El día de la boda había llegado.
En el altar, Draco Malfoy se encontraba de pie, con un aire de nerviosismo palpable. Miraba hacia el pasillo, impaciente por ver a Harry, a quien no había visto en dos semanas por las estrictas órdenes de su madre. No podía esperar más para ver a su prometida y, finalmente, comenzar su vida juntos como esposos. Junto a él, sus mejores amigos, Blaise Zabini y Theodore Nott, sus compañeros de honor, hacían lo posible por aliviar la tensión, aunque sus intentos eran más bien bromas y comentarios sarcásticos que solo lograban poner a Draco más nervioso.
—Relájate, Draco —dijo Blaise con una sonrisa traviesa—. No te va a dejar plantado... al menos, eso espero.
Theo, a su lado, añadió: —O es que estás temblando porque no quieres casarte? ¿Quién lo diría? El gran Draco Malfoy, nervioso.
Draco rodó los ojos, aunque en el fondo se sintió agradecido por sus amigos. Las bromas, aunque burlonas, lograban distraerlo un poco, pero su corazón seguía acelerado. Todo lo que quería en ese momento era ver a Harry caminando hacia él.
De repente, la música cambió, y una melodía suave pero solemne comenzó a llenar el lugar. Todos los invitados se levantaron de sus asientos, girando la cabeza hacia el inicio del pasillo. El murmullo de expectativa se apoderó del ambiente, y Draco contuvo la respiración.
Harry apareció entonces, enganchada del brazo de su padre, Sirius Black. Su vestido blanco, elegante y sencillo, se ajustaba perfectamente a su figura, resaltando la leve curva de su vientre que alberga a su hija. Su cabello oscuro caía en suaves ondas sobre sus hombros, y un velo ligero se mecía con la brisa. Había una luz especial en sus ojos verdes, una mezcla de felicidad y emoción que resonaba con la de Draco.
Sirius la miró con orgullo mientras la conducía por el pasillo, sus pasos seguros y su mirada protectora. Cuando llegaron al altar, se detuvo frente a Draco, estrechándole la mano con fuerza antes de soltar a Harry.
—Cuídala, Malfoy —dijo con voz firme, aunque con un brillo travieso en los ojos—. O te las verás conmigo.
Draco se acercó con seriedad, sabiendo que Sirius no bromeaba del todo, pero al mismo tiempo, una sonrisa se dibujó en sus labios. Luego, Sirius dejó la mano de Harry en la de Draco, y se retiró, mirando con satisfacción cómo los dos se miraban con amor.
Dumbledore, quien había sido elegido como el juez mágico de la ceremonia, dio un paso al frente. Su figura imponente y su túnica de un azul brillante resaltaban bajo el sol. Con voz clara y llena de solemnidad, comenzó a recitar las palabras que oficializarían la unión de Draco y Harry bajo las leyes mágicas.
—Estamos reunidos aquí, bajo la bendición de Lady Magic, para unir las vidas y las magias de Harry James Potter y Draco Lucius Malfoy. Que este nuevo lazo sea una unión eterna, un vínculo que no podrá romperse por hechizos ni maldiciones, sino que se fortalecerá con el tiempo y el amor.
Draco y Harry se miraron profundamente mientras Dumbledore continuaba, sus manos unidas y sus dedos entrelazados. Una luz suave envolvió sus manos, y la magia antigua de la ceremonia los envolvió en un brillo dorado, sellando su promesa.
—Harry James Potter, ¿aceptas este lazo con Draco Lucius Malfoy, en cuerpo, magia y alma, para siempre?
—Sí, acepto —respondió Harry, su voz llena de convicción.
—Draco Lucius Malfoy, ¿aceptas este lazo con Harry James Potter, en cuerpo, magia y alma, para siempre?
—Sí, acepto —contestó Draco, con una sonrisa que no pudo contener.
La luz dorada se intensificó, uniendo sus magias y sellando su unión. Dumbledore levantó su varita y, con un movimiento elegante, dio por finalizada la ceremonia.
—Por el poder que me otorga Lady Magic y las leyes del mundo mágico, los declaro unidos como esposo y esposa. Puedes besar a la novia.
Draco se inclinó hacia Harry, y los dos se besaron bajo el aplauso y las ovaciones de los invitados. La magia que los envolvía chisporroteó a su alrededor, sellando el momento y proclamando a Harry como la nueva señora Malfoy y sintiendo la magia de la mansión aceptándola.
La recepción fue un despliegue de alegría y celebración. Los jardines de la mansión estaban llenos de mesas con comidas exquisitas, decoraciones elegantes y luces que colgaban entre los árboles. Harry y Draco abrieron el baile con una melodía suave, y pronto, sus amigos y familiares se unieron a ellos en la pista. Hubo discursos emotivos de Hermione y Ron, quienes no pudieron evitar hacer algunas bromas sobre "el día en que Draco Malfoy cayó rendido ante una Potter" o, Sirius diciendo que "si llegara hacer infeliz a Harry, él mismo lo volvería a convertir en hurón y lo usaría como balón de bludger para batearlo lejos", cosa que sacó muchas risas de su amigos y unas miradas de resignación de Remus, Narcisa y Andrómeda.
Finalmente, después de horas de festejo y alegría, los recién casados se despidieron para partir a su luna de miel. Los invitados los despidieron con aplausos y buenos deseos, mientras Draco y Harry se dirigieron hacia un futuro lleno de posibilidades. Decidieron recorrer varios países de Europa, pues Harry no había viajo mucho y no conocía lo que pudiera ofrecerle, fueron 2 semanas de mucho amor, enriquecimiento, intimidad y diversión.
Una vez de regreso, Draco tomaría las riendas de la casa Malfoy, siendo ya mayor de edad y con todas las herencias y responsabilidades que su padre, ahora en Azkaban, había dejado atrás. Harry, por su parte, no solo sería Lady Malfoy, sino también Lady de la antigua y más noble casa Black, gracias a la adopción por sangre que Sirius había realizado. Además, conservaría su título de Lady Potter, asegurando que sus futuros hijos heredarán esos derechos y mantuvieran vivo el legado de ambas familias.
Ambos habían decidido que no unirían sus casas; querían que sus hijos tuvieran opciones y que no todos llevaran únicamente el apellido Malfoy. Sirius, quien no planeaba casarse ni tener más hijos, estaba feliz de que Harry asumiera esos derechos, orgulloso de haberla adoptado como suya y verla formar una familia.
Con sus títulos, responsabilidades y amor compartido, Harry y Draco se embarcaron en esta nueva etapa, sabiendo que juntos enfrentarían todo lo que el futuro les deparara. Y lo primero a lo que se enfrentaban es, el inminente parto de Harry.
Los meses habían pasado, y el vientre de Harry ahora estaba muy pronunciado, evidenciando lo cerca que estaba de la fecha de parto. Se sentía más cansada de lo habitual, y las contracciones esporádicas, aunque molestas, eran normales según el medimago que la atendía. Draco estaba ocupado con sus negocios, revisando asuntos de las empresas familiares, mientras que Narcisa había salido a una fiesta de té con Lady Zabini y Lady Nott. Así que, en la enorme Mansión Malfoy, Harry se encontraba sola, salvo por la presencia de los elfos domésticos que siempre estaban dispuestos a ayudar.
Para distraerse, había decidido pasar la tarde en la biblioteca, con un libro entre las manos, mientras esperaba a que llegara su padrino, Sirius, quien había prometido hacerle compañía. Sin embargo, mientras leía, comenzó a sentir un dolor agudo en la parte baja de su abdomen, mucho más intenso que las contracciones esporádicas a las que se había acostumbrado. Al principio, intentó respirar profundamente y calmarse, recordando las instrucciones del medimago: si tenía más de tres contracciones en un lapso de diez minutos, debía acudir inmediatamente a San Mungo. No quería alarmar a Draco si resultaba ser una alarma falsa, así que decidió esperar un poco más, intentando relajarse.
A medida que pasaban los minutos, los dolores se volvían más fuertes y frecuentes. Harry se sujetó del borde del sillón en el que estaba sentada, respirando con dificultad. Las contracciones no solo se repetían con más intensidad, sino que cada vez eran más dolorosas. Miró el reloj de la chimenea: habían pasado unos treinta minutos, y las contracciones se sucedían a un ritmo regular. Todo indicaba que estaba en trabajo de parto, y más cuando sintió como un abundante líquido que no pudo contener caía a la alfombra.
Intentó levantarse para llamar a uno de los elfos, pero apenas pudo ponerse de pie debido al dolor que la atravesaba. Justo en ese momento, escuchó la voz familiar de Sirius llamándola desde el vestíbulo. Sintió una ola de alivio al saber que no estaba sola y, con voz temblorosa y entrecortada por el dolor, le llamó.
—Papá... —dijo, casi en un susurro al principio, antes de alzar la voz con más urgencia—. ¡SIRIUS!
Sirius, al escuchar el tono alarmante de Harry, corrió de inmediato a la biblioteca. Al entrar, la encontró con el rostro pálido y una mano apoyada en su vientre, doblada de dolor, además del charco húmedo debajo de ella. No necesitó más explicación para entender lo que estaba ocurriendo; su mirada de preocupación se transformó en una determinación rápida y eficiente. Sin perder tiempo, la carga en brazos con cuidado.
—Tranquila, Harry —le dijo mientras se dirigía con rapidez a la chimenea—. Vamos a San Mungo. Todo va a estar bien, tú solo respira.
Harry asintió, sintiéndose aliviada por su presencia y sus palabras. A pesar del dolor y el nerviosismo, confiaba en su padre. Él siempre había estado ahí para ella y sabía que, con él a su lado, estaba en buenas manos. Sirius tomó un poco de polvos flu y, pronunciando en voz alta "San Mungo, Sala de Emergencias Obstétricas", los dos desaparecieron en un torbellino verde.
Apenas llegaron, los médicos se movilizaron de inmediato, acercándose a Sirius y Harry para llevarla a una camilla. Sirius la colocó con cuidado, y mientras los medimagos comenzaban a hacerle las primeras revisiones, él se inclinó hacia ella.
—Voy a avisar a Draco y a los demás. No te preocupes, Harry. Estaré aquí todo el tiempo —le dijo, apretando suavemente su mano.
Harry estaba tratando de calmarse mientras sentía que las contracciones se arremetían con fuerza. Ver a Sirius tan decidido y tranquilo le daba la fuerza que necesitaba en ese momento.
Sirius, con rapidez, salió del área de emergencias para utilizar su patronus y enviar un mensaje a Draco e informarle de inmediato sobre la situación.
—¡Draco! —exclamó Sirius—. Harry está en San Mungo. Está en trabajo de parto. Llega lo más pronto posible. - terminó de decir y el patronus fue en búsqueda de su receptor
Sirius respiró hondo, sabiendo que, aunque los nervios estaban a flor de piel, todo lo que podía hacer era esperar y confiar en que todo saldría bien. Aprovechó de avisar también a Narcisa y a los amigos de Harry.
A varios kilómetros del hospital, se encontraba Draco en su oficina de la empresa checando unos papeles para firmar cuando nota que por un lado aparece un patronus que no reconoció de inmediato, pero se le hizo familiar.
—¡Draco! Harry está en San Mungo. Está en trabajo de parto. Llega lo más pronto posible. Yo avisaré a los demás- —exclamó Sirius y el patronus se desvaneció
Draco palideció, y con una mirada llena de preocupación y determinación, dejó todo a un lado para irse a la red flu y aparecerse en San Mungo para acompañar a su esposa.
—Draco —llamó Sirius, acercándose y colocando una mano firme en su hombro—. Está siendo fuerte, pero necesita que estés con ella. Los medimagos te prepararán para que puedas entrar
Draco asintió, agradecido por la presencia de Sirius, aunque su mente estaba únicamente enfocada en llegar a Harry. Un grupo de medimagos se acercó rápidamente, ayudándolo a preparar con una bata y desinfectando su cuerpo con un movimiento de varita. Una vez listo, le permitieron entrar.
La sala estaba llena de movimiento y energía. Los medimagos se organizaban rápidamente mientras Harry, con el rostro pálido y cubierto de sudor, jadeaba de dolor en la cama. Sus ojos, llenos de miedo y dolor, se encontraron con los de Draco en cuanto él se acercó.
Draco se apresuró a su lado, tomándole la mano y acariciándole suavemente la frente. —Estoy aquí, Harry —le susurró con una voz calmada—. Ya falta poco. Eres la persona más fuerte que conozco. Lo estamos haciendo juntos.
Harry le presionó la mano con fuerza, sintiendo algo de alivio al tenerlo a su lado. La medimaga se acercó y revisó la situación con atención.
—Estás completamente dilatada, Harry —le dijo—. La cabeza del bebé ya está descendida y todo está listo. Vas a comenzar a pujar cuando la matrona a tu lado te lo indique.
Harry, agotada pero determinada, consideró y siguió las instrucciones de la matrona. Las contracciones se intensificaban, y con cada pujo, Harry sintió como si su energía se agotara. Pero la presencia de Draco, sus palabras de apoyo y su voz constante, le daban la fuerza que necesitaba para seguir.
—Estás haciendo un trabajo increíble —le dijo Draco—. Solo un poco más, mi amor. Nuestra hija está a punto de llegar.
-No sabes cuanto deseo ahorcarte por esto Draco, me duele como el infierno! - exclama la voz de Harry entre molesta y cansada.
La mano de Draco que sostenía Harry era apretada con una gran fuerza, llegando a cambiar el color a un leve morado por la escasa circulación. El Malfoy prefirió omitir algún quejido o comentario, pues sabía que su esposa podía llegar a echarlo del lugar y parir ella sola.
Con el aliento de Draco y la guía de la matrona, Harry se concentró, reuniendo todas sus fuerzas para un último pujo. Con un grito final y una sensación de alivio inmenso, sintió cómo algo la abandonaba. Unos segundos después, el llanto claro y fuerte de un bebé llenó la sala.
—¡Es una niña! —anunció la medimaga con una sonrisa, mientras levantaba a la recién nacida para que los padres pudieran verla. - Muchas felicidades a los nuevos padres.
Draco sintió cómo las lágrimas le llenaban los ojos mientras veía a su hija por primera vez. Harry, agotada pero radiante, la miró con asombro y ternura. La medimaga colocó a la pequeña en los brazos de Harry, y ella pudo ver lo diminuta y hermosa que era. Tenía un escaso y fino cabello rubio platino, un rasgo típico de los Malfoy.
—Es perfecta —susurró Harry con una sonrisa, sintiendo cómo el amor llenaba su pecho.
La medimaga se acercó nuevamente y, con cuidado, le ofreció a Draco las tijeras encantadas para cortar el cordón umbilical. —Nos haría el honor, papá —dijo con una
Draco se acercó, emocionado, y cortó el cordón con delicadeza, sellando así ese primer momento especial en la vida de su pequeña.
—Lo hiciste, Harry —le susurró Draco, inclinándose para besarle la frente—. Nuestra pequeña está aquí.
Harry, aún respirando con dificultad pero llena de felicidad, miró a Draco con amor y luego volvió a centrarse en su bebé. La meiga y su equipo limpiaron a la pequeña y a Harry, asegurándose de que todo estuviera listo y, antes de que los demás pudieran entrar, Harry y Draco se tomaron un momento para mirar a su hija, sintiéndose completamente felices y agradecidos. Era un momento perfecto, el inicio de una nueva etapa juntos.
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Cambio mágico (HarryFem x Draco)
FanfictionLa mala suerte Potter siempre será una maldición dentro del linaje de Harry Potter, y vaya que la maldición se ha encariñado él. Su curiosidad pudo más que su instinto de precaución, lo que llevó a que su vida tomara un gran giro de acciones. ¿Podrá...