Capítulo XI: Simples casualidades.

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No quería hacer otra cosa que no fuese besarlo, pero la falta de aire nos obligó a separar nuestros labios.

Marc: Ahora sí puedes gritar, si quieres —susurró con una sonrisa, mirando mis labios—.

Verónica: Imbécil —lo insulté bajo con una sonrisa, para luego volver a besarlo—.

No mentí cuando dije que sus labios se habían vuelto mi cosa favorita en el mundo.

Luego de volver a besarnos, separamos nuestros labios y nos alejamos levemente uno del otro.

Marc: Jamás he pensando en solo llevarte a la cama Verónica  —dijo de pronto—.

Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo al escuchar sus palabras, las cuales habían sonado peligrosamente sinceras.

Verónica: Marc yo... No sé q--... —me cortó—

Marc: Sé que es muy rápido para decir que estoy enamorado de tí pero, desde que te ví en aquel ascensor, sentí algo que no había sentido jamás en mi vida, y me gust--...—lo interrumpí—

Verónica: Marc, tengo novio —confesé, sumamente avergonzada—.

La expresión de su rostro cambió totalmente, hasta el punto de no reflejar nada.

Marc: ¿Tienes novio? —preguntó serio—.

Verónica: Sí.

De un momento a otro, se formó un ambiente sumamente incómodo y tenso entre los dos, donde el silencio reinaba.

Marc: Vale —desvió la mirada—. No sé qué decir ahora —soltó una sonrisa irónica—

Verónica: Lo siento —susurré—. Jamás debimos besarnos —dije en voz baja, y antes de cualquier cosa, caminé rápidamente alejándome de allí—

Al estar lo suficientemente lejos de él, solté un suspiro al mismo tiempo que llevaba mis manos a mi pecho, al sentir éste arder.
Mi respiración estaba agitada y por consecuencia de todo, mis ojos se cristalizaron.

Me agaché y traté de no llorar, pero era inútil cualquier cosa que hacía, ya que terminé soltando algunas lágrimas.

¿En qué estaba pensando cuando lo besé?

No solo le había sido infiel a Joseph, sino que también de cierta forma había engañado a Marc.

Verónica: ¡Joder, eres una idiota Verónica! —golpeé la pared con impotencia—

[...]

No sé cuánto tiempo pasé allí, pero lo que sí sé es que no salí hasta que pude sentirme un poco mejor.

Al ver la hora en mi móvil, eran las 10:00 PM, y la cantidad de mensajes y llamadas que tenía por parte de Joseph eran incontables.

Me aclaré la garganta y le devolví una de sus mucha llamadas.

📳 Joseph: ¿¡Verónica, en dónde diablos estás!? ¿Por qué no contestabas el maldito teléfono? ¡Tengo como dos horas llamándote y mandándote mensajes como un maldito imbécil!

📳 Verónica: Ya estoy en casa, me vine en taxi —dije serenamente y luego corté la llamada—

Obviamente aún permanecía en el estadio, pero no pensaba irme con él, y mucho menos que me viera con los ojos rojos he hinchados por haber llorado.

Suspiré y me encaminé a afuera, para coger un taxi he irme a casa, a tratar de descansar y de no pensar tanto en toda la locura de mi vida ahora.

| Días después |

Washington city [Marc Bernal]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora