Mini Extra♥

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Capítulo Extra

Las salidas con Jeon se volvieron cada vez más frecuentes. Aunque por ahora solo éramos amigos, había algo en su presencia que me hacía sentir más tranquila. Él se había mudado para estar más cerca de mí, dejando atrás su mansión, evitando los recuerdos que lo atormentaban. Todo marchaba bien, pero había preguntas que rondaban mi cabeza, preguntas que necesitaban respuestas.

—Jeon, ¿podemos tener una conversación algo profunda? —le dije, mientras lo veía ayudarme a recoger unas cajas de flores.

—Soy un libro abierto para ti. — me respondió, y su actitud me sorprendía cada día más. Era como si la persona que había conocido tiempo atrás ya no existiera.

Lo miré, sintiendo la inquietud crecer en mi pecho.

—Tú... tú tenías esposa, ¿verdad? —pregunté, y vi cómo su mirada cambiaba. Su rostro, que hasta ese momento había estado relajado, se endureció con una expresión vacía, distante.

—Sí... hace muchos años —respondió en un susurro.

El silencio entre ambos se hizo palpable, pero no pude detenerme. Necesitaba saber más.

—¿Qué pasó con ella? —le pregunté, conteniendo la respiración.

Jeon suspiró profundamente, bajó la mirada y dejó las cajas a un lado. Parecía que cada palabra que estaba a punto de decir le pesaba en el alma.

—Leila... —comenzó, con la voz rasgada—. Nos casamos siendo muy jóvenes, estábamos locos el uno por el otro. Todo parecía perfecto, hasta que... me engañó.

Sentí un nudo en la garganta al escuchar eso.

—¿Te engañó? —dije, sorprendida, aunque ya podía adivinar lo que venía.

Jeon asintió, mordiéndose el piercing de su labio inferior. Entonces, sus palabras salieron con un tono más oscuro.

—Sí... con Min Yoongi.

Mi mente se detuvo por un segundo. No podía creer lo que estaba escuchando. Todo lo que sabía sobre Jeon, sobre Yoongi, ahora tomaba un giro inesperado.

—¿Qué? —murmuré, con incredulidad.

—Yoongi y Leila... —continuó, su voz quebrada—. Fue hace mucho tiempo, pero aún me duele hablar de ello. Él era mi mejor amigo, y ella... —Jeon cerró los ojos un momento, como si revivir esos recuerdos fuera demasiado—. Yo confiaba en los dos. Y luego, un día, descubrí que me estaban traicionando.

Las palabras parecían atravesar el aire como dagas. Yoongi y la esposa de Jeon. Todo encajaba. La tensión entre ellos, la rivalidad que siempre existió. Nada tenía sentido hasta ahora.

—¿Qué pasó después? —le pregunté, mis manos temblaban al entrelazarse.

Jeon tragó saliva, luchando con lo que estaba a punto de contarme.

—Cuando descubrí lo que estaba pasando, le pedí el divorcio. No podía seguir viviendo con ella, no después de eso. Pero Leila... —su voz se quebró—. No lo soportó. Intentamos hablarlo, pero cada vez que lo hacíamos, la situación empeoraba. Se volvía más oscura, más desesperada. Y un día, cuando llegué a casa... la encontré.

Mi corazón se detuvo. Sentí una presión en el pecho que apenas me dejaba respirar.

—Se suicidó —dijo finalmente, y el silencio que siguió fue aplastante.

No sabía qué decir. Mis labios estaban secos, las palabras atoradas en mi garganta. La mujer que había traicionado a Jeon, que había causado tanto dolor, había decidido terminar con su vida. Era una verdad devastadora, una herida que nunca sanaría del todo.

—Intenté recuperar mi vida después de eso —continuó Jeon —. Incluso traté de enmendar las cosas con Yoongi, pero nunca pudimos. Había demasiada traición, demasiadas heridas. La amistad que alguna vez tuvimos se había perdido para siempre.

—Jeon, no sé qué decir... —susurré, sintiendo cómo el peso de sus palabras caía sobre mí.

—No tienes que decir nada, bonita —respondió, mirándome por fin a los ojos, sus propios ojos oscuros y llenos de dolor—. Solo quería que supieras la verdad. Durante mucho tiempo, toda esa ira, todo ese rencor me consumió. Y no solo me hacía daño a mí, Jas. También te lastimé a ti.

Lo miré, sin comprender a dónde quería llegar.

—¿A mí? —pregunté, confundida.

—Sí... hubo momentos en que me desquité contigo. Cuando la rabia me cegaba, cuando la imagen de Leila y Yoongi juntos no salía de mi cabeza... me convertí en alguien que odiaba. Te traté mal porque no sabía cómo lidiar con mi propio dolor, con mujeres. Y sé que también golpeaba a tu hermana.

Mi respiración se entrecortó. Nunca lo había escuchado admitir algo así, y mucho menos con tanto arrepentimiento.

—Tu hermana, bueno, ella... —Jeon continuó—. Se me insinuaba hasta el punto de sentir repugnancia, sentía que se burlaba de lo que sentía. Y estaba tan lleno de ira que lo único que sabía hacer era descargarla en quienes me rodeaban. Pero ya no soy ese hombre, Jas. Fui al psicólogo, trabajé en mí mismo, y aunque aún estoy en el proceso de sanar, ya no quiero ser el hombre que solía ser.

Mi corazón latía con fuerza. Las palabras de Jeon eran un torbellino de emociones, pero había algo en su confesión que también me brindaba alivio.

—Gracias por hablar de ello... — Dije sin poder evitar que mis ojos se llenaran de lágrimas.

—Quiero ser honesto contigo. Ya no puedo ocultar lo que pasó, ni el hombre que fui. Y si eso significa que me alejes de tu vida, lo aceptaré... pero también quiero que sepas que me he esforzado por cambiar.

Un silencio profundo nos envolvió. No sabía qué decir, qué sentir. Era como si el suelo se hubiera movido bajo mis pies, pero, al mismo tiempo, había algo liberador en su confesión.

—Jeon, todos cometemos errores. No sé si alguna vez podré olvidar lo que pasó, pero... agradezco que me lo hayas dicho. Agradezco que estés buscando cambiar.

Jeon se acercó a mí lentamente, sin forzar nada, simplemente esperando.

—No te pido que olvides —dijo en voz baja—. Solo que me des una oportunidad de demostrar que puedo ser mejor. Contigo.

El nudo en mi garganta se deshizo un poco, y aunque sabía que no sería fácil, en ese momento decidí darle una oportunidad. No a él, sino a nosotros. Porque tal vez, después de todo, podíamos encontrar un camino hacia la sanación juntos.

—Está bien, Jeon —dije finalmente, permitiendo que una lágrima cayera por mi mejilla—. Pero prométeme que seremos honestos el uno con el otro, siempre.

—Lo prometo, Jaspe —respondió él, tomando mi mano con suavidad—. Siempre seré honesto contigo.

El Lenguaje de las FloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora