2

65 10 3
                                    

—No puedo hacer que -ella- encienda.

La frustración en la voz de Sergio Pérez vino a través del teléfono alta y clara, y Max se tragó un gemido cuando, cansado, se pasaba una mano por el cabello.

Hambriento, cansado, y con trabajo hasta los ojos, no tenía tiempo para el doctor Despistado hoy. Lo que Max tenía era un compresor de aire roto para arreglar, una afinación que terminar, y una reunión con Carlos para discutir los detalles de la Quinta Edición de la Carrera Conmemorativa de Póker en Motos Clásicas en memoria de Lando. El pecho de Max se retorció dolorosamente.

Cinco años. Su mejor amigo había muerto hacía cinco años.

Max sacudió la cabeza para ahuyentar los pensamientos. Si Lando todavía estuviera vivo, estaría cagado de risa por la jodida situación en la que el médico se había metido. Por supuesto, siendo el blandengue proverbial que era, Lando también habría sido el primero en ayudar a Sergio.

—¿Siquiera has sido dueño de una motocicleta antes? —preguntó Max.

La pausa se lo estaba diciendo.

—Tuve una motocicleta todo terreno cuando era un adolescente —dijo Sergio.

Max puso los ojos en blanco. Dedujo que era más que probable que la Harley acabara aparcada en el garaje de Sergio, sin usar. Cayéndose a pedazos por el abandono. Que desperdicio. Al menos Sergio no había comprado una Crotch Rocket y salir disparado, consiguiendo matarse en su primer día.

Sergio continuó. —Sé que no tienes tiempo para las lecciones, señor Verstappen...

—Max.

—Max —repitió Sergio—. Pero me preguntaba si podrías pasar por mi casa y ayudarme a encenderla.

¿Este hombre hablaba en serio? ¿Ajustar el carburador no fue suficiente?

—No soy médico —dijo Max—. No hago visitas a domicilio.

—Lo sé —dijo Sergio—. Pero mi ex viene hacia acá hoy. Y realmente apreciaría si pudieras hacer una excepción, a pesar de mi... estúpida decisión.

Max apretó su teléfono, negándose a dejar que las palabras sinceras y el toque de humor autocrítico lo hicieran cambiar de opinión.

Pero Carlos le había enviado al doctor para que lo ayudara, y Max le debía mucho a Carlos. Y a pesar de la actitud frívola de su amigo, sabía que el hombre no tenía nada más que total respeto por el trabajo de Sergio con las personas sin hogar.

Las personas sin hogar, por el amor de Dios.

Max cerró los ojos. Desde los quince hasta los dieciocho había vivido en las calles, todos los días luchando para sobrevivir, y su única "familia" había sido Lando. Habían estado pegados juntos. Cuidando uno del otro. Con la tendencia de Lando a enfermarse y la propensión de Max a meterse en peleas que le dejaban lesionado... Jesús, podrían haber utilizado los servicios de alguien como el doctor Sergio Pérez.

Max tomó sus llaves. —Dame la dirección.

Diez minutos más tarde iba conduciendo por las calles su motocicleta favorita, una Indian Blackhawk. Mientras se desviaba por Sloat Boulevard hacia la autopista 1, consideró devolverse. Cuando ingresó al vecindario familiar de Sergio, el impulso se hizo más fuerte. ¿Por qué había accedido a esto?

«Solo consigue que la motocicleta encienda y luego vuelve a tu enorme y creciente lista de tareas pendientes»

La casa en buen estado de Sergio había sido meticulosamente restaurada, al igual que el resto de las casas de la época de los años 1920 que se alineaban en la calle. La residencia de estilo mediterráneo tenía grandes ventanales, un camino de ladrillo, y un hermoso patio, una buena combinación. Un poco hogareño, si uno estaba en ese tipo de cosas.

standboyfriendDonde viven las historias. Descúbrelo ahora