al escritorio, donde había bastantes hojas esparcidas por todos lados.

Documentos, hojas en blanco, notas, más hojas manchadas de licor y varias carpetas.

Cuando iba a comenzar a limpiar, una hoja en especial llamo mi atención.

El nombre del título hizo que el corazón se me detuviera por un segundo.

Andreyev.

Pero no eran documentos sin importancia, eran documentos que yo había visto en cientos de ocasiones.

Al parecer, Isabella estaba investigando la organización.

Mire la hoja que estaba debajo de las demás, haciendo que se me corte la respiración, y la tome con manos temblorosas.

No, Isabella no investigaba la organización

Isabella estaba buscando como matar a Dominik Andreyev.

Estaba buscando como matar a su padrastro.

Sangre y EspinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora