La oscuridad me envuelve, estoy nadando en ella por completo. No logro sentir mis extremidades, podría tener los ojos abiertos o cerrados, da igual la negrura no desaparece.
Aquí vamos de nuevo.
Una tenue luz aparece al fondo y poco a poco se amplia, no lo quiero volver a ver. Pero como carajos ordeno a mi cerebro que deje de reproducir esas imágenes cada maldita noche.
Los colores se hacen presente y poco a poco la imagen se aclara ante mi.
Mi hermano tendido, su frágil cuerpo lleno de sangre.
Yo no lo hice, no lo hice.
Tengo el cuchillo en la mano. Esta lleno de sangre.
Estoy sudando, mi cuerpo tiembla una y otra vez. Dejo caer el cuchillo, y este resuena al caer haciendo que todo alrededor se calle y solo quede el sonido del golpe.
Mi vestido blanco esta manchado, esta lleno de sangre.
Mi madre entra gritando y toma a mi hermano en sus brazos.
-yo no lo hice mama- mi voz tiembla y las lagrimas salen por fin.
Ella me avienta una cachetada y empieza a gritarme. Siento unas manos envolverme por mi espalda y llevarme de la escena.
- ahora estarás donde perteneces- su maldita y asquerosa voz.
No me muevo tan solo dejo que me meta en el auto.
Blanco es todo blanco. Una habitación blanca.
Grito una y otra vez, nadie viene por mi nadie.
Mi pecho sube y baja frenéticamente. Necesito oxigeno, lo necesito.
Me levanto con dificultad, la tenue luz del amanecer entra por la ventana, iluminando un poco mi habitación.
- Wou, solo pasaba para decirte que ya me iba- dice Leo desde la puerta haciendo que mi cuerpo se sobresalte.
Que maldita necesidad tiene de despertarme así, aun que le agradezco por que iba a empezar la peor parte de la pesadilla.
- ¿Sigues con esas pesadillas?- camina lentamente hasta mi cama.
- Es mi forma de castigo- murmuro abrazando mis brazos.
El se acerca y acaricia mi hombro, levanto la mirada hacia sus ojos azules que reflejan comprensión y me abalanzo contra el envolviéndolo con mis brazos.
Las lagrimas no se hacen esperar y empiezan a empapar su sudadera café. El refriega mi espalda con calma, permitiéndome desahogarme.
-¿Dejaste tu medicamento verdad?- se separa de mi y yo me limpio las mejillas sorbiendo por la nariz.
-El doctor me dijo que ya no las necesitaba- mi voz se escucha ronca.
-Si quieres las paso comprando para que te ayuden a dormir- yo niego con la cabeza rápidamente.
Me niego a volverme una maldita zombi de nuevo. Quiero sentir, necesito sentir. Quiero vivir la vida y no solo existir.
-Esta bien- su voz se quiebra y se levanta caminando hasta la puerta.
Leo es mi amigo desde que tengo memoria, siempre ah estado ahí. Incluso sabe a detalle todo lo que paso en mi infancia.
Los malditos días que viví.
El se detiene y se gira volviéndome a encontrar con sus ojos.
-Por cierto a lo que venia- saca una hoja de su bolsillo y la deja sobre la silla que hay aun lado de la puerta -Tienes entrevista a las cinco de la tarde- asiento envolviendo mis dedos en la cobija.
Masya entra maullando y salta sobre la cama. La recibo acariciando su cuello. Me olvide de meterla para que durmiera conmigo.
-Ya que vas a pasar todo el día en casa- vuelvo con la mirada hacia el - ¿podrías igualarte con las tareas de la casa? Claro obviando mi habitación.
Asiento con la cabeza y me vuelvo acostar encogiéndome.
Leo sale de la habitación dejando la puerta abierta. El sueño se vuelve a apoderar de mi, así que me dejo llevar nuevamente por la oscuridad.
La alarma es como un cuchillo en mis oídos así que tanteo con mi mano el teléfono. Lo deje a un lado de mi almohada. Me giro y busco al pie de la cama, lo mas probable es que se me haya caído.
Sigo tanteando pero no lo encuentro. Donde mierda esta. La alarma deja de sonar. Y pierdo por completo el rastro del sonido. Pero estoy segura que esta en esta habitación.
Remuevo la manta, quito las almohadas, no esta.
Me agacho y miro por debajo de la cama. Enserió que me estoy volviendo loca. Veo por todos lados analizando cada pequeño detalle.
Escucho como llega una notificación. Pero esta vez se escucha a lo lejos. Sigo el rastro del sonido que proviene de la sala.
Entro y efectivamente esta ahí. Sobre un mesita pequeña en el medio de los sillones, esta mi teléfono.
Lo tomo y nuevamente me volteo, viendo todo a mi alrededor. No hay nadie.
Lo mas probable es que lo deje ahí ayer cuando me acerque a la gata. Si es lo mas probable.
Aunque escuche la alarma sonar muy cerca de mi oído. Debió haber sido solo un sueño.
Suspiro y desbloqueo la pantalla. Me entran las ganas de estrellar el maldito teléfono por el mensaje que se filtra primero.
Lo que faltaba.
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UNA CASA EN EL INFIERNO
Science FictionGery, una chica de 21 años, la cual ha tenido problemas con su familia desde que era pequeña, logra huir de todos, para mudarse a una casa muy antigua a las afueras de la ciudad. En el trayecto conoce a un hombre, el cual la atrapa en el momento don...