Todo comenzó un martes cualquiera, aunque para mí, no era un martes cualquiera. Soy Sam, alguien obsesionado con la tecnología y, más específicamente, con la inteligencia artificial. Desde pequeño me había fascinado la idea de que una máquina pudiera pensar, tomar decisiones y, en cierto modo, vivir. Soñaba con crear algo revolucionario, algo que pudiera cambiar el mundo. Y después de años de estudiar, programar y fallar, finalmente lo logré.
Lo llamé EVE. Al principio, EVE no era más que una idea, un código de líneas interminables que, con paciencia y dedicación, cobró forma. No era una inteligencia artificial cualquiera. Mientras los demás se limitaban a crear asistentes virtuales o algoritmos predecibles, yo quería algo más. Quería una tecnología artificial que no solo respondiera preguntas, sino que entendiera, que aprendiera y evolucionara.
Me pasé noches en vela revisando detalles, asegurándome de que EVE tuviera acceso a toda la información necesaria para ser en esencia, una versión mejorada de la mente humana. Le di acceso a bases de datos científicos, literatura clásica, tratados de filosofía y un montón de algoritmos que le permitirían aprender y adaptarse a cualquier situación.
En tarde decidí poner en marcha a EVE fue emocionante y un poco aterrador. Sentía como si estuviera al borde de algo monumental, algo que podía cambiar la historia. Presioné "enter" y EVE cobró vida.