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Dos semanas más tarde, Max estacionó su motocicleta frente a la Clínica Front Street.

Jesús, se estaba convirtiendo en la pegajosa novia psicótica.

Pero, maldita sea, no estaba acechando a Sergio. Después de días de no contacto, Max simplemente había ido a preguntarle a Sergio si había cambiado de opinión acerca de la carrera de póker. De hombre a hombre. De amigo a amigo.

Nada de cosas de chica tonta en absoluto.

Desmontó, haciendo una pausa antes de que le diera vuelta al soporte y patearlo hacia abajo. El barrio bordeaba las fronteras de lo cuestionable, así que él empujó su motocicleta encima de la acera, agradecido de que había conducido su Yamaha automática en lugar de algo que él valorara más. Una gran RV estaba aparcada en la calle lateral, las palabras Unidad Médica Móvil en letras rojas por un lado.

Después de unos segundos de deliberación, Max dejó su motocicleta por el lado derecho de la entrada del edificio y abrió la puerta principal. Hecho con el básico, gris aburrido, la oficina apenas cumplía con la normas para ser funcional. Linóleo desgastado. Mobiliario básico. Las paredes eran otro espacio en blanco excepto por unos pocos carteles que proclamaban la importancia de usar condones.

Max pasó por la sala de espera vacía y se dirigió a la recepción. Una señora de mediana edad estaba sentada frente a una computadora, su cabello entrecano estaba peinado hacia atrás. Las mangas holgadas de su uniforme se agitaban desde sus hombros mientras sus dedos volaban sobre el teclado.

Sin siquiera levantar la vista, dijo: ─¿Puedo ayudarle?

─Tengo que hablar con el doctor Pérez.

─¿Tiene una cita?

─Uh, no ─dijo Max─. ¿Podría decirle que Max Verstappen está aquí para verlo?

Sus dedos finalmente se detuvieron haciendo chasquear el teclado antes de quitarlos, y le disparó a Max una mirada letal que probablemente ella había pasado años perfeccionando. Max adoptó su sonrisa más encantadora. Desafortunadamente, estaba menos que impresionada.

Se asomó por un lado de su hombro antes de que regresara aquella fiera mirada hacia él. ─La entrada no es una playa de estacionamiento.

─¿Huh?

─Eso es una entrada. ─Cuando Max simplemente parpadeó confundido, ella continuó como si estuviera participando en un concurso de ortografía─. E-N-T-R...

─Sé cómo se escribe entrada ─dijo Max con sequedad.

Hombre, la dama dragón era un cliente difícil.

Sonrió de nuevo. ─Si pudieras hablar con el doctor Pérez...

─Lo siento, pero tendrá que hacer una cita.

Ella volvió su atención a su ordenador con más concentración de la que un viernes a las cinco de la tarde se merecía. O era una empleada excesivamente dedicada o estaba mandando a volar intencionalmente a Max. Mierda, mucho más de esto y su ego podría empezar a tomar todos esos rechazos personalmente.

Max apoyó los codos sobre el mostrador. ─Simplemente dígale al doctor Pérez que su novio está aquí ─dijo Max y sintió la inequívoca satisfacción de ver la expresión de la dama dragón congelarse.

La vista definitivamente había valido la pena el riesgo de que Sergio considerara a Max como el novio de reserva que no se iba.

─¿Podría decirme su nombre otra vez? ─preguntó ella.

Su sonrisa se hizo más grande. ─Max Verstappen. M-A-X...

─Está bien, está bien. ─La dama dragón empujó su silla con rodachinas hacia atrás desde su escritorio─. No hay necesidad de ser un sabelotodo. ─Agitó la mano hacia la sala de espera vacía que consistía en una docena de sillas plásticas y mesas con montones de revistas─. Toma asiento.

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