Extra del Extra

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Después de comprender el trasfondo de Jeon y sus actitudes hacia los demás, pude llegar a entenderlo mejor. Aunque el proceso no era sencillo, poco a poco me dejaba llevar por él. Estaba sentada cerca del ventanal de la floristería, sosteniendo una taza de té, observando cómo las gotas de lluvia caían lentamente. Era invierno, los días eran fríos y grises, pero dentro de mí, por fin, algo comenzaba a sentirse cálido.

El teléfono sonó de repente, rompiendo el silencio acogedor.

—¿Aló? —respondí al contestar.

—Jas, está lloviendo fuerte. ¿Quieres que pase por ti? —la voz profunda de Jeon resonó al otro lado de la línea, como si pudiera leer mi mente.

—No, no es necesar... —empecé a decir, pero me detuve al ver su camioneta estacionarse justo frente a la tienda.

Solté una pequeña risa mientras negaba con la cabeza, sabiendo lo terco que podía ser.

—Eres bien terco... —murmuré, sonriendo.

La relación con Jeon avanzaba a pasos de tortuga. No había prisa. Todo se daba con paciencia, como si ambos estuviéramos sanando nuestras propias heridas, tanto las suyas como las mías.

Al salir de la floristería, la brisa fría me envolvió, pero la calidez en su mirada, cuando abrió la puerta para mí, lo compensó todo. Me subí a su camioneta y lo miré por un momento, sintiendo cómo ese silencio entre nosotros ya no era incómodo, sino reconfortante.

—Sabes... no tenías que venir —le dije suavemente mientras él arrancaba.

—Lo sé. Pero quería hacerlo —respondió con su mirada fija en la carretera, pero con esa pequeña sonrisa que me hacía sentir especial.

Nos quedamos en silencio unos minutos, escuchando el golpeteo suave de la lluvia contra el techo. A veces, las palabras no eran necesarias cuando estar cerca de él era suficiente.

—¿Cómo te sientes hoy? —preguntó de repente, desviando su mirada hacia mí por un segundo.

Suspiré, dejando que el calor de sus palabras se mezclara con mis pensamientos. No quería apresurar las cosas, pero no podía negar que, poco a poco, había comenzado a sentir algo más profundo por él.

—Me siento bien. Contigo... me siento bien —dije, sin apartar la mirada del paisaje húmedo que pasaba junto a nosotros.

Jeon apretó ligeramente mi mano, su tacto fuerte pero suave a la vez, como si quisiera decirme que estaba ahí, que no me dejaría ir.

De repente, Jeon estacionó la camioneta a un lado del camino. Lo miré, confundida, preguntándome por qué se había detenido tan de golpe. El sonido de la lluvia golpeando el techo parecía amplificar el silencio entre nosotros.

Me sostuvo la mirada, sus ojos oscuros reflejaban una intensidad que no había visto antes.

—No puedo aguantar más —dijo en voz baja, su tono profundo y cargado de emoción.

Mi corazón comenzó a latir más rápido, cada palabra suya hacía que el aire dentro de la camioneta se sintiera más denso, como si el tiempo se hubiese detenido solo para nosotros.

—Jas, te quiero besar —continuó, su mirada fija en mis labios.

No podía negar que también lo deseaba. Habíamos estado construyendo algo durante semanas, algo que parecía lento, pero firme, y en ese instante todo el autocontrol que ambos habíamos mantenido comenzó a desmoronarse.

Antes de poder decir algo, sentí sus manos rodeando suavemente mi rostro. Me estremecí cuando su piel tocó la mía, su cercanía provocaba que el frío del invierno desapareciera por completo. Me incliné hacia él, dejando que mi respiración se mezclara con la suya.

El Lenguaje de las FloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora