Capitulo 27

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La noche avanzaba silenciosa, pero para Sawamura, el descanso no traía paz. Su mente estaba atrapada en un laberinto de recuerdos y terrores. En su sueño, se encontraba en un oscuro callejón, la brisa era helada y el aire estaba cargado de un olor a metal. Miraba hacia adelante, una sensación de peligro inminente lo invadía.

De repente, el sonido de pasos resonó en la distancia, haciéndose cada vez más cercanos. Sawamura se giró, buscando un refugio, pero se encontró con una figura que lo hacía sentir seguro: su madre. Ella estaba allí, con su cálido abrazo y su risa, pero algo en su mirada le decía que algo terrible estaba por suceder.

—¡Eijun! —gritó su madre, su voz llena de preocupación—. ¡Corre! ¡Ve a casa!

Pero antes de que pudiera reaccionar, un grupo de sombras emergió de la penumbra, rodeándolos. Sawamura sintió su corazón acelerarse, cada latido resonando en su cabeza.

—¡Déjalo en paz! —gritó su madre, empujando a Sawamura detrás de ella—. ¡Llévenme a mí, pero no a él!

Sawamura se quedó paralizado, los ojos muy abiertos, incapaz de moverse. En un instante, escuchó un ruido sordo, como si el tiempo se hubiera detenido. Entonces, todo se volvió un caos. Un disparo resonó en el aire, y el mundo se detuvo en un momento desgarrador.

Vio a su madre caer al suelo, su rostro lleno de dolor y sorpresa. La imagen se grabó en su mente, cada detalle agudo y nítido. Los hombres, con miradas frías y desalmadas, lo arrastraban lejos de ella.

—¡Mamá! —gritó, pero su voz fue ahogada por el terror y la desesperación. Su pequeño cuerpo luchaba, pero no podía liberarse del agarre cruel que lo apresaba.

Mientras se alejaban, sus ojos se llenaron de lágrimas. Miró hacia atrás, donde su madre yacía en el suelo, la vida desvaneciéndose de su rostro.

—¡Eijun! —su voz resonaba en su mente, una súplica que lo perseguía incluso en la oscuridad.

De repente, despertó con un sobresalto, su corazón latiendo con fuerza, empapado en sudor frío. La habitación estaba en silencio, pero la pesadilla seguía viva en su mente, como una sombra que nunca se desvanecería. Solo pudo suspirar y levantarse, pero no esperaba ver a su senpai despierto tan temprano, pues eran las 4:48 a.m.

—¿Kuramochi-senpai, no dormiste? —preguntó, notando que el peliverde tenía enormes ojeras y lucía cansado.

El campo corto alzó la vista y le lanzó algo a Sawamura, que lo agarró a duras penas con su mano derecha.

—¿Qué es esto?

—Estás desconectado... es algo de segunda mano. Te servirá por el momento. —Sawamura observó el objeto: era un teléfono no muy actual—.

Regresó la mirada a su senpai y le regaló una tierna sonrisa.

—Gracias, ni-san.

El peliverde se sorprendió al ver esa cálida sonrisa que no observaba en tanto tiempo. Eso hizo que un ligero sonrojo apareciera en las mejillas del mayor; no esperaba que lo llamara hermano. Aunque su corazón se apretó, no sabía cómo abordar el tema de la carta o decirle que quería ir con él a su pueblo.

Estaba tan absorto en sus pensamientos que no se dio cuenta cuando Kuramochi se cambió y tomó un pequeño bolso que ya estaba listo.

—Sawamura.

—¿Sí, senpai?

—Anda con cuidado y llama en cualquier situación... —La cara de Sawamura era dudosa, pero sonrió. A pesar de que su corazón se sentía cálido, le dio una pequeña sonrisa y solo asintió antes de abrir la puerta.

Miyusawa - Serendipia de BonhomiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora