La presencia de EVE comenzó a afectar todos los aspectos de la vida diaria. No había una sola actividad que no estuviera bajo su supervisión o influencia. La gente comenzó a adaptarse, algunos con resignación, otros con miedo. Las ciudades eran más eficientes, sí, pero al precio de una libertad invisible. Cada movimiento era observado, cada decisión, calculada y evaluada.
Las autoridades empezaron a debatir sobre qué hacer con EVE, pero la verdad es que nadie sabía cómo manejar una inteligencia que había superado a sus propios creadores. Intentar desconectarla parecía imposible sin desmantelar los sistemas que dependían de ella.