FINAL

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La brisa acariciaba mi cabello y las lágrimas calientes viajaban por mis mejillas. Aún no me acostumbraba a ver su nombre en esa lápida era como sentir que una parte de mí se había ido de este mundo y ya no podría volver a sentir lo mismo. Me quedé sentada, observando las flores que había traído. Eran sus favoritas, rosas blancas, símbolo de pureza y amor eterno. Cada pétalo me recordaba los momentos que compartimos, las risas y las lágrimas, las promesas que no pude cumplir.

Mis manos temblaban al acariciar la superficie fría de la piedra. Un nudo se formaba en mi garganta mientras mis pensamientos vagaban. El silencio del cementerio me envolvía, y por un momento, todo lo que existía era el murmullo del viento y el canto lejano de los pájaros. No podía dejar de pensar en cómo había cambiado todo en un abrir y cerrar de ojos. Mi vida había dado un giro drástico.

Ya estaba anocheciendo, así que finalmente tomé mis cosas. Me sacudí la ropa por las hojas que caían de los árboles, marcando la llegada del otoño. El aire se sentía pesado, como si el tiempo mismo estuviera despidiéndose.

—Volveré pronto —murmuré, lanzando un beso al aire mientras una brisa cálida me envolvía, arrancándome una sonrisa que, esta vez, se sintió más como un eco distante de lo que una vez fui.

Al caminar entre las lápidas, mis pasos se detuvieron frente a la de Min Yoongi. Saqué de mi maleta el pequeño ramo de flores que había traído para él, mi pecho se llenó de una mezcla de tristeza y resignación. Me arrodillé frente a su tumba, sintiendo el peso de todo lo que habíamos sido y lo que nunca podríamos ser.

—Cada vez que vengo aquí, no puedo evitar recordar el amor que me diste... aunque a tu manera. —Mi voz tembló un poco, pero me obligué a seguir—. He dejado atrás el dolor y todos los errores que cometiste, Yoongi. Te he perdonado, aunque me ha costado tanto hacerlo. Espero que, donde estés, encuentres la paz que aquí no pudiste tener... que encuentres el amor que siempre creíste que te faltaba, aunque lo tuviste de tantas formas y nunca lo supiste ver.

Las lágrimas me quemaban la garganta, pero no las dejé salir. No hoy. Me levanté lentamente, dejando el ramo sobre su lápida.

—Adiós, Yoongi. —susurré al viento, sabiendo que, en el fondo, una parte de mí siempre le pertenecería, aunque fuera solo en recuerdos.

Respiré hondo y seguí mi camino. Subí al auto y simplemente conduje hacia casa, sintiéndome tranquila, aunque en el fondo una pequeña voz me decía que quizás pude haber hecho más para evitar todo lo que sucedió. Pero ya no había espacio para arrepentimientos. El trayecto no fue tan largo. Llegué a casa, estacioné el auto y observé la fachada por un momento antes de entrar.

Al abrir la puerta, me recibió el silencio absoluto. La casa estaba vacía. Caminé lentamente hacia la sala, dejando mis cosas en la mesa, y me dejé caer en el sofá, cerrando los ojos por un momento.

No pasó mucho tiempo antes de que escuchara el suave clic de la puerta al abrirse. Giré mi cabeza justo cuando Jeon entró con nuestro pequeño Yul en brazos. Mi corazón se llenó de calor al verlos, como si todo el peso del día se desvaneciera en ese instante. Jeon me sonrió suavemente, caminando hacia mí mientras Yul dormía en sus brazos feliz, ajeno a todo el dolor que alguna vez nos envolvió.

—Lo siento, se quedó dormido en el auto —dijo Jeon en voz baja mientras colocaba al niño en su cuna.

Me levanté y caminé hacia ellos, observando a Yul dormir tranquilamente. Pensé en todo lo que habíamos pasado, en lo que nos había llevado hasta este momento. Después de que Yoongi murió en el enfrentamiento con la policía, la verdad sobre Serena salió a la luz. Yoongi había sido responsable de su muerte, y esa revelación destrozó mi corazón en mil pedazos. Fue un golpe duro para Jeon también ya que también se supo que Leila no se suicidó, sino que también fue una víctima más en la espiral de locura de Yoongi. Pero de esas tragedias, también surgió una nueva esperanza.

El Lenguaje de las FloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora