15: Closeness.

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El comedor estaba lleno, pero para Sana y JiHyo, parecía que estaban solas en una burbuja que las aislaba del resto

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El comedor estaba lleno, pero para Sana y JiHyo, parecía que estaban solas en una burbuja que las aislaba del resto. Las conversaciones animadas y el sonido de los cubiertos chocando con los platos se redujeron a un murmullo distante mientras ambas se sentaban frente a frente. JiHyo, aún envuelta en una sensación melancólica por la mañana, mantenía una sonrisa leve, mientras Sana jugaba con su tenedor, perforando distraídamente un trozo de verdura que se resistía a ser comido.

—Parece que al menos lo intentas —comentó JiHyo en un tono casual, intentando romper el silencio que se había instalado entre ellas.

Minatozaki levantó la mirada, sus ojos oscuros buscaban algún juicio escondido en el comentario de JiHyo, pero no encontró más que sinceridad. Sus labios se curvaron ligeramente. —Es lo único que puedo hacer ahora, ¿no? Intentar.

Park asintió con la cabeza, y un momento de silencio se instaló mientras ambas volvieron a centrarse en sus platos. Las manos de la más baja se movieron instintivamente hacia la servilleta que estaba entre ellas, y el ligero roce de sus dedos con los de la azabache hizo que ambas se detuvieran en seco. El calor de la piel de JiHyo contra la de Sana provocó un escalofrío en la espalda de la castaña. JiHyo fue la primera en apartar la mano, pero no sin antes intercambiar una mirada con su contraria, como si algo hubiera quedado atrapado en ese breve contacto.

—Lo siento —dijo la de ojos grises con una risita nerviosa, frotándose la nuca—. No quería asustarte.

—No me asustaste —respondió Minatozaki con rapidez, esforzándose por mantener la voz firme y oculta el efecto que el contacto había tenido en ella. Sintió el impulso de agregar algo más, algo que rompiera la creciente tensión entre ellas, pero no pudo.

Ambas volvieron a comer en silencio, sabiendo que algo había cambiado entre ellas.

Después de comer, como parte de su rutina diaria, salieron al jardín.
El aire fresco de la tarde estaba impregnado del aroma a hierba recién cortada y flores marchitas.

JiHyo caminaba tranquilamente con las manos en los bolsillos, su rostro reflejando una serenidad que Sana envidiaba. Durante unos minutos, hablaron de trivialidades: los pacientes nuevos, los rumores del hospital, cualquier cosa que no fuera importante.

Sin embargo, en cada palabra y cada gesto, había una energía que las dos podían sentir, un tipo de conexión que parecía ir más allá de lo superficial.

— Aquí — dijo la azabache, interrumpiendo sus pensamientos. Se quitó su chaqueta y se la ofreció a Sana— Hace frío, no quiero que te resfríes.

—Gracias — susurró la castaña, aceptando la chaqueta. Al envolverse en ella, el suave aroma a JiHyo la envolvió, haciendo que su corazón se acelerara. — ¿Alguna vez imaginaste que estarías en un lugar como este? —preguntó, mirando al suelo mientras caminaban.

Park se detuvo, frunciendo el ceño ligeramente mientras reflexionaba sobre la pregunta. —Nunca. — Hizo una pausa antes de continuar —. Pero... supongo que, en el fondo, algo así tenía que pasar. El dolor y la rabia que llevamos dentro no desaparecen solos, ¿verdad?

Minatozaki asintió, mordiendo su labio inferior mientras una sensación de tristeza familiar se asentaba en su pecho. Justo cuando estaba a punto de responder, tropezó con una raíz expuesta en el suelo, un leve jadeo se escapó de sus labios al perder el equilibrio, pero JiHyo fue rápida; su brazo envolvió la cintura de Sana con firmeza, evitando su caída.

Por un instante, Sana se quedó inmóvil, sintiendo el calor del cuerpo de JiHyo rodeándola. Sus corazones latían al unísono, tan cerca que parecía que se fundían en uno solo.

Cuando Minatozaki levantó la mirada, se encontró a solo centímetros del rostro de JiHyo. Sus labios estaban tan cerca que apenas tenía que inclinarse para que se tocaran, pero en lugar de eso, se quedó paralizada, atrapada en los ojos grises de la otra chica, que la miraban con una mezcla de sorpresa y... algo más.

Algo que Sana no se atrevía a identificar.

—¿Estás bien? —preguntó JiHyo en voz baja, su aliento acariciando el rostro de Sana.

Sana asintió, aunque no estaba del todo segura de si realmente estaba bien. — Gracias... otra vez — murmuró.

—De nada — respondió JiHyo, sin soltarla. El silencio entre ellas se volvió denso, cargado de una tensión que ninguna de las dos sabía cómo manejar.

Finalmente, JiHyo soltó la cintura de Sana, pero no se alejó. La castaña se quedó allí, con las piernas aún temblorosas por la proximidad.

—JiHyo... —comenzó Minatozaki con su voz suave, como si temiera romper el momento — Quiero decirte algo.

—¿Qué paso?

—Nunca pensé que encontraría a alguien como tú aquí — dijo en voz baja, como si confesara un secreto.

Los ojos de JiHyo se suavizaron ante las palabras de Sana, pero no dijo nada. Simplemente la miró con los labios entreabiertos, como si intentara formular una respuesta que no llegaba. Entonces, se inclinó hacia adelante, un gesto sutil pero suficiente para que Sana entendiera sus intenciones.

—¿Puedo besarte? —preguntó con un susurro.

El corazón de Sana latió con fuerza mientras sus labios se acercaban a los de JiHyo. En un momento de indecisión, pensó en apartarse, en decir algo para aligerar la tensión, pero no pudo.

No quería.

—Hazlo, por favor... —susurró Sana.

Y entonces, sus labios se encontraron. El beso fue suave y tímido al principio, como si ambas estuvieran explorando un terreno desconocido, pero cuando sintieron la calidez del contacto, se relajaron, permitiéndose disfrutar del momento. JiHyo movió una mano hacia la mejilla de Sana, acariciándola con ternura mientras el beso se profundizaba. Minatozaki dejó escapar un suspiro entre sus labios, sintiendo que todo lo que había contenido durante tanto tiempo finalmente se liberaba.

Cuando se separaron, ambas respiraban entrecortadamente, pero compartiendo una sonrisa.

—No esperaba que esto pasara —confesó Park con su voz suave y temblorosa.

—Yo tampoco — respondió Sana, riendo suavemente mientras sentía su corazón aligerarse — Pero no me arrepiento.

JiHyo sonrió, una sonrisa que iluminaba sus ojos y hacía que toda la frialdad que solía llevar consigo se desvaneciera en ese momento. — Yo tampoco — dijo en voz baja, antes de entrelazar sus dedos con los de Sana.

 — Yo tampoco — dijo en voz baja, antes de entrelazar sus dedos con los de Sana

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Un capitulo más, el epilogo y terminamos este fic, ¿que tal?

❝ Eyes Wide Open ━ SAHYO | adaptación. ❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora