Capitulo 26

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Todo fue tranquilo después de una semana. Sawamura fue donde el médico, quien le aseguró que estaba perfectamente y podría regresar a jugar, aunque le advirtió que no debía sobre esforzarse. Miyuki aprobó los exámenes, al igual que el resto de su equipo, lo que les permitió entrenar sin problemas. El consejo que organizaba los juegos, que se llevarían a cabo dentro de unas dos semanas, tomó medidas ante la situación de los secuestros, lo que les dejó más tranquilos. Sin embargo, el toque de queda en los dormitorios seguía vigente, aunque algunos todavía preguntaban si habían encontrado al culpable.

Miyuki entrenaba con Furuya por petición del entrenador; debía concentrarse en la futura estrella, dado que Tanba había sufrido una lesión y no podría jugar.

— Furuya, relaja tu hombro —dijo Miyuki.

— ¡Sí! —respondió Furuya, posicionándose para lanzar una curva cerca de las rodillas del jugador, la cual lanzó sin problema. Estaba en busca de forma, pero sudaba mucho.

— Furuya, tomemos un descanso; procura enfriar tu hombro —proclamó el cátcher mientras se quitaba las protecciones.

Su mirada divagó hacia el bullpen; no había visto a su ruidoso lanzador, aunque dijeron que podía jugar, pero no lo había hecho. Desde que llegó el nuevo asistente, miraba con mala cara a Sawamura, lo que no le gustaba, además de que el menor lo había estado evitando desde los exámenes.

— Miyuki-senpai, pero todavía puedo seguir.

— Vamos, tienes que descansar. —Furuya sacó su aura de lanzador, diciendo que aún podía continuar, pero fue golpeado por el cátcher, quien salió del bullpen, dejando a Furuya con su aura deprimente.

Miyuki caminó por el campo, buscando a alguien en particular que estaba sumamente tranquilo y que no le había pedido atrapar desde los exámenes, algo muy impropio de él. A lo lejos, vio al peliverde hablando con el menor; parecía que discutían por algo, así que se acercó con sutileza.

— Kuramochi-senpai, ya le dije que no hay problema.

— Bakamura, más te vale no mentirme.

— Vamos, Mochi, deja de regañarlo. —La voz del cátcher asustó a ambos, que lo miraron con una sonrisa nerviosa.

— Sabes que es de mala educación escuchar a escondidas.

— Hahaha, no he escuchado nada, pero deja de acaparar. —Miyuki atrajo al menor junto a él, jalando de su mano zurda, lo que sacó una mueca silenciosa de Kuramochi. Este le dio un golpe, haciendo que soltara a su hermanito.

— Eres idiota, como si fuera tu novio. Quita tus manos de encima y tú... regresa a entrenar —gritó el peliverde, quien escapó de Miyuki, que lucía confundido por esa actitud.

— ¿Qué diablos pasa, Mochi?

— ¿Todavía preguntas? Maldito cuatro ojos, tienes prohibido hacer tus malditos movimientos con Sawamura, así que ni se te ocurra.

— ¿Qué, eres su hermano? —El peliverde se sonrojó, mientras el castaño se masajeaba donde lo había golpeado, pero notó algo muy extraño en esa situación, en especial la actitud de Kuramochi al acercarse, así como el chillido que no pasó desapercibido cuando agarró al menor.

— ¿Me estás ocultando algo, Mochi?

— ¿Ah, de qué hablas? —rio nerviosamente el peliverde.

— Ustedes no deberían estar entrenando —dijo un hombre pequeño que caminaba perezosamente hacia ellos, tocándose la quijada. Kuramochi, por su parte, chasqueó la lengua; no le agradaba nada ese supuesto ayudante del entrenador.

Miyusawa - Serendipia de BonhomiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora