Acto5: especial Guerra en la piscina

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Itsuki y Ayanokouji salieron de la cafetería en completo silencio, el sonido de sus pasos resonando contra el pavimento mojado. Ninguno de los dos se molestó en despedirse. Simplemente, tomaron caminos distintos.

Itsuki levantó la mano para detener un taxi que pasaba por la calle. Al mismo tiempo, Ayanokouji, con su habitual calma, hizo lo mismo. Los dos entraron en los vehículos, cerrando las puertas con suavidad. Dentro, el ambiente se llenó de un silencio incómodo, pero ninguno de los dos parecía afectado. Cada uno estaba perdido en sus propios pensamientos, enredados en recuerdos que compartían un dolor en común.

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Itsuki, apoyada contra el asiento del taxi, miraba por la ventana, observando las luces de la ciudad pasar en un desenfoque de colores. Su mente se perdía en un recuerdo que parecía surgir del fondo de su memoria, uno de esos momentos de la infancia que nunca pudo olvidar.

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Una niña pequeña estaba sentada en su escritorio, frente a una pila de libros que se sentían demasiado grandes para sus pequeñas manos. Afuera, las risas de sus hermanas llenaban el aire. Podía escucharlas correr y gritar, libres, despreocupadas. Sus voces eran un eco lejano, una tentación que no podía ignorar.

Con un suspiro, La niña se levantó de la silla, dando unos pasos hacia la puerta. Su pequeño cuerpo anhelaba correr junto a sus hermanas, solo por un momento, solo para disfrutar de esa libertad que parecía tan distante.

Justo cuando su mano alcanzó el pomo de la puerta, esta se abrió bruscamente. Del otro lado estaba Una mujer, con una expresión severa en el rostro, sus ojos clavándose en la pequeña como dagas.

—Itsuki, ¿Qué estás haciendo? —preguntó su madre, su tono helado.

Itsuki sintió un nudo en el estómago, como si toda la alegría de haber intentado salir se desvaneciera al instante.

—Solo... solo quería jugar un rato con mis hermanas —respondió en voz baja, evitando el contacto visual.

La reacción de su madre fue inmediata. Su expresión cambió de severa a lo que parecía ser dolor. Itsuki vio cómo su madre empezaba a fingir un llanto, llevando una mano al rostro para cubrirse los ojos.

—¿Acaso quieres ponerme triste? ¿No ves cuánto esfuerzo hago por ti? —dijo su madre con una voz que simulaba ser dolida—. ¿Por qué siempre tienes que ser la que me decepciona, Itsuki?

Itsuki negó rápidamente con la cabeza, sintiendo que la culpa la devoraba por dentro.

—¡No, mamá! No quise... lo siento... solo quería... —trató de explicar, pero las palabras morían en su garganta.

Su madre se secó las lágrimas fingidas y su mirada se endureció, como si se hubiera quitado una máscara. Se inclinó hacia Itsuki, sus ojos brillando con una dureza que la niña jamás olvidaría.

—Solo los perdedores juegan y se divierten, Itsuki. ¿Quieres ser una perdedora? ¿Quieres fracasar? —preguntó su madre, su tono gélido perforando cada rincón del corazón de Itsuki.

Itsuki sintió las lágrimas acumularse en sus propios ojos, pero se obligó a sonreír. Esa sonrisa forzada, que solo usaba para contentar a su madre, apareció en su rostro como un reflejo automático.

—No, mamá... lo siento. Volveré a estudiar ahora mismo —dijo, con la voz temblorosa.

Su madre se enderezó, satisfecha con la respuesta. Dio media vuelta y salió del cuarto, dejando a Itsuki atrapada de nuevo en su pequeño escritorio, rodeada de libros que se sentían como cadenas invisibles.

Un genio con cinco tontas(Go-tōbun no Hanayome)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora