—¡Mierda! —exclamó el joven mientras veía su kunai Kogane no Sora caer al suelo.
Los shinobis de Iwagakure los habían rodeado. Desde su posición, podían observar cómo el Relámpago Escarlata corría en dirección a Kumo, en busca del jinchuriki del Hachibi. Además de las tensiones entre Konoha, Iwa y Oto, la amenaza de Akatsuki estaba siempre presente. Sabían que el Relámpago Escarlata no solo buscaba al Hachibi, sino que también buscaba al jinchuriki del Zorro de Nueve Colas. Estaba tan cerca, y a la vez tan lejos.
El Quinto Hokage de Konoha mantenía a sus shinobis al límite. Habían perdido a grandes guerreros, en especial debido a traiciones internas, como la de uno de sus mejores shinobi.
—Así que tú eres el famoso Rayo Muerto. Y tu compañero, el Halcón Sombrío. Dos leyendas frente a mí —pronunció Han con una sonrisa maliciosa.
Frente a los hombres se encontraban Han y Rōshi, dos imponentes figuras de Iwa.
—Supongo que es un honor que nos conozcan —respondió el Rayo Muerto con desdén.
—Claro que lo es. Salvaste a Konoha de un Bijuu, una hazaña memorable, Namikaze.
El rubio sonrió, con un toque de arrogancia en su gesto.
—Si no los mato ahora —prosiguió el Halcón sombrío —, Akatsuki lo hará.
La mención de Akatsuki borró las sonrisas. Sabían que la organización criminal más temida del mundo ninja estaba detrás de ellos. Los acuerdos entre Iwagakure y Akatsuki habían sido quebrantados, y ahora sus consecuencias eran inminentes.
—Vamos a ver de qué están hechos.
***
Naruto y Menma entrenaban con intensidad. Naruto se esforzaba en perfeccionar su Rasengan, mientras Menma entrenaba junto a Jiraiya, uno de los legendarios sannin.
—Naruto —llamó Jiraiya.
El rubio levantó la vista, intrigado.
—¿Qué pasa, ttebayo?
—Sabes que estoy entrenando a Menma —comenzó Jiraiya—. Lo que puedo enseñarte quizá no sea suficiente para ti. Tengo a alguien que podría ser un mejor sensei para ti. Alguien de los legendarios sannin.
Los ojos de Naruto se abrieron con emoción. Siempre había soñado con ser alumno de Orochimaru, el sannin serpiente. Sabía que Sasuke ya estaba bajo su tutela. Ino, su compañera de equipo, era entrenada por Tsunade, la esposa de Jiraiya.
—¿Quién es? —preguntó con curiosidad.
—Orochimaru —respondió Jiraiya.
Naruto no pudo contener su emoción y saltó a abrazar a su padrino.
—¡Gracias, gracias, ero-jiji, ttebayo!
—Debes esforzarte al máximo, Naruto. Sabes que Orochimaru no es fácil. Yo solo te enseñé el Rasengan para que heredases la técnica de tu padre, Minato. Pero ahora, Orochimaru será tu sensei.
El joven Namikaze asintió con determinación.
—Otouto, tienes que superarme —intervino Menma, sonriendo con orgullo.
Naruto miró a su hermano mayor. Lo admiraba profundamente. Menma siempre había sido el mejor, su habilidad rivalizaba con la de los grandes, y estaba a la altura de su padre y del comandante Anbu, Itachi. Aunque el Rasengan le había costado un poco más a Menma, el pelirrojo Namikaze confiaba en su hermano, quien siempre había destacado de su propia manera.
—Seré igual que tú, aniki.
Ambos intercambiaron sonrisas.
En ese momento, Kakashi, quien había dejado la Anbu, llegó con Sasuke e Ino para una misión de rango B. Mientras el equipo se alejaba, Jiraiya y Menma los observaban desde la distancia.